Veinticinco años después de que formalizara mi candidatura al Senado por Guipúzcoa en aquélla coalición bautizada como la "sopa de letras" -AP, PDP, PDL Y UCD- y en representación del Partido Demócrata Liberal que presidía Antonio Garrigues, inicia sus tareas un nuevo partido político auspiciado por los responsables de la plataforma "¡Basta Ya!" y la ya ex dirigente del PSOE Rosa Díez.
Ese cuarto de siglo ha pasado para mí cuajado de acontecimientos y emociones diversas. Después de aquéllas elecciones del '82 fui elegido concejal en el Ayuntamiento de Bilbao por el partido liberal entre 1.983 y 1.987; participé en el intento -fallido- de crear un partido de centro en el País Vasco que preconizara Jaime Mayor Oreja; me sumé después a la refundación del Partido Popular en esta Comunidad Autónoma, desempeñando el cargo de Secretario General, fui codirector de la campaña de las autonómicas del '90 con Mariano Rajoy y he sido parlamentario vasco por ese partido hasta la actualidad, puesto desde el que tuve el honor de presentar una moción de censura al lehendakari Ibarretxe en el año 2.000.
Más allá de los cometidos y de los avatares he tenido siempre la obsesión en de colaborar en la construcción de un centro político que para mí se encuentra representado en la ideología liberal.
El Partido Popular, producto de la unión de AP con democristianos y liberales, ha tenido desde su origen dos almas diferentes: la derechista -básicamente representada por los primeros- y la centrista -en la que hemos venido trabajando los segundos.
Consciente de que las elecciones se ganan en el centro, José María Aznar orientó el partido desde su refundación al objetivo de ocupar ese espacio. Lo consiguió y ganó las elecciones de 1.996, realizando una gestión admirable que le llevó a obtener la mayoría absoluta en las generales de 2.000.
Ahí empezaría una deriva hacia la derechización del PP. Desconozco las causas de ello -habrá historiadores que las investiguen y expliquen- pero en esa época el Presidente del Gobierno introdujo a España en una guerra, en contra del derecho de gentes en una decisión que se justificaba en la doble impostura de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y la connivencia del régimen de Hussein con Al Qaeda.
Ha habido quien me ha reprochado personalmente el no haber hecho público mi disgusto ante el hecho, una vez que -como dicen los andaluces- iban cayendo los "palos del sombrajo" de las mentiras sobre las que descansaba la operación militar. Bien es cierto que en el País Vasco me ocupaba y preocupaba más en aquéllos tiempos el velar los cadáveres y asistir a los funerales de los compañeros asesinados por ETA, colaborar en los actos de "¡Basta Ya!" y formar parte de los órganos de encuentro entre socialistas y populares en la Fundación para la Libertad, además de algún doloroso duelo familiar. Por otra parte, una vez concluída la penúltima tregua de la banda asesina, la política antiterrorista del Gobierno fue la más adecuada de las posibles.
Pero la deriva derechista ha proseguido, condenando al alma centrista de la organización al ostracismo. Veamos algún ejemplo de lo que digo. El Partido Popular no circunscribe su tarea de oposición al ámbito de las instituciones y ha escogido la calle como el terreno privilegiado para el desgaste del Gobierno -en alguna ocasión para manifestar incluso su discrepancia con resoluciones judiciales-. Sin perjuicio de su opinión respecto de las uniones entre homosexuales -que comparto- riza el rizo elevando recurso de inconstitucionalidad respecto de la ley. Y practica un seguidismo, digno de mejor causa, respecto de la jerarquía de la Iglesia en lo que se refiere a la asignatura de educación para la ciudadanía.
No es necesariamente derechista, aunque sí errática, su actitud en materia autonómica, y no vale para Cataluña lo que parece ser bueno para el País Valenciano.
Hay quien me ha formulado una reflexión en clave familiar -aunque esa persona no proceda precisamente de mi familia-. Según esta, quienes llevamos apellidos de larga trayectoria política nos veríamos obligados a hacer honor a su memoria, trabajando en su mismo campo, ¡como si a las numerosísimas trabas que nos impiden ser libres, hubiera que añadir el lastre que arrastra de las generaciones precedentes!
Pero es que, además, yo no sé muy bien a quien debería parecerme. ¿A mi tío Jorge Semprún, ex comunista y ex ministro de Felipe González? ¿A mi prima Luisa Isabel Álvarez de Toledo, más conocida por "la duquesa roja"? ¿A mi también primo Ramiro Pérez-Maura, cofundador del Partido Liberal? O más atrás, ¿a mi tío abuelo Miguel Maura que, sin dejar la derecha, abandonaría el campo monárquico, adhiriéndose al republicano? O aún más atrás, ¿a mi bisabuelo don Antonio Maura, que cuando pasaba del Partido Liberal al Conservador dijo que "hoy, la libertad se ha hecho conservadora"? -Con razón el hispanista Hugh Thomas ha dicho de nosotros que somos una "peculiar family".
No podría tener la petulancia de afirmar que hoy, la libertad se ha hecho progresista. Liberal bilbaino, como me siento, sé que el liberalismo se ha forjado entre nosotros en contra del carlismo. No podemos por lo tanto caer en la tentación reaccionaria. Liberales -no "neo liberales", que son realidad "neo conservadores"- que han pactado con socialistas en contra de los nacionalistas, como hiciera mi tío abuelo Gregorio Balparda con Indalecio Prieto.
Hasta aquí mi particular árbol político-genealógico. Estoy seguro que ningún ancestro se levantará de su tumba para afear mi actitud. También puedo decir que todos ellos hicieron en su momento lo que consideraron más coherente con su criterio.
En cuanto a mis desencuentros personales y políticos y de la marginación sistemática de que he sido objeto por la cúpula del Grupo Parlamentario a lo largo de esta legislatura, prefiero no extenderme. Forman parte de la lamentable mezquindad que tantas veces se produce en las relaciones humanas. En todo caso diré que siempre he estado dispuesto al acuerdo y a la recomposición de las relaciones. Habrá que pensar, con lógica, que quienes practican el "mobbing" no tienen precisamente un excesivo interés en componer los vidrios que ellos mismos han roto. Lo que aquí escribo se lo he contado a todo el que ha querido escucharme.
Veinticinco años después, y prestados innumerables servicios a ese partido, no hay en mí amargura pero sí consciencia; no hay tristeza, pero sí una voluntad inequívoca de actuar desde lo que entiendo más correcto: colaborar ahora a entregar el testigo a la generación futura desde un proyecto sugestivo o simplemente marcharme a casa. Ese es mi dilema.
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22 comentarios:
Hola, soy Pedro José Chacón Delgado.
Acabo de leer tu artículo en El Correo y la verdad es que me ha gustado mucho, tanto por el tono de lo que dices, lleno de sinceridad y honestidad, como también por el fondo, ya que expresas unas ideas y una trayectoria política con las que (al margen de prosapias familiares, las mías mucho más humildes) estoy en sintonía.
Leí en su momento tu libro acerca de tu tío-abuelo Balparda, "Últimos días de agosto", porque me interesa mucho esa figura histórica, tan mal utilizada posteriormente a su trágica muerte, creo, y tan poco conocida también, dicho sea de paso. Conozco también la obra de Javier Cangas y estoy metido en la posibilidad de sacar algo sobre la relación que tuvo Balparda con Indalecio Prieto, como forma de reconstruir un pensamiento político no-nacionalista en el País Vasco que hoy no se practica y que creo que (y esto es lo peor) se desconoce supinamente también por los políticos en ejercicio de este ámbito ideológico, tanto populares como socialistas (sobre todo estos últimos).
Luis Haranburu, a quien conoces (puesto que el propio Luis "se me ha ofrecido" en alguna ocasión para presentarme ante ti, al saber de los temas que me interesan) me publicó a finales del año pasado mi libro "La identidad maketa", donde expreso mi particular forma de ver la vida, la historia y la forma de sentirme de y en el País Vasco. Si tuviera un correo al que enviártelos, te adjuntaría la carátula del libro y el índice para que veas su carácter y contenido.
Respecto del nuevo partido en ciernes, y al que parece ser que te sientes tentado a aproximarte, mi particular visión del asunto te la traslado por si te sirve para algo: creo que las intenciones son de lo más encomiables, pero me parece a mí que un partido así sólo puede ser entendido por quienes vivimos en el País Vasco y en menor medida (pero también) en Cataluña y estamos acostumbrados (malacostumbrados ya) a convivir con los nacionalismos respectivos. En el resto de España me temo que no entienden estas cuestiones, no entienden que haya gentes como nosotros en el País Vasco y en Cataluña, que no se sientan nacionalistas y que, por eso mismo, tengamos un déficit de legitimidad aquí, y por tanto tengamos un déficit de libertad. En Cataluña gobierna un charnego porque previamente ha tenido que pagar un peaje de nacionalización (catalanización), pero aun así esto es impensable en el País Vasco de nuestros días todavía. Y son estas cuestiones las que no entienden en el resto de España, me temo, y por eso digo que un partido así, que se quiere sentir de ámbito nacional, sólo tiene sentido para quienes vivimos en el País Vasco o en Cataluña; en el resto de España les resulta, creo, innecesario.
Un saludo y que sepas que me solidarizo plenamente con tus tribulaciones actuales.
PEDRO JOSÉ CHACÓN
Me parece una decisión importante. Estoy de acuerdo con usted en las dos almas del pepé, pero algunos de los motivos que usted invoca me parecen discutibles. No sé bien qué hay de malo en hacer oposición en la calle al gobierno. La calle no es de la izquierda, y nadie tiene una patente de corso para manifestarse, así que no sé qué hay de malo en salir a la calle. La situación no era sencilla. Un gobierno sin rumbo hablando de política con un grupo terrorista. Yo salí a la calle y no me avergüenzo de ello. En absoluto.
Tampoco comparto de del seguidismo respecto a la Iglesia. A mí, que soy liberal, no me gusta la educación para la ciudadanía no porque lo diga la Iglesia o porque hable de cosas que no gustan a la moral católica. No me gusta conceptualmente: el Estado no es quien para forjar las conciencias de los niños; es una labor de los padres y de la sociedad, pero no de un maestro.
