Era tarde de sábado en carnaval. Me habían citado en la casa de Eduardo Rodrigáñez -un nombre supuesto, las-. Para llegar tuve que hacerme un hueco entre la gente que flanqueba el cortejo del desfile, apenas unos segundos antes de que pasara la cabeza a la que precedían las carrozas y los fanfares habituales en las fiestas. Y yo me decía a mí mismo que no existe en Bilbao tradición de Carnavales, o que esta se ha perdido, porque todavía recuerdo aquél cartel de los años '20, el martes del entierro de la sardina en nuestra villa, que aseguraba con toda la seriedad que era posible de acuerdo con las circunstancias:
"Vamos todos, según veo,
Caminito de Bermeo".
Y es que los tiempos han cambiado -también lo decía Dylan- pero la gente se sigue pareciendo a sus ancestros: untanto chalados, unos y otros..
Rkecordaba también mis Carnavales de 1.984, en el mismo desfile del sábado. Yo era entonces concejal en el Ayuntamiento de Bilbao y miembro de la Comisión de Fiestas. Se había concertado una cita para todos los comisionados a la altura de la cafetería Toledo, en una de las entradas del parque y a una hora precisa. Pero los restantes comisionados debieron pensar que el proyectado encuentro escondía un engaño, que se trataba en realidad de una inocentada a destiempo o más bien que les parecía toda una ridiculez presidir una parada de mamarrachos como aquélla -tampoco había, en el Bilbao de meduados de los '80, muchas tiendas de disfraces-. Así que me quedé solo, aunque contaría con la solidaria compañía de mi novia, que no daba crédito a la curiosa situación.
- En la vida me he visto en una situación así -declaró, entre asustada y divertida.
No debió disgustarle la astracanada que cometíamos porque siete meses después -que es cifra bíblica- contraíamos matrimonio.
De esa curiosa manera, ostentando la única autoridad consistorial -más allá de los policías municipales encargados de desviar un atónito e incrédulo tráfico que tampoco comprendía muy bien el espectáculo de tan garrula manifestación, Anneli y yo presidimos el acto central de los Carnavales bilbainos.
Pero me colaba finalmente entre colegialas disfrazadas de alborozadas princesas y de aburridos padres vestidos de diario para llegarme a la casa de Eduardo Rodrigáñez en la que se había proyectado una tertulia política.
En el mismo portal me encontré con un antiguo Viceconsejero del Gobierno Vasco que integraba el grupo de tertulianos Ejerció ese cargo en las pasadas épocas en que Ardanza era Lehendakari, los socialistas gobernaban con los nacionalistas y los del pepé solamente aspirábamos a sustituirles. Me recordó que yo les hacía trabajar -supongo que no era esa cuestión habitual entre los parlamentarios opositores de la época, así que me lo tuve que tomar más por un cumplido que por la mera constatación del cumplimiento exigible de un deber.
Eduardo Rodrigáñez me sentó a su izquierda, junto a una compañera de UPyD, que practicaba con su presencia un gesto de solidaridad partidaria. Me sirvieron un té y el anfitrión inició con su pregunta el turno de cuestiones.
No les voy a referir el desarrollo de la reunión. Ni yo sería capaz de recordarlo ni ustedes tendrían la paciencia de soportar narración tan densa y extensa. Pero sí les puedo contar que, españoles todos los asistentes, y constitucionalistas -por supuesto- los había más entusiastas con la idea de UPyD y los había más preocupados ante la repercusión que un eventual éxito de nuestro proyecto pudiera tener entre los nacionalista.
Tampoco voy a dedicar mi comentario del día de hoy a los entusiastas. Son imprescindibles pero están ya convencidos, nos leen, nos escuchan, colaboran con nosotros y nosotros con ellos. Creo que hoy toca escribir acerca estos segundos, de los que temen la reacción de los nacionalistas instalados en el poder.
- ¿Qué van a hacer si conseguís cambiar la ley electoral, cuando ya no tengan la capacidad de condicionar la política española? La transición les consiguió encajar en el juego político -seguiría el argumento-. ¿No sería peligroso desandar lo andado?
Habrá que decir que son los nacionalistas los que deben preocuparse de sus problemas -y que de hecho lo hacen de forma más que sobrada-. UPyD ha nacido para combatir la insolidaridad de que hacen uso los partidos nacionales, en una deriva de reclamaciones regional-nacionalistas que les acerca a aquéllos. ¿Cómo no vamos entonces a posicionarnos en contra de los partidos nacionalistas que son el paradigma de la insolidaridad?
Pretendemos que un escaso diez por ciento de españoles, que no quieren serlo y que no creen en un proyecto para España, no condicionen la idea que compartimos el ochenta por ciento de los españoles. No se trata por lo tanto de retirarlos de la escena sino de situarlos en el lugar que les corresponde.
¿Y qué harán? Podría contestar a la gallega: ¿qué están haciendo ahora? ¿qué plantea Ibarretxe? ¿qué Estatut votaron -socialistas y nacionalistas- en Cataluña? ¿y qué está produciendo todo eso en el resto de España sino una tendencia a la igualación competencial que solamente tiene como consecuencia una deriva insolidaria y de ruptura de nuestro proyecto común?
El nacionalismo y la disgregación están crecidos en España. Y no cabe imaginarse que lo puedan estar más. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para actuar?
Gregorio Morán escribió un libro al que tituló: "Los españoles que dejaron de serlo"; Rosa Díez se refiere a los "españoles sin complejos". Sobre unos y otros se cierne una España neutra a la que deberemos movilizar.
"Change. We can do it", dicen los seguidores de Barack Obama en Estados Unidos, nadie daba un dólar.por ellos y ahora tocan con los dedos la nominación del Partido Demócrata. Tampoco a nosotros nos prestan el dinero ni nos conceden el espacio de la palabra, pero existe una corriente social que nos empuja. También nosotros podemos ganar.
Eran poco más o menos las diez de la noche cuando me ponía el abrigo antes de salir. Mis contertulios daban por concluida y amortizada la tertulia y se cruzaban los disfraces de Carnaval en el que pretendían sumergirse inmediatamente. Y en mi paseo hacia casa, con las quinceañeras de falda corta y estruendosas risotadas apoderándose de la calle, no sabía muy bien qué parte de la vida se disfraza y qué otra parte se entrega a la realidad.
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7 comentarios:
posicionarse en contra de los nacionalistas tampoco me parece que sea un ejemplo de solidaridad.
Lo que más me interesa de este artículo es el último párrafo y añadiría "aqui todos vamos disfrazados"
Al final parece que os contradecis.
Criticais la campaña de mutuo descrédito entre Psoe y Pp y despues seguis su ejemplo.
No caigais en ese error, es muy facil criticar pero sale caro.
La vida no es teoría, perdona.
Si tu-vuestro nuevo derechoso partido (con perdón) quiere saber lo que piensan "otras realidades sociales" tendreis que"platicar-cotorrear-hablar. Ya no tiene sentido lo políticamente correcto.
La gente bebe, fuma, se chuta, se droga, se evade, piensa e incluso se muere porque quiere.
La farsa ha terminado.
Change. We can believe in
Mar, creía que no estaba descalificando a nadie. Pero todo es posible. Un abrazo.
Blanca, supongo que asistir a una tertulia no significa tener una actitud contraria al diálogo y a la confrontación de opiniones. Otra cosa es que lo cuente desde mi punto de vista. Un abrazo de tu "derechoso" amigo.
OK, Peter. Un abrazo.
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