"Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites", escribió Gabriel García Márquez en su exceñente novela "El amor en los tiempos del cólera" que acabo de releer. Le pasé la cita a Montse, que vive a caballo entre su casa y el hospital.
Es una frase escrita por el gran "Gabo", pero podría muy bien haberla pronunciadio Prem Rawat, por ejemplo en el discurso que pronunciara en la ciudad de Buenos Aires y que fue proyectado el sábado en una sesión a la que me invitaban Mar y Margarita, dos amigas reales -y virtuales- de este apasionante mundo que proporcionan los intercambios entre "bloggistas",.
Concluída la sesión, se unía a nuestro grupo un buen amigo y antiguo compañero de colegio, Ricardo Goyoaga, con ese aspecto de británico criado y vivido en la ciudad más londinense de España, que es Bilbao. Decía José Félix de Lequerica -bilbaino ilustre, maurista y embajador de España- que en realidad Londres era más bien un barrio de Bilbao y que las verjas de las más elegantes residencias de aquélla capital procedían de las minas vizcainas.
Se trataba de tomar una copa y Ricardo Goyoaga propuso un local que no le convenció demasiado a Margarita. Mar sugirió otro y yo dije que me daba igual.
- A ti cualquier sitio te parece bien -sentenció Margarita.
- Yo no soy ave nocturna, de modo que me fío de vosotros -respondí.
Así que ganaban las mujeres. Y nos llevaron al "pub" Da Vinci, que es un establecimiento de reclamo transeúnte: ha sido bar convencional, "pub" cubano y _¿finalmente?- espacio para el recuerdo de esa persona extraordinaria cuya figura bastaría para llenar todo un capítulo de la historia de la cultura y del arte, como lo fue Leonardo.
- Ahí ponen la música baja y podremos hablar bien -aseguró Mar.
Tenía razón, pero sólo durarante media hora resultaría inteligiible nuestra conversación. A medida que el local se veía cada vez más frecuentado crecía considerablemenre el ruido. Se supone que lo mismo que el consumo de copas.
Ricardo pidió un batido de chocolate y abandonó muy pronto el “pub” para volver a su casa, donde le esperaba su madre. Ya sé que incurro en una reiteración innecesaria: las madres siempre esperan a sus hijos, incluso cuando están con ellos.
Quizás a Ricardo Goyoaga le aburría la conversación que Margarita, una artista que hace de su provocadora transgresión una especie de profesión permanente, introducía de forma perentoria:
- Hay que hablar, es necesario negociar con ETA -venía a decir Margarita.
Yo le contestaba que era inútil, que ya se había intentado mil veces y que otras tantas mil había salido mal. Me hubiera gustado disponer del archivo de datos que maneja mi amigo Florencio Domínguez para plantear mejor el argumentario. En cualquier caso.es evidente que no hubo acuerdo.
Luego Mar me explicaría algunos aspectos de su vida reciente que ya conocía Margarita. Quizás algún día pueda referírselos a ustedes -en el caso de que cuente con su autorizacin, por supuesto-. Muchas veces nos quedamos en los arquetipos de las personas, la única dimensión del "hombre unidimensional" a que se refería Marcuse, que es como asomarnos a los escaparates de sus vidas y pensar que ya lo hemos visto todo. Es necesario entrar entonces en la tienda -esa parte de la persona que muchas veces ella misma te muestra de buen grado- e intuir luego la trastienda que permanece siempre oculta por la hojarasca que forman nuestras justificaciones y temores.
Pudo elevarse finalmente la voz de Margarita sobre el fragor de la estridente batalla musical. Me preguntaba si Pilar disponía de un aparato reproductor de DVDs. "Lo tiene", le confirmé. "Estaría bien que escuchara a Prem Rawat", dijo.
- No serviría de nada -le dije-. Sólo le interesa el mundo que cabe en la burbuja donde ella vive.
Y lo que empezaba siendo una sugerencia se transformaría en un auténtico zafarrancho de combate. Creo desde hace tiempo que en una confrontación dialéctica con una mujer el hombre pierde casi siempre, si la pelea se produce con dos mujeres la derrota es asunto seguro, pero si además las señoras en cuestión son vascas conviene preparar la toalla para arrojarla apenas tres o cuatro segundos después de iniciado el combate y no digo que antes exclusivamente por eso de la vergüenza torera.
Consiguieron vencerme, eso sí, en desigual lidia: pero no convencerme. Menos aún a Pilar que, como estaba previsto, no aceptaría ver siquiera el primer cuarto de segundo de la grabación.
Es igual. Ella ya sabe, aunque sea por intuición, dónde están todas las claves de la felicidad, porque su corazón no ha perdido la inocencia pícara que es propia de la infancia. A Pilar no le hace falta ese viaje de regreso a las fuentes, porque ya bebe el agua pura de ese manantial.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Lo del sábado está anunciado en el hotel general Alava.
Eso mismo, Blanca. Un abrazo.
Publicar un comentario