En cualquier caso, suerte en su nuevo proyecto. Lo miro con simpatía, aunque tengo la sensación de que en este momento únicamente hay una alternativa para desalojar a zapatero de la moncloa…
1º - Señor Maura, dice usted: “El gobierno del PP introdujo a España en una guerra…” Por curiosidad, ¿qué le parece la situación de los soldados españoles en Kosovo, Líbano o Afganistán? ¿Se trata de guerras o van de merendola?
A mí no es la derechización del PP la que me preocupa, sino la del PSOE. Derechización por contagio con el nacionalismo y la fragmentación de la idea de ciudadanía torpedeándola con todo tipo de particularismos, sexuales, étnicos, edad…
En el País Vasco no estamos ante conflictos ideológicos sino identitarios. El señor Chacón parece ver bien claro que la batalla identitaria se plantea en términos de humillación y orgullo. Así intenta crear una identidad maketa para oponer a la identidad nacionalista. Libro que le recomiendo.
En términos identitarios, hay que ver cómo ha hecho el ridículo la emigración de izquierdas en el País Vasco.
Enhorabuena por el blog.
2º - Señor Chacón, ojeando blogs le encuentro por aquí. Me he leído su libro. Para que entienda usted la fuerza de la identidad vasca le recomiendo la lectura de los comentarios de los lectores de “La Identidad Vasca en el Mundo: Narrativas sobre Identidad más allá de las Fronteras” en el portal de amazon.com (libro que no conozco)
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Ve, los vascos pueden seguir siéndolo en cualquier parte del mundo. ¿Por qué los españoles no?, ¿por qué tienen siempre que asimilarse?, ¿por qué no tienen orgullo? Reflexione, a ver si de su propuesta de Identidad Maketa alguien puede extraer el orgullo suficiente que oponer y competir con la identidad vasca nacionalista. ¿Por qué le da vergüenza oponer sin más una identidad española, ibérica, visigoda, celta…? La que quiera, ¿pero no ve usted que su propuesta Maketa es perdedora?
Y se confunde usted, el nacionalismo no surge para excluir al emigrante, sino para someterlo. El nacionalismo necesita al emigrante, pero le necesita sumiso, tras la zanahoria imposible de la vasquidad.
Y le voy a decir algo terrible, altanero y despreciable por mi parte. Los nacionalistas vascos jamás hubieran entrado en Bilbao si no llega a ser por los apañoles. Los vascos teníamos a nuestro fascismo borono a raya hasta que llegaron los apañoles, a chuparles el culo. Especialmente los que se decían de izquierdas, todos empeñados en tunearse para ganarse la vasquidad, demostrando obediencia a través del cumplimiento riguroso de la liturgia étnica que los nacionalistas les proponían. Al fin y al cabo es lo que han hecho los apañoles toda su vida, demostrar obediencia a través de una liturgia.
Ellos encumbraron al borono como nadie antes lo había hecho. Ellos son los que se han sometido a las reglas de vasquidad que los nacionalistas han establecido. Los vascos nos partimos la caja con las reglas de vasquidad nacionalista. Lo que para nosotros es tronchante para los apañoles es objeto de veneración y genuflexión. No he visto chupaculos étnicos más rastreros en mi vida. Hay que verlo para creerlo. Tienes que escucharles con que desesperación dicen sus oportunistas Aitas. ¿Qué vínculo emocional puede un emigrante tener con esta palabra? ¿Qué razón le puede llevar a emplearla sino su sumisión a lo que dicta el entorno? ¿Se da cuenta un apañol que cada vez que dice Aita está legitimando un sistema de sumisión que le convierte en súbdito? Por no hablar de los inverosímiles nombres que ponen a sus hijos, o cómo se hacen los campechanos, cómo copian hasta el último gesto para su representación de ese que ellos creen el modelo a seguir, el olentzero.
Es cierto que se les humilló y se les hizo sentir culpables – el viejo truco – para luego darles la receta para que se curasen: la obediencia a las reglas de la asimilación que ellos establecían. La asimilación en sí no era lo importante, lo importante era y es la obediencia. El respeto a lo que los nacionalistas deciden qué es lo vasco. Y la jerarquía que ello supone. Ha sido el apañol el que con su sumisión ha jerarquizado la sociedad vasca con el nacionalista en la cúspide.
Personalmente, la identidad étnica me la pela, no necesito consumir ningún producto identitario. Mis cuestiones de identidad no tienen una respuesta étnica. Vamos que no voy a comprar su producto ni el sistema identitario nacionalista. Pero me choca que los vascos, vayan donde vayan, sean fieles a sus usos sociales y los apañoles no. Siempre se asimilan. ¿De qué etnia son los castellanos, manchegos, extremeños…? Fabríqueles usted una identidad a estos desetniados hambrientos de vínculos “trascendentes”. Pero créeles una minimamente consistente, una que tenga un mínimo de posibilidades, una identidad de la que puedan extraer algún orgullo, que el espectáculo comienza a ser denigrante. Cree algo que les vacune contra la humillación, les proporcione autoestima y no les haga tan maleables. Fabríqueles algo con posibilidades y correrán a comprar orgullo. No lo dude.
He disfrutado con su libro.
Un saludo.
Hola Benjamín, de entrada permíteme que nos tuteemos, creo que eso facilita la comunicación.
En primer lugar, vamos a agradecerle al blog de Fernando Maura haber podido contactar, ¿no?
Y en segundo lugar, me alegro que el libro te haya hecho disfrutar con su lectura, al fin y al cabo, se trata de eso, ¿no?
Y en tercer lugar, voy a entrar con mucho gusto en los comentarios que haces sobre el libro y lo que te ha sugerido o lo que te ha hecho decirme, con tonos a veces un tanto desaforados que yo te pediría que rebajaras un pelín, porque creo que redundará en que nos entendamos mejor:
En ningún caso pienses que yo reniego de mi condición de español. Lo digo en el libro y también explico por qué elijo la versión maketa en lugar de la española sin más. Te lo diré de nuevo: lo que ocurre es que viviendo en el País Vasco, y en el estado de las autonomías en el que estamos, decir español no me identifica suficientemente, es como un señor extremeño que dice que es español, muy bien, pero tampoco tendrá ningún inconveniente, sino todo lo contrario, en decir que además es extremeño. Pues lo mismo en mi caso: también reivindico mi propia identidad local, regional si quieres, territorial de aquí, no sé, llámala como quieras, y ahí entra la identidad maketa. Ser maketo, para mí, sería estar en la misma situación que cualquiera que habla de su autonomía en España y que se dice perteneciente a ella y que los demás ubicamos perfectamente. Lo que ocurre es que con decir que soy vasco no digo nada para mucha gente, quiero decir que siembro más dudas que certezas. Muchos maketos dicen que son vascos, aquí y fuera de aquí, como sabes. Y no les faltan motivos para decirlo, como comprenderás, vivimos todos en la comunidad autónoma vasca, por tanto somos vascos, hasta ahí correcto. El problema, digamos así, es qué entendemos por ser vasco. Y hay muchos aquí (y no estamos hablando de gente marginal sino de los que manejan la política autonómica y provincial actualmente) que consideran, como sabes, que ser vasco es asumir la ideología nacionalista vasca, porque si no no eres vasco, salvo..., salvo que tengas los apellidos. Entonces sí, puedes ser vasco, nadie te lo podría negar, sobre todo fuera de aquí, aunque fueras vasco traidor, renegado, pero al fin y al cabo vasco. Si no tienes los apellidos y no aceptas las premisas nacionalistas vascas entonces, majo, a saber qué es lo que eres, y aquí entra todo lo que quieras: español, maketo, apañol como tú dices, lo que quieras.
Por otra parte, Benjamín, tú en tus palabras te reivindicas como vasco, lo dices en tu texto: “los vascos teníamos a nuestro fascismo borono a raya hasta que llegaron los apañoles...”; “los vascos nos partimos la caja con las reglas de vasquidad nacionalista”; “lo que para nosotros es tronchante...”. Con lo cual, sin advertirlo a lo mejor, estás asumiendo, sin querer tal vez digo, el principal de todos los productos identitarios, la autodenominación de “vasco”.
Por otra parte te distancias de lo vasco cuando dices “me choca que los vascos, vayan donde vayan, sean fieles a sus usos...” E intentas la distancia definitiva cuando dices que “la identidad étnica me la pela, no necesito consumir ningún producto identitario”. Pero aunque obviáramos tu asimilación a lo vasco cuando te autodenominas vasco y dices “nosotros”, y aunque te autodefinas como formando parte eso sí (bajo la etiqueta de vasco) de una ideología que mantiene a raya a los boronos fascistas, caes en la mayor de las trampas del nacionalismo, cuando entras en el juego identitario de la historia del pueblo vasco porque seguro que tú no vivías todavía cuando llegaron aquí los primeros maketos, y sin embargo estás diciendo que “los vascos teníamos a nuestro fascismo borono a raya...”, como si tú estuvieras vivo y presente, formando parte de un supuesto pueblo vasco, que tuviera a los boronos descarriados fascistas a raya... A mi modo de ver esa frase que escribes requeriría una reflexión por tu parte. El lenguaje nos tiende trampas continuamente, vivimos a expensas de él, amigo Benjamín, y mi libro es un juego de lenguaje, donde los términos rondan por nuestras cabezas, dándonos orgullo o procurándonos humillación.
Y al hilo del orgullo y la humillación, ¿por qué consideras que la identidad maketa es una apuesta perdedora? Que hayas leído mi libro es ya mi principal victoria y estoy muy orgulloso de que lo hayas leído. ¿Te parece poca cosa mi orgullo de escritor respecto de quien es su lector, de ti en este caso? Para alguien que escribe su primer libro es lo más grande que hay.
