lunes, 15 de marzo de 2010

¿Está escrito? (3)

El vuelo ha sido agradable. En apenas hora y media nos encontramos en Argel. Como Mayka y Fran habían dejado sus equipajes en la parte trasera del avión, somos los últimos en la cola para el control de pasaportes.
Una persona que viste de chaqueta amarilla se dirige hacia nosotros:
- Soy del Frente Polisario –asegura.
Nos presentamos. Él nos informa a continuación:
- Hay un vuelo previsto para las 5.30 de esta tarde. Cuando pasen el control les llevaré al salón de autoridades del aeropuerto. Me dejan los pasaportes y les organizo el vuelo.
Saluda y se va.
Carlos Rey tuerce el gesto y dice, apenas entre dientes:
- Esto no me gusta. ¿Y si se trata de un agente marroquí? A lo mejor pretenden abortar el viaje…
- ¿Y si le llamamos a Bucharaya, el delegado del Polisario en Madrid? –sugiero yo.
- No hay que llamar a nadie –tercia Rosa-. cogeremos el vuelo que nos corresponde.
Cuando se lo decimos, el presunto Polisario pone mala cara, pero no añade palabra alguna.
Pasado el control nos dirigiremos al hotel. Pero la que no pasa es la cámara que lleva Jesús Prieto. Por lo visto falta un documento.
Abrimos una negociación con los policías del aeropuerto que se prolonga por más de tres largas horas. Hay llamadas de Rosa a la embajada española y el propio agente del Polisario, que se confirma como tal, así como la veracidad del nuevo vuelo –Bucharaya se había olvidado de advertírnoslo- y que lleva por nombre el de Ibrahim, realiza gestiones infructuosas para que podamos proseguir viaje en compañía de la cámara.
• Cuando una cosa es suscptible de empeorar, empeora siempre –observo ante la conformidad de nuestra portavoz.
Fran nos informa de que ha conectado con una señorita del Consulado, Cristina Argüelles, que le dice haber resuelto todos los trámites, salvo la última llamada que dará luz verde al paso de nuestra cámara. Pero la persona responsable que se encuentra al otro lado del hilo telefónico no atiende la llamada.
Son más de las 6 de la tarde cuando emprendemos viaje hacia nuestro hotel y lo hacemos sin la cámara. Los accesos a Argel se encuentran atascados, aún así no tardamos más de 20 minutos en llegar.
Es preciso que nuestro equipaje pase por un “scanner” antes de entrar en el establecimiento.
No hemos comido nada sólido desde el bocadillo de media mañana en Barajas, así que tenemos un apetito voraz. Devoramos unos sándwiches y nos sentimos reconciliados con el día.
Después de cambiar unos billetes –que apenas nos servirán para nada: todos los gastos están cubiertos por la organización saharaui- volvemos al aeropuerto. El omnipresente “scanner” se encuentra a la entrada del mismo. Organizamos el embarque y pasamos un nuevo control –Argelia es la meca de la burocracia aeroportuaria-. Cuando vamos a acceder a la sala que conecta con la puerta de embarque, el policia a cargo nos indica que debemos rellenar de nuevo el mismo formulario que hemos cumplimentado en el avión, con motivo de la entrada en la nación argelina.
Este vuelo se retrasará también. Más de 2 horas. No saldrá hasta pasada la 1,30 de la madrugada.
Matamos el tiempo tomando un refresco y visitando la única tienda que existe en esa zona del aeropuerto. Chocolates y muñecas que visten al estilo árabe y parecen poco amigables adornan sus estantes.
Nos anuncian el embarque. Poco antes de tomar los autobuses se nos acercan varios altos cargos del Polisario. Todos parecen conocer que el vuelo que debíamos haber tomado despegaba a las 5,30. Nosotros aludimos a una falta de coordinación. Son embajadores de la RASD en diversos países. Ya en el transporte que nos dirigirá al pie del avión, Carlos Rey y yo charlamos con el embajador saharaui en Nigeria, un joven de estatura pequeña pero de gran encanto, que nos dice:
- Vuestro partido es la gran esperanza para nosotros.
Se trata de un lugar común que repetirán otros dirigentes polisarios.
Descendemos del autobús, cuando una nueva inspección de equipajes al pie del avión nos sorprende. En ese momento Mayka dispara su móvil para captar una imagen de la situación. El policía no lo admite y pide que se la enseñe antes de ordenarle su borrado. Más adelante, sufrimos otro cacheo.

1 comentario:

Sake dijo...

Cada viaje es una historia y los principios son muy distintos de unos viajes a otros a veces hasta pueden ser placenteros. En éste caso el placer se llama solidaridad, porque es un viaje de solidaridad con los saharauis.