jueves, 17 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (46)

Caminaban ya por la calle Agustín de Foxá, última vía que les restaba hasta llegar a la sede social del pomposo gobierno local de la ciudad de Chamartín.
- ¿Sabéis quién fue Foxá? –preguntó Brassens, con ese deje de erudito que en ocasiones se apoderaba de él.
- Ni puta idea –llegaría a musitar, y por educación solamente, el jefe de la cuadrilla.
Foxá, en sus recuerdos de 10 ó incluso 15 años antes, era la mención de su primo Antonio Redondela, cuando recordaba las acciones del autor de “Madrid de Corte a checa”, esa obra que había perseguido hasta pensar que no la encontraría jamás. Brillante e ingenioso, Foxá no estaba de moda. Para ser considerado en aquella España que dejaban atrás sin que todavía recuperaran ni siquiera una genérica idea de España, hacía falta ser eso que algún día se definió como “de izquierdas”. Hoy en día –pensaría Brassens- la izquierda ya ni siquiera está de moda, la derecha tampoco. Cedían todas, ideologías o ideas ante el imperio devastador de la barbarie. De esos seres huidizos que acababan de abandonar en General López Pozas o de aquellos otros vestigios de personas que se acurrucaban temblorosos en los portales de las casas o se esfumaban por los corredores que habilitaban las esquinas de las calles.
Ese Madrid de Foxá, ese Chamartín de Brassens… eran las checas de los jefecillos mafiosos que dominaban el terreno de juego, que daban y quitaban la vida, que hacían de la simple existencia un regalo condicionado…
Y reconstruir la sola idea de civilización exigía no sólo de tiempo, también de esfuerzo. Esa visión triste y gris de un paisaje “Blade Runner” donde ya todo era frío y penoso, y apenas si la belleza se concretaba en la extraña estética del feísmo…
Y Brassens recordaba, sin embargo, unas palabras que Alexis de Tocqueville ha había dedicado a América.

2 comentarios:

Sake dijo...

Los paises con historia tienen nombres para poner a sus calles, nomalmente desconocidos por los ciudadanos, lo que seria igual para el caso no tener historia y numerar la calles del Uno en adelante.

Antonio Valcárcel dijo...

Todos nosotros somos historias, de momento vivientes.

ZORIONAK ETA URTE BERRI ON.

FELICES FIESTAS