La identidad maketa no existe en la realidad social, nadie quiere ser maketo ni definirse como tal. Estamos hablando, por tanto, de una posibilidad que sólo existe por la lectura de este libro mío. La identidad maketa, en realidad, sólo está en este libro, aparece materializada en él y en quienes lo leen, como tú. La apuesta es el propio libro, no la identidad como tal, que ya hemos dicho que no existe en la realidad. En la realidad social estamos de acuerdo que nadie quiere ser maketo. Se considera un insulto, es tabú. Aunque si te paras un tanto, la reflexión que esto provoca es, creo, la siguiente: ser maketo no es un insulto como tal, para ser un insulto tendría que entenderse por todos los que hablamos castellano o español como un insulto, y no es así. Para ser un insulto la palabra necesita una serie de condiciones que la acotan muchísimo: tú le dices maketo a un señor de Guadalajara, por ejemplo, fuera del País Vasco y no le dice nada, seguramente le mueve a curiosidad por saber qué significa. Ser maketo sólo tiene sentido despectivo si procede de un nacionalista vasco nativo y es dirigido a un inmigrante y dicho dentro de los límites de la comunidad autónoma vasca. Fíjate si necesita de condiciones para ser un insulto. Y además en todo el País Vasco no está generalizado el concepto. Parece ser que en San Sebastián y alrededores se utilizaba más el término “cacereño”.
El problema, en definitiva, amigo Benjamín, es que somos muchos, como ves por las estadísticas. Y los mestizos maketo-vasco en sus diferentes gradaciones, probablemente son la inmensa mayoría en este país. Pero falta que alguien les diga a estos mestizos, que sólo alardean de su lado nativo, qué significado tiene ese Martínez que llevan malamente a cuestas, o ese Pérez, o ese García, y nadie se lo dice. Todos somos vascos, siempre que sigamos las directrices de quienes tienen la patente de vasco en propiedad. Y nadie se atreve a decir otra cosa. Supongo que el terrorismo habrá tenido mucho que ver en esto, claro, porque esto sólo ocurre desde la Transición para acá. Antes no y fíjate si los inmigrantes llevan aquí tiempo ya.
Que el nacionalismo surje para someter a los maketos, en lugar de para excluirlos. Bueno, creo que podríamos discutir los términos, pero al fin y al cabo no creo que variara mucho la cuestión: surge, en definitiva, por causa de los maketos, por causa de la invasión maketa, como se decía entonces. Lo de los Fueros no es motivo para que surja el nacionalismo, es un condicionante del país, pero fueristas eran los carlistas, y mira cómo se levantaron en Navarra a favor de Franco. El verdadero motivo son los maketos. Para someterlos en lugar de excluirlos, tanto me da para el caso.
En fin, un saludo, Benjamín. Y de nuevos gracias al blog de Fernando Maura por permitirnos este diálogo amistoso.
*El hecho de dirigirme a un nombre real desde uno ficticio convierte mi tono no en desaforado, sino en mezquino. La inercia de los foros de Internet. Pido perdón por ello. También pido disculpas a F.Maura por esta utilización abusiva de su blog. Pero no siempre se encuentra uno con el autor de un libro leído que encima responde.
Hola Pedro José.
Por supuesto que he disfrutado con el libro y enhorabuena por el mismo. Muchas argumentaciones pienso utilizarlas. Pero tu propuesta de identidad Maketa me parece que lo único que pretende es acceder a la vasquidad agachándose por la puerta de servicio, en vez de entrar erguidos por la puerta igualitaria de la ciudadanía. Ese es el error, intentar acceder a la identidad vasca y no a la identidad ciudadana. El apañol no debe pretender la vasquidad sino la ciudadanía. Así podrá ser persona, ser ciudadano, sin tener que renegar de sí mismo, de su hispanidad, o lo que sea. Así surgirá en el País Vasco la variedad y el necesario mestizaje que su acomplejamiento imposibilita. La uniformidad social actual asusta. (Observa que para el título de tu libro has escrito “Maketa” con la K del régimen, fiel a la ortografía de la sumisión. No es baladí.)
1 - Soy vasco según el otro criterio de vasquidad que subyace en tu libro, y que tú mismo das por válido en tu contestación: los apellidos. “ser vasco es asumir la ideología nacionalista vasca, porque si no no eres vasco, salvo..., salvo que tengas los apellidos. Entonces sí, puedes ser vasco, nadie te lo podría negar, sobre todo fuera de aquí, aunque fueras vasco traidor, renegado, pero al fin y al cabo vasco.” ¿Me importa? Nada en absoluto. Mi vasquidad es hija del azar, soy hijo y tataranieto de vascos. Aún así, entre avergonzarme o enorgullecerme de este azar, al contrario que los apañoles, prefiero lo segundo. Mi vasquidad es instrumental, la utilizo de parapeto porque en los tiempos de la asimilación los apañoles intentando ganarse la vasquidad no sólo son ridículos, son peligrosos. Ahí tienes las siniestras cabriolas de un tal De Juana Chaos.
Como en la discusión identitaria cotidiana argumentar es inútil y los insultos son mucho más eficaces… desde esta posición lo hago mucho más a gusto. A la borrokada apañola de mi pueblo lo que más les jode, perdona la expresión, es que les diga la verdad, o sea, que son apañoles. Y esto se hace con más tranquilidad desde esta vasquidad de los apellidos, simulando tranquilidad y altanería. Así reconvierto los esfuerzos de asimilación de los apañoles en lo que verdaderamente son, ejercicios de docilidad para ganarse la condición de súbditos, no la de ciudadanos. Se suben por las paredes cada vez que me burlo de su afición al santoral sabiniano (¿son esos nombres vascos?). En definitiva, me desahogo, que en los tiempos que corren no es moco de pavo. Este posicionamiento elitista me permite mantener la libertad de expresión en plazas bastante difíciles. Ya ves, adoptar un punto de vista étnico riguroso y diferenciar la etnia de la ciudadanía sólo me da ventajas.
El otro día discutía de política con un asturiano de origen, un borroka con mucha Kale. Mucha muchisima, padre en cárcel y todita la familia en la causa. Y empezó a hablar que si los españolazos no sé qué que si los españolazos no sé cuantos. Le di la razón. Y saque este discursillo fácil de los españoles disfrazados de vascos. Y comencé a llamarle español como insulto. No directamente – tampoco es cuestión de que me partan la cara - sino a través de todos los que son como él. “Mira todos esos españoles que vienen aquí a disfrazarse de Olentzero y se ponen esos nombre, Garikoitz López y demás invenciones horteras que jamás han existido en el País Vasco.” Él tiene un nombre así. Utilice su odio a lo español para meterle a él dentro.
Se me puso granate. En un momento dado me dijo. Vosotros los vascos con todos vuestro erreache y todos vuestros larguísimos apellidos no habéis hecho nada. Sois unos esnobs. Le di la razón. La tenía.
“Los españoles hemos hecho por euskalherría mucho más que todos los vascos juntos” No pude menos que volver a darle la razón. La frase, no me digas, merece ser enmarcada. El siguiente peldaño en su razonamiento, y yo volvería a darle la razón, sería “Los españoles somos más vascos que los vascos que sois unos españolazos”. Pero no pude escucharlo porque la cosa se estaba poniendo fea y fuimos caritativamente interrumpidos.
Así las palabras venenosas se anulan unas a otras y quizá también se anule el fanatismo. En la duda, en el absurdo, en el ridículo - bienvenido - el fanatismo deja de ser peligroso.
Con este tipo nunca vas a conseguir razonar. Llevaba veintipico años discutiendo con él. Y jamás había movido un ápice su posición. Al final de toda discusión en la que él hacía esfuerzos por hacerse el razonable siempre terminaba diciendo. “Sí, sí, lo que quieras pero yo me siento vasco y no soy español”. Al menos esta vez conseguí aturdirle. Y no es poco. Algo tan fácil como decirle lo evidente a un rey desnudo: eres español. El otro día en un bar me evitó. Nunca antes lo había hecho.
De cualquier forma, yo también creo que es inútil llamarles españoles. Pero no sabes lo agustito que me quedé poniendo las cosas en su sitio. Haz la prueba, aunque sólo sea como experimento.
Jamás he discriminado a nadie por emigrante, ni he pretendido ventajas por vasco. Pero manda huevos que ahora estos mismos emigrantes voten opciones que quieren discriminarme a mí y a los míos.
2 – Dices: “Muchos maketos dicen que son vascos, aquí y fuera de aquí, como sabes. Y no les faltan motivos para decirlo, como comprenderás, vivimos todos en la comunidad autónoma vasca, por tanto somos vascos, hasta ahí correcto.” ¿Correcto! Nooooo. Seréis ciudadanos vascos, pero no sois vascos. Lo sois en sentido jurídico, como sujetos de derechos, pero no lo sois en sentido étnico. Es una faena que el nombre del territorio coincida con el nombre de una supuesta etnia porque crea mucho confusionismo. Si nuestra comunidad se llamase Tururú, estaría de acuerdo contigo.
Uno de los grandes problemas europeos, de sus Estados clásicos y sus regiones, es la vinculación de la etnia con un territorio. Esto hace que la idea de ciudadanía esté peligrosamente vinculada a la de etnia. Tanto que hasta dinamita e imposibilita la ciudadanía, o sea, la democracia. Y surgen estas sociedades estamentales regidas por el juego étnico.
Fíjate en esta frase de Garaikoetxea, sacada de una entrevista, tan similar a la tuya: “Soy vasco porque soy navarro.” Una frase que en apariencia no tiene mayor misterio. Garaikoetxea hace lo mismo que tú, deduce de un criterio territorial “soy navarrro” uno étnico “soy vasco” y los vincula a su identidad. Esa concesión, esa aparente generosidad de hacer vascos a todos los vinculados con el territorio navarro tiene trampa. No entiendo cómo puedes asumirla. Cuando un nacionalista vincula etnia y ciudadanía en la definición de su propio ser no lo hace de forma inocente. Se está arrogando un poder que no le corresponde en una sociedad democrática, el de la definición y la gestión de la identidad-ciudadanía. La imposición de una identidad vasca, tal y como él la entiende, a todos los navarros. La identidad aparece así como el instrumento de poder de última generación que al unirlo a la ciudadanía les permite mandar siempre en una sociedad estamental similar al Antiguo Régimen. En realidad, “vasco es lo que yo digo y tú haces lo que yo digo”. “Aquí mando yo, o nosotros.” Y el que quiera escalar en la pirámide social tendrá que someterse a las reglas de vasquidad que nosotros establecemos.
Cuando el nacionalista tan generosamente te concede la vasquidad lo hace para someterte. Desde el momento en que aceptas su regalo quedas sometido porque has permitido que sea él el que establezca las concesiones. Le aceptas en un rol que él se ha autoasignado, el de concesionario de la vasquidad, ingeniero de la identidad, sumo sacerdote… y de paso, te conviertes en súbdito.
