Salvador Extremiana hace una reflexión sobre la Europa que existe y la Europa que necesitamos, las 2 tan alejadas la una de la otra que se dirían opuestas. Viste traje azul marino con camisa blanca y corbata discreta. Nos encontramos en un céntrico hotel de Madrid. Extremiana habla de forma reposada y mueve la mano en sentido vertical para aseverar sus posiciones, pero lo que dice resulta inquietante. Las alarmas rojas se están encendiendo y una ola de proteccionismo recorre las economías occidentales. Lo ha señalado el editorial de The Economist que acabo de leer. "trabajadores británicos para puestos de trabajo británicos", dicen en el Reino Unido aplicando a sus protestas un desafortunado comentario de Gordon Brwn, el Ministro español de Industria ha pedido que se compren productos españoles y -al otro lado del charco- el Senado estadounidense pretende autorizar el paquete económico de Obama siempre a cambio de que cuelgue de él la etiqueta de "buy American". Pero debemos ser conscientes: esa no es la solución. Llevamos décadas promoviendo la integración comercial y procurando dotarla de contenido político y, cualquiera que sea el análisis que hagamos respecto de la crisis que nos está sacudiendo, esta nada tiene que ver con actuaciones que traigan su causa de estas situaciones. Europa fue el resultado de 2 guerras mundiales que el viejo continente tuvo que afrontar y hasta el entonces presidente Mitterrand dijo en un discurso que constituiría su testamento político: "El nacionalismo es la guerra".
Lo primero que hizo la Europa que se reclamaba como tal fue integrarse en su dimensión energética: en el principio fue la CECA -la Comunidad Europea del Carbón y del Acero-. Ahora, la respuesta al desafío provocado por la crisis debe también venir de la energía. Una Europa dependiente de terceros países, que pasa frío y reacciona desunida en el tablero mundial.
Una Europa unida en materia energética exigiría de una política de defensa común -continúa Salvador Extremiana-. La llamada americana a Alemania para que esta se convierta en su principal socio en materia militar nos debería hacer reflexionar a todos. Una defensa común nos conduciría a una política exterior común.
Esta será la legislatura clave del Parlamento Europeo y empezará con una fuerte abstención -pronostica Extremiana-: los ciudadanos europeos ven que en Europa no se solucionan sus problemas y que se trata de una referencia demasiado lejana. Por otra parte, el Tratado de Lisboa no ha sido adoptado aún, las últimas ampliaciones no se han hecho bien y Europa debe asumir que su avance tiene que producirse sobre 2 velocidades distintas.
La encrucijada de Europa y la de sus gobiernos sin visión, ilusión ni liderazgo. Un paisaje yermo de cabezas y ahíto de inspectores de encuestas.
Y cuando salgo a la fría noche de este invierno gélido de Madrid pienso en que el juego está abierto a casi todas las posibilidades y que caminamos sobre un delgadísimo cabo.
viernes, 13 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario