El Círculo de Bellas Artes de Madrid dispone de una cafetería que es frecuente punto de cita en lo que en su día fuera el centro de Madrid, ese espacio que forman la calle de Alcalá, la Cibeles y la Gran Vía, los aledaños del Museo del Prado y el Thyssen o del mismo Congreso de los Diputados. Uno puede pasear por entre esa abigarrada fauna de madrileños más o menos "chelis", turistas, inmigrantes y algún que otro foráneo anónimo que -como yo mismo- se siente de Madrid nada más que ha pisado cualquier acera de la capital.
Es el del Círculo de Bellas Artes un café de poso antiguo, maderas nobles que crujen bajo tus pies y camareros a la vieja usanza que se dirían extraídos de cualquiera de las películas costumbristas de José Luis Garci.
Allí me había citado Juan Ángel Vela -un amigo íntimo de Mari Luz y de Agustín Ibarrola- y colaborador reconocido en materia de música clásica en el diario "El País". El objeto de nuestra entrevista sería el de darle una vuelta al proyecto de la Fundación Agustín Ibarrola.
Los amigos de Agustín -como "les amies de Georges" Brassens que canta el otro Georges, Moustaki- tenemos algo en común. Hay un desenfado cierto de bohemia tardía en nuestro ambiente, un anómalo -para esta época- cariño por los asuntos que no proporcionan ingresos económicos -así nos va- y ese afecto por Mari Luz y por Agustín que trasciende a las expresiones que en ellos se manifiestan. Porque si Agustín hubiera sido funcionario de Correos o trabajador de la Naval habría seguido desprendiendo ese aura de niño desvalido y capaz de trastornar todas las complejidades de un mundo al que nos afanamos en seguir el paso, perdiendo el resuello, en un propósito imposible por lo vano. Y es que Agustín Ibarrola se haría querer igualmente repartiendo cartas o soldando chapas para los barcos. Pero es que además se trata de un gran artista. Lo mismo que Mari Luz, a quien no cabe imaginar sin esa función de administradora, secretaria, mujer y madre en una especie de insuperable "pack" y sin la cual tampoco podríamos imaginar a su marido.
Agustín Ibarrola no ha estado nunca en el tiempo del mercado. La oferta y la demanda le suenan a vocablos chinos que se representan en cabalísticos ideogramas y al colosalismo de los museos que a veces no son sino panteones de un arte polvoriento y esclerotizado prefiere siempre la pintura rupestre de su Santimamiñe tan cercano a su caserío como a su personalísimo encuentro con la estética.
Y cuando los asuntos concretos de la Fundación que promovemos para Agustín en Garoza -Ávila- se van convirtiendo en acuerdos para el trabajo, Juan Ángel Vela me cuenta una anécdota que puede ilustrarles a todos ustedes acerca de la especial personalidad de Agustín Ibarrola.
Corría la primavera de 2.002. Ibarrola había recibido el encargo de realizar un proyecto artístico que coronara la montaña artificial de Halde Haniel, fabricada de deshechos de carbón, piritas y de materiales irreciclables en la localidad de Gelsenkirche, a unos treinta kilómetros de Düsseldorf, en plena cuenca del Ruhr. Un trasunto próximo a los hornos altos de la margen izquierda de la Ría del Nervión que tan bien conoce nuestro artista vasco.
Agustín Ibarrola quería situar en la cúspide de aquélla montaña de residuos industriales unas traviesas, símbolos también del trabajo humano, del progreso y del tiempo. "Que voulez-vous? -hacía decir Proust a uno de los personajes de su "Rechèrche"-. Bergotte l'a dit: la vie est un voyage". Sí, la vida es siempre un largo -o corto- viaje. Como lo eran esos pasos recortados sobre los suelos arcillosos de las cárceles franquistas que pisaban Vidal de Nicolás y Agustín Ibarrola y que este último recogía como el arte expresivo de la dignidad humana privada de libertad.
Mari Luz, que es el asidero de Agustín con la realidad, resolvía dejar a su marido en las excelentes manos de Juan Ángel Vela para la reunión westfaliaba que debía estudiar el proyecto. Mari Luz no habla alemán y el amigo del alma de la pareja es hombre acostumbrado a pisar las imponentes alfombras de los teatros donde se representan las óperas de toda Europa y el duro idioma tedesco no le es desconocido.
Debió resultar una reunión característica de la vía germana para solucionar los asuntos. No había lugar para la improvisación. El elenco de ingenieros, arquitectos, economistas, financieros, diseñadores y autoridades institucionales locales y regionales se confrontaba al artista y a un amigo que estaba dispuesto a servirle de intérprete.
Con la habitual premiosidad alemana se iban resolviendo uno por uno todos los problemas técnicos que conllevaba el proyecto. Había llegado la hora de la pregunta final y esencial, una pregunta que sólo Agustín Ibarrola podía responder: "¿Cuánto nos cuesta esto?"
Agustín podía haber desarrollado en esa ocasión su tesis sobre el precio del arte -o el no-precio de la obra artística-. Que el arte no se compra, solamente se ayuda al artista. Pero Agustín Ibarrola se encogió de hombros y movió la cabeza de un lado al otro como seña de negación tan pronto como le llegaba la traducción de Juan Ángel Vela.
- Yo de eso... nada -dijo Agustín Ibarrola con su cerrado y entrecortado acento vasco- Nada. No sé nada de eso. Cuando empieza la semana... Mari Luz me da "la paga"... y con eso funciono...
Juan Ángel Vela no sabía cómo explicar tan curiosa contestación a tan sesudos interlocutores en su tan preciso idioma. Y la expresión "la paga" circulaba entre los presentes como si se tratara de una advocación ritual a los dioses antiguos a quienes había que saciarlos con toda clase de bienes. ¿Una millonada? ¿un trueque? ¿Qué cosa sería "la paga"?