Además es falso, Garaikoetxea, como toda la elite nacionalista, se considera a sí mismo vasco no porque haya nacido en Navarra, sino porque tiene apellidos vascos. Y tú sabes que es así. ¿Qué criterio crees que utiliza Ibarretxe cuando afirma que somos 9 millones de vascos?
Es una forma pueblerina de apoderarse de un territorio, como si en Navarra nunca hubiese habido gitanos, árabes, moriscos, visigodos, judíos, romanos, celtas, subsaharianos, rumanos… y perros de agua en las más ricas combinaciones de todos ellos. ¿Todos los navarros son vascos? Esto es absolutamente falso. ¿Por qué quiere imponer el carácter vasco a toda Navarra y a sus navarros? Si cuela, cuela.
En USA está frase, y la tuya, lo siento, sonarían a nazismo en estado puro, y lo son. Nadie en USA dice Soy inglés o caucásico porque soy Americano. Soy comanche porque soy de Dakota. No por nacer en Florida alguien se convierte en indio seminola. Si tú naces y vives en China no eres un chino. Eres un X que ha nacido en China. ¿Los hijos de dos vascos emigrados a USA qué son si no vascos? Serán ciudadanos americanos, pero no son apaches. Por mucho que hagan el indio como unos que yo me sé.
Este es un problema añadido del etnicismo europeo, su vinculación a un territorio. En USA no ocurre esto. Uno puede perfectamente ser vasco y ser ciudadano americano. En un territorio pueden convivir infinidad de etnias. Se nota por la calle, hay una variedad y una riqueza cultural envidiable. Ser ciudadano americano no implica homogenizarse a una caricatura. El mestizaje es posible, la asimilación no es la norma aunque también se dé. Renegados que se avergüenzan de su origen los hay en todas partes. Mexicanos que hacen esfuerzos por olvidar su lengua y les ponen a sus hijos nombres WASP. Los americanos tienen un sistema social que se enorgullece de su melting pot y generan valores colectivos que vacunan a la gente contra todo tipo de homogeneización étnica.
3 - Otra cosa es que todos esos ciudadanos que tras pasar unos días en el País Vasco quieran decir que son vascos, como si la estancia o la tierra les hubiese vasquizado porque los apañoles siempre han visto en la vasquidad una ciudadanía de primera categoría a la que aspiran desde hace siglos. Son tantos siglos de privilegios ocupando los mejores puestos en la administración, en la iglesia y en el ejercito que los españoles parecen tener la superioridad vasca grabada en el instinto.
Es un hecho objetivo, no es que el vasco se considere superior al español, es que el español considera superior al vasco. Y contra esta neurosis es muy difícil convertir al español en aliado de los no-nacionalistas. De hecho resulta mucho más sencillo lo contrario, lo que vemos todos los días: el acomplejado español aliado del nacionalista, e incluso diciendo de sí mismo que es vasco.
4 - ¿apuesta perdedora?
En una identidad colectiva subyace una dimensión trascendente, es más una religión que una ideología. Para conseguir esto una etnia tan virulenta como la vasca, lo hace fabricando un relato que se hunde en el pasado más remoto y promete un futuro feliz al que, paradójicamente califica como un tiempo exacto al pasado. Se trata de recuperar este pasado ideal y remoto. Al situar la utopía en el pasado consigue un tiempo inmóvil, una sensación de inmortalidad, el pasado y el futuro conviven en el tiempo simultáneo del paganismo primitivo, un círculo vicioso.
Tu relato tiene un origen muy reciente. Alguien sí puede extraer orgullo del hecho de la emigración, pero no se puede crear del hecho de la emigración una identidad étnica. Sí se podría crear una identidad humana, porque la historia del hombre es la historia de la emigración. Pero la gente en estos tiempos sin valores universales lo que anda buscando son particularismos para relacionarse con ventaja en los espacios próximos. La emigración no puede ser elemento constituyente de tu propuesta de identidad. En serio. ¿crees que va a convertir la maketanidad en orgullo? ¿crees que el apañol es capaz de semejante cosa?
Los norteamericanos sí consiguieron extraer orgullo del hecho de la emigración cuando se opusieron a los ingleses, tanto que aún hoy se definen a sí mismos como Yankees, el insulto elaborado por los ingleses, y hasta reconvirtieron en himno la canción con la que los ingleses les denigraban. Yankee Doodle Dandy. Se enorgullecieron de su condición de perros de agua, de su origen confuso, de su ausencia de identidad étnica. Lucharon y vencieron, pero no crearon una identidad étnica. Crearon una identidad ciudadana, al menos para los de origen europeo.
FIN: Dicho todo lo anterior, demasiado, estoy de acuerdo contigo en una cuestión sustancial y a la que tú, que yo sepa, has sido el primero en hincar el diente: la determinante importancia electoral del Maqueto. Actualmente él es el principal baluarte del nacionalismo. Nuestro futuro depende de él, de que tenga un orgullo y una identidad que oponer al nacionalismo, de que sea consciente de su propia fuerza y de que deje de hacer el ridi. En mi opinión, tu diagnóstico es brillante, tu remedio erróneo. Tu propuesta no lo consigue porque creas una identidad sometida a la vasquidad.
Un saludo
Benjamingrullo
A ver si ponemos un poco de orden en nuestras ideas respectivas, porque si no me temo que nos podemos eternizar en discusiones bizantinas. Porque lo primero de todo, pienso, a la hora de intercambiar pareceres, es saber en cada caso lo que piensa tu interlocutor. Yo creo que en eso, también, juegas con ventaja: tienes mi libro delante. Aunque también hay comentarios que me haces, como lo de la “ka” de maketo, o lo de proponerme como salida la identidad ciudadana, que los trato, creo que cumplidamente, en mi libro. No obstante, no me importará comentarlos una vez más, si con eso contribuyo a que explicar mejor lo que propongo. Porque lo que propongo creo que da solución a esas dos interpretaciones concretamente, que son el núcleo de tu anterior argumentación, a mi juicio.
Bien. Yo creo que podemos estar de acuerdo en que aquí hay un error de principio en mucha gente, que se cree que por vivir en el País Vasco es vasca. Esto lo digo en el libro muchas veces. ¡Pero si en el fondo es la causa principal de que yo haya escrito este libro! Yo decía en un sentido cívico, ciudadano, lo de que, por principio, y como dice el Estatuto de Autonomía, vasco es todo aquel que vive y trabaja y contribuye en la Comunidad Autónoma Vasca. Entonces tú me dices que no, que una cosa es ser vasco y otra ser ciudadano. Me ofreces la vía de la ciudadanía para sentirme de aquí. Pero te falta decir ciudadano, ¿de dónde? Porque supongo que no me estarás hablando de una ciudadanía universal, abstracta, indeterminada, ilocalizada. Yo, en el capítulo de mi libro dedicado al tema (Constitucionalismo versus nacionalismo), ya hago referencia a este problema. Y perdona que me refiera a mi libro de nuevo, pero es que el asunto está tratado ahí. Y ahí digo yo precisamente lo mismo que me estás diciendo a mí tú mismo: que no sirve la reivindicación de la ciudadanía en el País Vasco, cuando, por una parte, quien la reivindica no concreta de dónde, y por otra cuando los propios nacionalistas vascos tachan a quienes la reivindican de españolistas camuflados. Por tanto, la solución que me ofreces no me sirve porque esa solución es la misma que le ofrecen a sus votantes los propios partidos constitucionalistas, y aquí volvemos entonces al problema del principio. Yo quiero sentirme de un sitio, quiero ser de alguna parte, quiero identificarme con el país donde vivo. Y si un vasco nativo me dice que ser vasco es un rasgo étnico al que yo no puedo aspirar ni en sueños, pues a ver qué salida tengo, qué solución tengo para sentirme de aquí. La salida de la “hispanidad” que comentas a mí no me sirve en este caso. La hispanidad para mí es algo muy querido. Ahora precisamente he estado con gentes de la América hispana y portuguesa en un congreso en Madrid y no veas lo que te reconforta sentirte tan próximo sentimental e intelectualmente de gentes que viven a miles de kilómetros de nosotros. Pero mi problema es otro previo al de la hispanidad. Mi problema es que en mi tierra, donde nací, donde vivo y contribuyo con mis impuestos, por el hecho de no pertenecer a la estirpe inmemorial de un pueblo singular, el vasco, me quedo sin pertenencia local, territorial, regional si quieres. Porque tampoco quiero quedarme en ser español únicamente. Eso ya sé que lo soy y no podría ser otra cosa. Yo quiero también ser alguien, ser algo en mi tierra de nacimiento, en mi patria chica digamos así. Y si no puedo ser vasco porque este término está exclusivizado por quienes tienen los genes (habría que ver qué genes, porque se supone que todos tenemos los mismos si somos de la misma especie) o mejor por quienes tienen los apellidos (esto es más evidente, es más real y más humano digamos), pues a ver cómo me autodenomino yo y la gente a la que le podría corresponder también mi misma denominación. Estamos, en resumidas cuentas, amigo Benjamin, ante un problema de denominación, que encierra otro más grave, de reconocimiento.
Sí, es cierto, hay muchos inmigrantes, muchísimos, que cuando llegaron aquí quisieron ser vascos al día siguiente. Y muchos nativos, principalmente los nacionalistas, se encargaron de decirles desde el principio que de eso nada. La solución es complicada. Pero repasemos la historia y el presente que tenemos. Las estadísticas están ahí y también las recojo en mi libro: las personas que tienen en 1990 los dos apellidos vascos en el País Vasco son el 20 % aproximadamente, en Navarra alguna décima más. Y eso sin contar que detrás de esos dos primeros apellidos vascos no haya ninguno de fuera. O sea que los nativos, hoy en día son una minoría en el propio País Vasco. Lo mismo se podría decir de los maketos puros, sin ningún apellido vasco. En resumidas cuentas, el grueso de la población que vive en el País Vasco, a día de hoy, es mayoritariamente mestizo, en diversos grados, de vasco y maketo. Esto es lo que tenemos. Y cómo podemos denominar a esa población? Ten por seguro que la mayoría se autodenominarán vascos apelando aunque sea al único apellido vasco de su prosapia familiar. Y si hablamos de un maketo puro que se quiera autodenominar vasco, independientemente de que tenga todo el derecho a hacerlo, puesto que vive, trabaja y contribuye aquí y así está considerado por las leyes, lo que sí podemos decir es que si le ofreces la condición de identidad ciudadana le dejas como estaba, no dices nada sustancial al asunto. Eso hay que concretarlo. ¿Estás dispuesto a hablar de ciudadano-vasco? Porque si me dices que lo de vasco nada de nada para quien no lo sea por etnia, entonces sólo me dejas una salida: ciudadano-maketo. Y eso es lo que yo estoy defendiendo en mi libro. La realidad de una ciudadanía viviendo en el País Vasco en pie de igualdad y luego cada uno que sea lo que sea o lo que quiera ser: vasco, maketo, mestizo. Porque la realidad es muy tozuda, amigo Benjamin, y yo también soy exigente con esa autenticidad que pretendes, esto es, que cada uno sea lo que es, sin subterfugios, sin complejos. Yo he escrito un libro para que los maketos que van de vascos reconozcan que ante todo son maketos y estén orgullosos de ello. Y yo creo que si simpatizas con este libro es porque por primera vez te habla en el mismo lenguaje que hablas tú: vascos frente a pseudo-vascos que no lo son ni lo podrán ser jamás.
De ser consecuentes con una doble denominación, o triple si queremos ser más exactos, de vasco, maketo y mestizo, quizás habría que ir pensando en cambiar el nombre de nuestro país, y llamarlo algo así como País Vasco-Maketo, como sugerí en la entrevista en Diario Vasco a la periodista, muy incisiva por cierto, que me la hizo.
Lo que ocurre, lo repito una vez más, es que estamos en minoría, tanto los vascos genuinos como los maketos genuinos. La mayoría es mezcla, pero mezcla que sólo reivindica su lado vasco, y eso es lo que resulta descorazonador, tanto para ti como para mí, ¿o me equivoco?
Tu lenguaje a mí me resulta familiar porque es el que he oído siempre a mi alrededor procedente de las gentes autóctonas que he conocido. Luego es cierto que el nacionalismo vasco se ha hecho “borono” como dices tú, y creo que “borono” en tu lenguaje es paradójicamente aquél que le ha dado al maketo instrumentos para integrarse pero de manera subordinada. Y el maketo los ha cogido sin rechistar. ¡Pobres maketos! ¿no?, se les ofrecen las migajas: hablar una lengua batua que tuvo que ser confeccionada ex profeso para ofrecérsela a los maketos como forma de integración, hacerles odiar a España, a sus propios orígenes, para poder ser admitidos como vascos, pero siempre en un escalón inferior al autóctono, al nativo, al guardián de las esencias. Es un poco locura todo esto, ¿no te parece?
Pero si te parece mal la inautenticidad de los maketos, cosa de la que yo también abomino y, repito, es por la que escribí este libro, ¿qué salida se les ha dejado en todo este tiempo? Y la cuestión del terrorismo, qué te parece, ¿no crees que ha contribuido como ninguna otra a que los maketos tengan que disfrazarse de vascos, tengan que tunearse como tú dices, como hicieron los judíos en tiempos de la Inquisición? Y ahí están los ejemplos incluso de maketos abertzalizados, de los que muchas veces se dice que son los peores de todos, como síntoma supremo de esquizofrenia colectiva.
Creo que, por debajo de aparentes discrepancias, estamos en el fondo de acuerdo: los dos buscamos, creo, la autenticidad, que cada uno sea lo que es y esté orgulloso de serlo. Me dices que la identidad maketa está subordinada a la vasca. Yo en eso te tendría que decir que, en efecto, si no hubiera sido por la identidad vasca, la identidad maketa no hubiera sido necesaria. La identidad maketa tal como la entiendo yo en el libro, que quede claro. Porque por ahí ha salido también en algún blog que lo de maketos ya no existe, después de tres o cuatro generaciones viviendo aquí. O que lo de maketos es cosa de nuestros aitites (como si los maketos hubieran tenido aitites, en esto también de acuerdo contigo).La identidad maketa es la de los inmigrantes que vinieron aquí de otras partes de España, a trabajar, y la de sus descendientes, siempre y cuando no se hayan cruzado todavía con población autóctona. Porque aunque Sabino dijera que maketos son todos los que viven en España, fuera del País Vasco se entiende (aunque cuando él lo dijo sólo pensaba en su propio territorio histórico: Vizcaya o Bizkaia, como quieras), lo cierto es que el carácter excluyente o discriminatorio sólo cuenta para el maketo que vive aquí: ya me dirás lo que le importa a un señor de Guadalajara que un vasco de Bilbao le llame maketo. Pero a lo que íbamos, es cierto, repito, que sin un vasco que le discrimine o que se diferencie respecto de él, un maketo no tiene sentido. Y esto no significa que el maketo se someta al vasco, a mi juicio, creo más bien, tal como lo entiendo yo, que el maketo lo que hace es aceptar una realidad irrefutable y que le distingue claramente de cualquier español que no viva en el País Vasco: la de que el vasco nativo no quiere que nadie le confunda ni se confunda con él. Vasco es él. Los demás que vivan en el País Vasco son otra cosa. ¿Cómo denominarlos? Me gustaría que me respondieras a esta pregunta. Me puedes decir apañoles. Pero con eso no resuelves nada tampoco, porque si dices que los que viven en el País Vasco y son inmigrantes o hijos o nietos de ellos, no son vascos, hay que ponerles un nombre, porque si no quedan como indefinidos (y a lo mejor esto es realmente lo que se pretende, claro). Los vascos gustan de llamarles españoles, o apañoles como dices tú, ahora que no les llaman maketos o coreanos. Pero estarás conmigo en que españoles son todos los que viven en España. Y yo estoy aludiendo aquí a un problema de localización. ¿Cómo me tengo que denominar yo en relación con el territorio en el que vivo y para que no se me confunda con alguien que viva de antes aquí y que no quiera verse confundido conmigo? Y para que no se me confunda tampoco, muy importante, con todos los demás españoles, que no viven aquí, en el País Vasco, y son andaluces porque viven en Andalucía, murcianos porque viven en Murcia y así sucesivamente. Se trata de eso. Yo quiero tener mi propia identidad local. ¿No hay forma de denominar a eso, viviendo en el País Vasco y sin ser vasco nativo? Si me niegas esta posibilidad es cierto que estás negando el propósito del libro. Esa es la cuestión. Tú dices lo de ciudadanía, pero yo te digo: ciudadanía de dónde. Porque claro que sí, ciudadanos somos todos.
Ya sé que tú sólo hablas de identidades en sentido étnico y rechazas la territorialidad para referirse a nadie en función de dónde viva. Tú sólo hablas en función de lo que eres. Vasco es vasco en España y en América. En cambio los españoles siempre van disfrazándose por ahí, me dices. Puede ser, no sé. Eso puede ser una ventaja o un inconveniente, qué se yo. Hay países que están llenos de inmigrantes, los hicieron los inmigrantes y acabaron prácticamente con la población autóctona. En Argentina pasó eso. En Brasil tres cuartos de lo mismo. Y ya sabes lo patriotas y nacionalistas que son los argentinos con sus cosas, y los brasileños otro tanto. No es la etnicidad lo sustancial en este caso. La etnicidad puede ser un rasgo muy importante de identidad, pero no es el único. La casuística está ahí para demostrarlo. En cualquier caso, aquí también hay una cosa que hay que tener en cuenta, y que también la digo en el libro. Los inmigrantes al País Vasco no fueron allí pensando en hacerse vascos, esto supongo que lo podrás aceptar, no? Ellos iban a trabajar, a ganarse el pan. Esto aparece en los testimonios de la época. Nadie sabía dónde iba, iban a un sitio donde les daban trabajo. ¿Crees que vinieron al País Vasco a ver a los vascos lo maravillosos que eran y a convertirse en uno de ellos? La motivación, en buena lógica, era puramente material, económica, de supervivencia. El conflicto de identidades vino después, debido a la marabunta de gente que llegó, como salta a la vista actualmente con las estadísticas de apellidos.
La etnia vasca se convierte en nacionalismo cuando reivindica un territorio como propio. Así se explica lo que hace Garaikoetxea con Navarra, según el ejemplo que utilizas. Claro. Por eso tenemos los problemas que tenemos, porque una etnia se reivindica legítima poseedora de un territorio. Si no fuera así no habría lo que hay. Si Ibarretxe dijera que son nueve millones de vascos en todo el mundo, pues nada, muy bien, cada uno a lo suyo. El problema es que de esos nueve millones, un millón (siendo muy pero que muy generosos) de vascos vive en el País Vasco y considera que debe gobernar este país en régimen de exclusividad, como etnia diferenciada. Y quienes no son de su etnia pues a fastidiarse. Esto es lo que hay. Y aún te parece extraño que los apañoles quieran tunearse de vascos? Es la única salida que les queda para ser bien vistos socialmente aquí, son rasgos de convivencia que marcan la diferencia, porque en el fondo, estarás conmigo que los apellidos no se reflejan, salvo en casos muy pero que muy concretos, en rasgos aparienciales determinados (el ejemplo de ir por la Gran Vía intentando averiguar quién es vasco y quién no sería un ejercicio, aparte de estúpido, claro, totalmente infructuoso en sus resultados). Lo de la ciudadanía que me dices no ha funcionado. Nadie se lo cree en definitiva. Aquí sólo cuentan las cuestiones de identidad en sentido fuerte. Otra cuestión es que consideres que la identidad maketa no tiene nada que hacer. Pero bueno, en esto estarás conmigo que se trata siempre de subjetividades. Y considero que la identidad maketa tiene una memoria, unos rasgos de exclusión y de discriminación semejantes a los de cualquier otra identidad oprimida del mundo. Y los maketos en el País Vasco, sin lugar a dudas, pueden considerarse una minoría oprimida, siempre y cuando se reconocieran como maketos, cosa que hoy no se da. Ir de minoría oprimida, por otra parte, requiere también un gasto de energías que no sé si merece la pena. No soy masoquista, qué quieres que te diga. Intento disfrutar con todo lo que hago, lo cual no es poca cosa. Y la idea del maketismo me ofrece una vía de trabajo intelectual y hasta sentimental con la que me encuentro a gusto. Voy a contracorriente, lo sé, no creo que a los maketos de hoy en día les guste demasiado verse reconocidos como tales. Pero a mi juicio es la única forma, el reconocimiento de lo propio y el orgullo por nuestra identidad, de superar, a la larga, claro, lo que tenemos aquí. Y no creo que haya que insistir mucho en que no tengo ningún interés por hacerme pasar por vasco. Sería una estupidez por mi parte. Además que, sinceramente, no les envidio en nada salvo en una cosa: que han conseguido convencer a todo el mundo de que es inevitable que ellos manden por siempre jamás aquí, en el territorio que compartimos todos, vascos, maketos y mezclados. Y además cuentan con una guerrilla armada que ejerce de guardián de las esencias, amedrentando a todo aquél que se atreve a cuestionar semejante dominio, de lo cual no tengo, créeme, ninguna envidia, más bien todo lo contrario, me horrorizaría pensar que mi propuesta pudiera acabar así, con lo cual, visto lo visto, casi mejor que no tenga demasiada audiencia.