Pero es seguro que Agustín Ibarrola no se dio cuenta de la confusión que había provocado. Como también que, puesto en las mismas circunstancias, habría contestado de la misma manera.
- Esos alemanes no se enteraban de nada –me contó días después nuestro artista, cuando me refería a esta anécdota.
viernes, 15 de febrero de 2008
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13 comentarios:
Mi estimado Fernando:
Me ha sorprendido mucho la referencia que has hecho en tu bitácora de ayer sobre Prem Pal Singh Rawat, un viejo "conocido" de pasados devaneos.
Ya charlaremos a ese respecto, si te parece, la próxima vez que nos veamos.
Ya nos conocemos. Soy un compañero Upeydero de San Sebastián y he accedido en tu blog con el Nick que utilizo en el de Santi González (en el de Rosa y Carlos utilizo otro). Nos vimos por última vez en Andoain, el pasado y emotivo 8 de febrero.
Un abrazo.
Hola querido Fernando:
La anécdota que cuentas de Agustin y la paga, no me hace ninguna gracia, ni me parece que denote generosidad o despreocupación artística.
Conozco muchos casos como este, en el que el hombre nunca ha aprendido a cocinar, a planchar o que incluso no quiere saber nada de cuentas, pero sin embargo si que quieren comer y bien, quieren ir límpios y planchados y tener su paga en el bolsillo y que su particular Mari Luz, se encargue de todo.
De estos hay muchos, demasiados.
No ves que es lo más cómodo?
He querido ir al blog de lindo gatito pero no he sabido entrar; me ha resultado muy interesante que conociera a Prem Rawat.
Resumiendo, que este comentario es para el gatito, si quieres ponerte en contacto conmigo vete a: www.blancaoraa.blogspot.com
Estaré encantada de conocerte y de hablar de Prem Rawat, entre otras cosas, claro.
Encuentro que Mar Seco ha sido un poco dura con Fernando.
Ese "comportamiento de artista" que
no alabo, ha sido costumbre arraigada, aceptada e incluso elogiada hasta en los más grandes, desde Oteiza, pasando por Christo hasta llegar a nuestros días en que sigue vigente. No me importaría tener una persona que se ocupe de todos los rollos para que yo pueda dedicar todo mi tiempo a mi blog...¡qué descansada vida!
Fernando:
Te pido disculpas si he sido dura.
Suerte en Vitoria.
Un abrazo
Mar
Amiga BLANCA ORAA, lamento no disponer de demasiado tiempo, estos últimos días, pero veré de entrar en tu Blog o de ponerme de algún modo en contacto contigo, para un intercambio de lo que sea, aunque mi posición hacia la historia con Maharaj-ji sea, sino hostil, al menos bastante crítica. Llegué a estar emocionalmente bastante implicado, pecadillos de juventud, de la falta de experiencia y del arrope de unos amigos que en sus huidas hacia adelante, por la estima personal que les tenía, me arrastraron en su oleaje.
Tengo que decir que, a diferencia de otros testimonios de los que tengo noticia, no sufrí ninguna secuela importante y me bastó con la "automedicación" para tener un "desenganche" sin traumas.
Lo que sí me quedó es un interés enorme por intentar conocer los mecanismos psicológicos de la adhesión, lo que aumentó mi biblioteca con bibliografía muy interesante y reveladora.
No sé si seguirás teniendo interés en contactarme, pero yo no tengo inconveniente alguno. Solo quería que supieras mi condición de "ex", irreversible.
Un cordial saludo.
Por cierto, no tengo ningún Blog (¡Lo que me faltaba!). Solo es que como en esta bitácora de nuestro común amigo Fernando no se permiten intervenciones anónimas y hay que registrarse previamente como Blogger... pues eso, que tuve que registrarme.
Hola, "lindo gatito", ¿cómo te va desde la última vez? Por supuesto que hablaremos cuando quieras. De ese asunto y de lo que te parezca. Un abrazo.
Hola Mar, con todos los respetos creo que lo que refvleja la anécdota que cuento en ese comentario tiene más que ver con la condición de artista de Agustín Ibarrola que con la de hombte que no se quiere ocupar de las tareas del hogar. Muchos artistas viven fuera de la realidad cotidiana. Eso es todo. Un abrazo.
Gracias, Mar. Por tu segundo comentario. Como vez por mi primera contestación no me ha sentado mal en absoluto. Un abrazo.
Gracias, Blanca por lo que dices desde la credibilidad que tienes como artista. Por otra parte estoy encantado de que puedas trabar contacto a través de este blog con gente interesante aunque contraria a tus posiciones -¿libertad de expresión?-. Un abrazo.
Estimado Fernando:
Una vez me contó Mari luz que Agustín, Blas de Otero y Fidalgo ganaron un dinero en las minas de hierro de Vizcaya con el fin de comprender un poco más de cerca las vicisitudes con las que los mineros se enfrentaban todos los días. Y después de conseguir el merecido salario, cada uno de ellos, se lo entregaron a Blas de Otero para que lo administrará, pues querían realizar un viaje por tierras castellana. Blas de Otero se lo gastó, truncando aquel viaje. Y vaya que Agustín lo sintió, Agustín descubrió lo difícil que es ganarse el pan en la mina y de los amigos que se aprovechan de los otros. Agustín sabe y, como no, el valor de ganarse la PAGA con las herramientas del obrero, otros la retórica.
Tienes razón, Antonio en relación con tu comentario sobre Blas de Otero e Ibarrola. Pero aquél viaje se hizo finalmente y de él guarda Agustín un recuerdo imborrable.
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