A mi juicio el problema vasco es un problema de reconocimiento de identidades. Pero estarás conmigo que a la identidad vasca no le interesa reconocer una identidad extraña a ella que viene al País Vasco y representa hoy por hoy la mitad o más de la población total. El nacionalismo surge para defender su propia identidad frente a los que vinieron de fuera. La historia contemporánea del País Vasco y de España, sin embargo, no ha ayudado mucho a que eso se encauce por vías civilizadas. Y siempre hay la necesidad de crear una dialéctica de víctimas y opresores porque lo que intenta el nacionalismo es siempre sobrevivir, mantener el poder como sea. Todo vale con este propósito. Y lo peor, quizás, para personas como tú, vascos de etnia, es observar cómo con ese propósito se está perdiendo la esencia de lo que se quiso defender: en los partidos nacionalistas entra cualquiera con tal de defender esos objetivos. Se trastoca el propósito inicial, se confunden objetivos con medios y luego sale lo que sale.
No creo que los españoles estén como maravillados con la identidad vasca, como dices (“los apañoles siempre han visto en la vasquidad una ciudadanía de primera categoría a la que aspiran desde hace siglos”). Esto valdría para el País Vasco únicamente, no para el resto de España. Y no desde hace siglos sino solamente desde que los maketos llegaron aquí en grandes cantidades, desde finales del siglo XIX. Lo que sí ha ocurrido es que los vascos han sido alguien en el mundo gracias al Imperio hispánico, o español, o como quieras llamarlo. De ahí deriva su presencia en América. Y los nueve millones de vascos que, yo no lo sabía, me dices que reivindica Ibarretxe, pues tienen mucho que ver con esa diáspora favorecida por su salida natural a América y a la propia España (donde según las estadísticas hay cuatro millones de personas con apellidos vascos, el doble del total de los habitantes del País Vasco). La identidad vasca, por tanto, se siente agusto dentro del ámbito español o hispánico, como quieras, porque secularmente ha salido muy favorecida, eso es así, lo cual también redunda en la desgracia del maketo, español expulsado de su lugar de origen por condicionantes económicos insuperables y recibido como lacra social y cultural por parte de los nativos de un territorio secularmente favorecido por esa misma España de donde precisamente, con motivo de la explotación minera de finales del XIX y la consecuente industrialización, llegan en manadas los españoles que no tienen con qué para sobrevivir.
Otra cuestión principal de tu texto es la relativa al término maketo. Lo de la “ka” que parece síntoma de sumisión, según me dices. A mí me hace gracia, dicho con afecto, porque tocas unas claves que son las claves del nacionalismo de siempre, eres sabiniano en algunas de tus apreciaciones, probablemente sin quererlo, porque luego, según me dices, y yo no tengo por qué ponerlo en duda, no quieres saber nada de cuestiones de identidad. Pero el hecho es que de esto también hablo en mi libro, cuando explico que el término “maketo”, con “ka”, era el que utilizaron los nacionalistas en sus primeras invectivas en el periódico “Bizkaitarra”. Lo utilizaron ellos así, no es que los inmigrantes se bautizaran a sí mismos con este término, que tan furibundamente rechazaban. Es que era así como lo escribían los nacionalistas. Luego, está claro que ha sido utilizado con la forma “maqueto” por algunos escritores, como por ejemplo Raúl Guerra Garrido. En el Diccionario de la RAE también es utilizado con “qu”, aunque con un significado erróneo. Pero lo que me parece sustancial en todo esto, más que la “ka” y la “qu”, es que este término sólo tiene sentido peyorativo en el País Vasco. En España pasan olímpicamente de él, no saben lo que significa, les suena a chino, no les afecta en definitiva. Por tanto esta es una razón de más para entender que el problema de identidades sólo afecta al interior del País Vasco, a los vascos nativos con respecto de los inmigrantes o al revés, pero que no sale de estas fronteras, y por tanto, en ese sentido, puede ser una razón de más utilizar maketo, con “ka”. A ningún vasco se le ocurriría en España decir maketo al que no sea vasco y viva junto a él, como vecino, como compañero de trabajo. El problema, amigo Benjamin, lo tenemos dentro. El nacionalismo en esto, reconocerás conmigo, que ha sido extremadamente hábil, porque ha disfrazado de opresión española lo que pura y simplemente es una cuestión de mantenimiento en el poder político y en la administración que de él se deriva, por parte del nativo respecto del sobrevenido, y reducida al territorio de la comunidad autónoma vasca. Y lo peor de todo es que esta dialéctica ha cuajado fuera de aquí, en los gobiernos españoles y en sus élites intelectuales y políticas. Sólo nosotros sabemos lo que realmente ocurre.
¿Estaremos solos tú y yo en este diálogo? A lo mejor Fernando Maura se está enterando de todo y asiste impertérrito a nuestro diálogo, a ver qué pasa. Bueno, pues que disfrute con ello, que para eso es su blog.
Un saludo afectuoso.
Hola Pedro José
“La realidad resulta irrelevante para que prendan los mitos tribales. Un conocido experimento psicológico muestra que si en un grupo de personas pedimos que se identifiquen aquellos cuyo número de DNI termina en 7, al rato, los del 7 encuentran que se parecen, que son distintos a los demás. Nada hay más sencillo que fabricar una identidad.”
Éste es el párrafo más significativo de un libro estupendo, inapelable y estéril. Digo significativo porque el libro de un tal “Felix Ovejero Lucas – Contra Cromagnon” es capaz, por un lado, de aglutinar los mejores argumentos del pensamiento lógico-intelectual y por otro, de pasar de puntillas sobre la cuestión identitaria.
De hecho éste es uno de los pocos párrafos que se acerca a explicar la cuestión de la identidad. Y lo hace para descalificarla. “Es un artificio, una chorrada” nos viene a decir. Pero los que vivimos en el País Vasco sabemos que la identidad tiene una fuerza inmensa muy superior a la de la razón. La argumentación racional es, en cierto sentido, una superficialidad frívola comparada con el profundo vínculo identitario. En caso de conflicto identitario, lo primero de lo que una persona se despoja es de los pensamientos. Lo veo todos los días.
Imre kertesz escribió una de las grandes conclusiones del siglo XX: “La gente no quiere ser, quiere pertenecer.” No quiere pensar luego ser, quiere estar bien cobijadita en un Nosotros. El pensamiento cartesiano a la peña le importa un bledo. Pero aún así, la razón todavía no se ha dignado a entender el misterio de la identidad. Se ha limitado a descalificarla. Cosa extraña porque el final de la ilustración y de la supremacía de la razón lo certificó un tal Hitler a mediados del siglo XX. Es obvia la condescendencia y la incapacidad del intelecto de entender el pensamiento primitivo, la necesidad de pertenencia a un Nosotros a través del cual trascender. Ocurrió en el País de Hegel y Kant como para no ocurrir en el país del Koala, de Chiquito de la Calzada o de Zp.
Bien, yo quiero saber cómo se crea una identidad, cómo se hace reconocible, cómo se manipula, cómo se gestiona para favorecer ciertos intereses, cuál es su extraordinario poder de captación, cómo modifica la imagen que uno tiene de sí mismo por relación a un colectivo… pero hay pocos libros que traten la cuestión. En cambio, hay muchas narraciones que sí lo hacen.
Te cuento esto para explicarte las razones que me han llevado a leer con interés tu libro, porque has ejercido de ingeniero de identidades. Creo que tu mecano tiene defectos si lo comparamos con otras creaciones identitarias como la judia, la vasca, la católica… etc. Creo que a los dos nos interesa saber por qué unas identidades resultan firmes y otras frágiles. Te doy mi opinión sobre los defectos que veo a tu artificio identitario. No uso artificio en sentido peyorativo. Todas las identidades lo son.
1º - En tu propuesta parece como si quisieras convertir la humillación en un elemento identitario, en el elemento fundamental de tu identidad maqueta. ¿Cuáles serían si no las características externas de esa identidad maqueta que tú propones, gracias a qué nombres sus miembros se hacen reconocibles? ¿Garikoitz, Ainoa, Zigor…? Por favor. Es como si Kuntakinte estableciera que el nombre familiar es Tobi - el mote perruno que le pusieron - y bautizase así a sus nietos. No se puede reconvertir lo que ha sido una humillación en un orgullo. No se puede convertir la mayordomía, la esclavitud en autoestima. Intentarlo es un viejo truco, “como tengo que pasar por el aro, en vez de rebelarme lo hago con la cabeza bien alta, recreándome en la sumisión, retozando en purines, sobrevasquizándome…” pero, por mucho que lo adornemos, el proceso no deja de ser una sumisión humillante y deshumanizadora. De ese proceso, de la asimilación, no puede surgir un orgullo identitario que humanice a los apañoles.
Porque Aita, Donosti, Garikoitz, el jersey lanudo, el desafeitado, el pendiente, la falsa campechania… todos ellos son símbolos de servidumbre que el nacionalismo oferta al apañol para que certifique su condición de súbdito en el club grupal que ellos gestionan. Pero no todos los apañoles se asimilan ejecutando esas divertidísimas cabriolas étnicas para ganarse sardinillas cual flipper en el acuario, hay españoles que no se han degradado. Para potenciar esta actitud es fundamental saber quiénes son estos y por qué no se han asimilado.
Tú me dices que el tuneo es la única salida que les ha quedado a los apañoles para ser socialmente bien vistos. Y yo te contesto que esta afirmación tuya es radicalmente falsa.
Si observas alrededor verás que hay miles de españoles que no se han tuneado. Y verás que lo que les ha vacunado contra esta forma de sumisión litúrgica ha sido el orgullo identitario. No ha sido la ideología, ni el estatus social, si bien es cierto que hay gente que no se ha tuneado porque ha extraído orgullo de su estatus social, pero son una minoría. (Paradójicamente la gente que ha conservado poder económico, la oligarquía negurítica sí se ha aproximado al nacionalismo pero con un tuneo tibio, un mínimo maquillaje ideológico y un sometimiento a la toponimia de la sumisión, porque en Neguri los nombres y usos sociales predominantes siguen siendo los mismos. Es incluso posible ver un tuneo en sentido contrario. Boronillos del PNV deseando integrarse en la sociedad negurítica llamando a sus hijos con nombres tradicionales españoles e incluso avergonzándose de su origen rural del que sólo en determinados ambientes alardean. Mucha hija de Leyre se llama Carlota. Reproduciendo inconscientemente la vieja vergüenza, tan apañola, del jauncho del siglo XIX o del aldeano con posibles que baja a vivir a la ciudad liberal. Mientras que el que tenía poder económico, me refiero a la peña que ha conservado puestos directivos y asiento en los consejos de administración que, por razones obvias, sí se ha tuneado, los que simplemente tenían el dinero suficiente no se han asimilado. Pero estos son una miniminoría que no se ha tuneado porque no lo necesitaba.)
Sí, hay muchisima gente humilde y emigrante que no se han tuneado porque venían con alguna forma de orgullo identitario. Y éste es el que hay que potenciar. El orgullo identitario que les ha vacunado contra la sumisión ha sido la identidad española. Al margen de cualquier ideología viendo lo que ha ocurrido los últimos 30 años hay que reconocer que en el País Vasco ha existido una planificación de someter a su electorado a la liturgia étnica por parte de la autodenominada izquierda. Pero mucha gente de la clase obrera no se ha tuneado y votan, oh cielos, al PP.
¿Y tú insistes en que no han tenido otro remedio? Pues explícame el hecho de que haya gente limpiando escaleras que acuden a su trabajo con guardaespaldas. No pertenecen a la oligarquía. Ha sido la izquierda la que ha dejado desamparada a su gente sin concederles otra opción que la vergonzante asimilación. Basta ver los nombres de los votantes del PSOE y los de sus hijos, las banderas que enarbolan en sus mítines… su continua sumisión al dictado nacionalista. Coñe, pero si hasta se avergonzaron de ganar unas elecciones. En su neurosis han admitido la superioridad y la legitimidad nacionalista para mandar en el País Vasco. ¿Y tú me dices que potenciando esta actitud vas a crear un orgullo que les vacune contra el ridículo histórico que la izquierda ha hecho en el País Vasco y en toda España? Imposible.
Cuando un dirigente socialista escribe su nombre con la vergonzante TX con la que los nacionalistas marcan al ganado más sumiso lo que está haciendo es darles las pautas de comportamiento a sus votantes. En cuestiones identitarias ningún gesto es inocente. Txarli Prieto, Patxi Lopez, Tontxu Campos… Esta sumisión al marcaje nacionalista ha sido practicado en toda España por parte de la izquierda. En cuestión identitaria la derecha ha sido bastante más de izquierdas que la izmierda. Aunque tampoco lo suficiente porque ellos siguen con la rémora de la identidad católica como vinculada a la española. Un detalle tan sabiniano. Existió una izquierda patriótica, existió un relato orgulloso de españoles que quisieron ser ciudadanos, existió la narración de una identidad nacional, o sea ciudadana ¿dónde está?
Además, se te olvida un pequeño matiz, el que copia los usos sociales de la clase que detecta como superior es un trepa social, pero cuando esa clase es superior gracias a un clima de miedo en el que también hay asesinatos , el trepa deja de serlo para ser algo más: un cobarde.
Todos somos emigrantes, si no en el espacio sí en el tiempo. El hecho mismo de la emigración debería ser constitutivo de orgullo. Los emigrantes vinieron a trabajar aquí porque los empresarios y el gobierno central así lo decidieron. Los fueros permitían crear una zona económica exclusiva. La repatriación de capitales provenientes de la pérdida del imperio financiaron la industrialización española, o sea la vasca y la catalana. Hubo una planificación por parte del gobierno central y de la oligarquía para que los recursos de todos se invierten en una región particular. Vascos y catalanes carecían de ninguna aptitud genética específica que les predispusiese favorablemente para el capitalismo empresarial, es falso su autoatribuido espíritu emprendedor, la industrialización vino de Europa, gracias al tapón de los Pirineos los habitantes de estas regiones que eran ya mestizos, la estancaron en sus regiones para controlar el proceso. La oligarquía española siempre fue cómplice y aliada del nacionalismo. Había que conservar la sociedad estamental propia del antiguo régimen, y el nacionalismo se convirtió en el aliado natural para conservar esa, la estructura social de la vieja España.
Sota para desmantelar las reivindicaciones sindicales de los obreros creo los sindicatos nacionalistas con la intención de dividir a la clase obrera regalándoles a algunos un privilegio. Es muy sencillo, si tienes 5 obreros llenos de rabia social seguramente justificada, a uno le nombras jefe, a otro segundo y ya tienes la revolución desmantelada. Es lo más barato. Además de canalizar el resentimiento social hacia fuera y nunca hacia quienes les oprimían. Así, jamás ponían en cuestión el statu quo de los patronos que en el fondo les favorecía. Genial. La gran industria y los jesuitas habían conseguido lo imposible: desarmar las reivindicaciones sociales convirtiéndolas en territoriales. Así enfrentaban a los territorios y no a las ideologías. La revolución estaba desmantelada. Las clases medias y bajas nacionalistas eran aliados de los señoritos. Y el conflicto quedaba reducido a lo vasco frente a lo español. En serio, los nacionalistas vascos son unos ingenieros sociales estupendos. Sin lugar a dudas los mejores del mundo. (Todo esto lo explicas mucho mejor que yo, pero no he podido evitar escribirlo)
2º – Dices: “No creo que los españoles estén como maravillados con la identidad vasca, como dices (“los apañoles siempre han visto en la vasquidad una ciudadanía de primera categoría a la que aspiran desde hace siglos”). Esto valdría para el País Vasco únicamente, no para el resto de España. Y no desde hace siglos sino solamente desde que los maketos llegaron aquí en grandes cantidades, desde finales del siglo XIX.”
En completo desacuerdo. Desde luego. El gaditano Mendizábal se apellidaba Alvarez y ya se tuneaba, mucho antes de la era industrial. Era Tirso de Molina el que decía aquello de “Hierro vizcaino corto en palabras pero en obras largo”. Y un tal Bernardo de Alderete, al que citaba Reverte hace bien poco, afirmaba que los vascos eran “la gente más antigua, noble y limpia de toda España.” Ya en el año 1606. El Athletic, todavía hoy, es el equipo de fútbol con más peñas en toda España. La pasarela olentzero es principalmente seguida en El Resto. Basta ver la estética de la progrecracia para saber que es la misma. Y tú sabes la importancia de la estética para certificar la pertenencia a una identidad. Fermín Muguruza, Sociedad Alcoholika, Kortatu van de gira veraniega por toda la piel de bobo contratados por ayuntamientos del PSOE e IU para que la morralla apañola baile al son del Explota cerdo, dedicada a un policía nacional. La cúpula del PNV, de EA… todo el nacionalismo veranea y se jubila en los mejores lugares costeros de la piel de bobo. Hasta Otegui se compró una casa en Comillas. Por cierto, la única ocasión en la que los apañoles han sido españoles, han actuado con dignidad levantándose y abandonando el restaurante en el que apareció Otegui. Te imaginas a Hitler retirándose a pasar sus últimos días en Israel, a Le Pen veraneando en Marruecos, no ¿verdad?. Eso, espero, que te de la medida de la idea que tienen los nacionalistas de los tontolculo que son los apañoles. ¡Cómo les ningunean! Es tronchante. Por no hablar del mito español de que los vascos somos los mejores amigos del mundo frente a los andaluces que son unos falsos.
No niegues lo evidente. Mientras los vascos podemos ser ciudadanos españoles y de cualquier sitio, los apañoles no, porque tienen interiorizada cierta superioridad del vasco y hasta quieren ser vascos. La vasquidad es un valor añadido en toda Apaña. No entiendo por qué, si sólo somos aldeanos avariciosos que nos aprovechamos de esta adoración irracional de los apañoles para robarles los cuartos con la navaja del Concierto Económico.
El pus supura por el País Vasco, la infección afecta a toda la piel de bobo.
3º - El nacionalismo no surge para defender su propia identidad frente a los que vinieron de fuera como tú afirmas. A los nacionalistas la identidad les importaría cero si esta no constituyese la última tecnología de gestión del poder. El nacionalismo no surge para defender la identidad, sino para mantener el poder. Los nacionalistas no hablan euskera jamás, la apariencia identitaria que ellos asumen es mínima comparada con la que asumen los apañoles que quieren ir de vascos. Todo es una inmensa mentira, eso sí, tremendamente útil.
4º – “eres sabiniano en algunas de tus apreciaciones, probablemente sin quererlo,” No, no, lo hago a propósito. Soy perfectamente consciente de lo que estoy haciendo. Hago lo mismo que Sabino. Yo no exigiría 150 apellidos como Sabino. Exigiría mil. La consecuencia sería obvia: los vascos no existirían.
Sabino era tan bestia que es el talón de Aquiles del nacionalismo. Soy partidario de reivindicarlo. Mira al mismo Arzallus se le calla la boca con Sabino en la mano. Cuando Arzalú afirma que prefiere un negro que hable euskera que un vasco que no lo hace, Sabino afirma lo contrario. Se nos olvida que para Sabino el nacionalismo era el instrumento para salvar una fe, la católica, que vinculaba a la raza vasca. El modelo de Sabino era el mesianismo hebreo y esa mezcla que tiene la identidad judía de raza y religión. Es calcado al sionismo de Theodore Herzl.
No sabía que en el Bizkaitarra ya escribían Maketo con K. Gracias por el dato. Aún así no deja de ser una muestra de conformismo. Yo decía Aita, Aichiche, Amama, Amachi en pleno Franquismo. Ahora mismo no lo diría ni loco. Repito, mientras los vascos somos capaces de no utilizar nuestros usos sociales porque somos conscientes del uso bastardo que se les está dando, manipular la apariencia de la mayoría social manipulando su estética, los apañoles no, ellos se asimilan con esmero, se moldean en la obediencia tradicional que siempre han practicado.
5º – El problema “de identidades sólo afecta al interior del País Vasco,” Esto contradice una afirmación tuya anterior. “Yo quiero tener mi propia identidad local” ¿Quieres decir que tienes esta necesidad porque vives en el País Vasco, que si vivieras en Extremadura no tendrías esta necesidad? Pareces reconocer que si vivieras en León no tendrías necesidad de una identidad local y podrías ser un sencillo ser humano. Pareces reconocer que esa necesidad vital tuya no se da en el Resto. ¿No te parece que esta pertenencia territorial, esa nostalgia de un espacio primigenio, del espacio primitivo feudal entronca con la comunidad orgánica sabiniana? A mí me pareces tú bastante más sabiniano que yo.
“Me ofreces la vía de la ciudadanía para sentirme de aquí.” No, yo no te ofrezco la vía de la ciudadanía para SENTIRTE de aquí. Esa necesidad tuya de sentirte de “aquí” es lo que no me gusta, porque creo que es lo que te hace débil, susceptible de asimilación. Además, por qué identificas “aquí” con el País Vasco. ¿Por qué concretas esa ciudadanía en el espacio geográfico que coincide con los límites de la Comunidad Autónoma Vasca. Por qué el mapa de tu identidad local lo identificas con un mapa administrativo. Por qué ese fetichismo geográfico. Seguramente tu mapa emocional no coincida con el administrativo. Seguramente tengas más “raíces” con lugares de Asturias, Burgos, Santander que con lugares de la CAV que ni siquiera conoces, pero aún así pareces tener esa necesidad, una positivación de tu espacio emocional en un mapa. ¿Por qué te empeñas en calificar la identidad maqueta como vasca? ¿Por qué tienes esa necesidad fetichista de un mapa? Tienes cierta obsesión cartográfica, como si para imaginarte de un sitio tengas que logoficar su mapa. Son mapas, nada más, artificios.
Bueno, no sé si a ti lo universal, te parece “ilocalizado”. La esfera terrestre me parece bastante concreta.
6º - Dices “¿Cómo me tengo que denominar yo en relación con el territorio en el que vivo y para que no se me confunda con alguien que viva de antes aquí y que no quiera verse confundido conmigo?”
Tendrás que denominarte de acuerdo al sistema jurídico que te concede la ciudadanía. Y ese no es otro que el ordenamiento jurídico español. Tu necesidad de un adjetivo a tu ciudadanía es una necesidad artificiosamente creada por los que quieren subyugarte. De hecho, al admitir la propia denominación de Maqueta para tu propuesta de identidad territorial estás permitiendo que seas denominado por otros, precisamente los que te quieren controlar. Otra vez sometimiento. El que nombra manda, que diría Humpty Dumpty. Y no sé si te das cuenta o no, pero estás obedeciendo. Para definirte, echa mano de una identidad histórica. Tienes muchas: visigodos, iberos, mestizos, ciudadanos.
“independientemente de que tenga todo el derecho a hacerlo, puesto que vive, trabaja y contribuye aquí y así está considerado por las leyes, lo que sí podemos decir es que si le ofreces la condición de identidad ciudadana le dejas como estaba, no dices nada sustancial al asunto.” Es justamente lo contrario. Le doy la identidad más honorable, la única cierta, la del mestizaje. En cambio, si le das tu opción emocional, contribuyes a la vasquidad, y a la apropiación indebida de un territorio por una etnia. Lo que no es de recibo es que un mestizo se vuelva esencialista, o sea identitario. Ni siquiera maqueto-identitario.
(Y tus impuestos, por las peculiaridades de la LTH contribuirán a la provincia en la que estés empadronado. Las diputaciones recaudan, no el gobierno vasco. Si quisieras vincular tu identidad local con esta nueva excusa tendrás que acudir a la denominación provincial.)
Como ideal la ciudadanía no admite adjetivos. Estoy dispuesto a hablar de ciudadanos del país vasco. El problema de la lengua española es que continuamente vincula el ser con cualquier chorrada. Una limitación de la propia lengua que convierte en visceral cualquier opinión. Una lengua moldeada más por la religión que por el pensamiento.
Españoles son todos los que tienen la nacionalidad española, independientemente de dónde vivan. Los españoles no son una etnia. Esto - que creía yo era una ventaja - el español lo tiene como una vergüenza. No se ha creado nunca una identidad española y por eso en la sociedad de valores identitarios étnicos el apañol está en desventaja.
7º - En definitiva, mientras que tú quieres convertir la humillación en orgullo sin que se asuma la humillación, a mí me gustaría que todos los asimilados apañoles en el futuro cada vez que escuchen a sus hijos llamarles aitas oigan ¡cobarde!, ¡cobarde!, ¡cobarde! Reconozco que se me cae la baba – nosotros que decíamos Amachi y Aita en pleno franquismo - cuando mis sobrinos gritan a gritos “Abuela” en el parque y los apañoles se dan la vuelta. “Tú qué miras vergonzoso apañol, aprende qué significa rebelarse y mantener la dignidad en esta guerra de usos sociales.” Un vasco puede renunciar a sus usos sociales e incluso utilizar los perseguidos porque sabe que lo que está en juego no es sólo el mestizaje, es la libertad. El apañol es incapaz de una actitud mínimamente digna. Por eso los apañoles tienen que recuperar su historia personal, sus raíces, su fidelidad a la esencia de sí mismos, el mestizaje. Recuperar sus nombres y lavarse las marcas de ganado sabinianas que ellos se ponen como si fuesen nombres. Tienen que recuperar sus formas y usos sociales, la manera en la que sus hijos se dirigían a ellos, con sus mamá o madre. Hay algo edípico de traición a la madre en esta reconversión nominal con la que se alistan en la nueva obediencia a la madre patria. Encuentro en Aita la certificación última de la condición de esbirro. Tienen que tener orgullo de origen y contribuir al mestizaje de la sociedad vasca. Pero no, ellos prefieren apuntarse a la uniformización y homogenización clónica. Patético.
Me hubiese gustado poder condensar más y ahorrarte el rollo. Lo esencial es que veo tu propuesta como una nueva forma de sumisión, como una identidad perdedora que nadie va a querer comprar. Le gente va a seguir prefiriendo impostar la identidad vasca que esa pseudo identidad que tú propones. El gran problema es que no hay una identidad ciudadana española porque nunca se ha creado. Esta carencia de orgullo identitario les hace a los apañoles carecer de anticuerpos para defenderse del virus étnico. Se trata de entender cómo funcionan las identidades y crear un producto identitario ciudadano y orgulloso que se aproveche de todos los mitos que usan las identidades irracionales para crear una religión laica universal, para terminar con los corrales identitarios que enfrentan a los hombres. Sí es posible encontrar en tu identidad maqueta elementos identitarios, pero no es posible encontrar un relato, bueno sí, pero es un relato de renegados. Al nacionalismo vasco le articula un relato bastante más potente, que se pierde en el tiempo. Tu identidad maqueta no es ni la mitad de virulenta que la vasca, y por eso mismo tu relato no va a atraer a gente que se vincule con él. Ni comparar con la capacidad de implicación y abducción que tiene el relato nacionalista vasco.
El tuyo es un relato recién nacido, subordinado a un territorio – fíjate, hoy mismo el lehendakari dice “los vascos de la diáspora también tienen algo que decir” - a unas circunstancias muy concretas y en general humillantes, creo que carece de visión de futuro, bueno la que pareces proponer es una sobreintegración, la lógica de la maquetanidad sería vincularse al territorio vasco como un trasunto de identidad de segunda categoría… por todo ello creo que tu identidad sin relato es incapaz de reclutar adeptos para competir con la narrativa nacionalista, una narrativa que hasta regala trascendencia e inmortalidad. Toda identidad se deduce de un relato y dependiendo de la estructura de ese relato se puede medir la intensidad identitaria. Para que el relato funcione como mito, las raíces han de ser tan profundas que no puedan ser recordadas. El momento fundacional de tu identidad es un acontecimiento tan cercano en el tiempo como la emigración industrial. Es como si la esclavitud constituyese la característica originaria de la identidad afroamericana y que estos reivindicasen las cadenas, los nombres que los amos les pusieron, Garikoitz, Zigor, Aintzane y los usos sociales a los que los amos les obligaron, el euskera, el aita, la falsa campechanía. Esto es lo que en realidad me parece tu identidad maqueta. Una imposible reconversión de la humillación en orgullo, una reivindicación de la sumisión.
Más que una identidad, la identidad maqueta parece certificar una humillación. Parece como que quieres hacer tabla rasa de una humillación, a mi me gustaría que la reconociesen y se sobrepusieran a ella, que inviertan el proceso que se inició en la transición. Los Gotzón vuelvan a llamarse Ángel, los Yosu, Jesús, los aitas, padre… etc. Para que el apañol vuelva a ser ciudadano tiene que hacer tal y como han hecho los negros en USA, que han superado el Tobi.
En definitiva, mientras que tú quieres convertir la humillación en orgullo sin que se asuma la humillación, a mí me gustaría que todos los asimilados apañoles en el futuro cada vez que escuchen a sus hijos llamarles aitas oigan ¡cobarde!, ¡cobarde!, ¡cobarde! Reconozco que se me cae la baba – nosotros que decíamos Amachi y Aita en pleno franquismo - cuando mis sobrinos gritan a gritos “Abuela” en el parque y los apañoles se dan la vuelta. “Tú qué miras vergonzoso apañol, aprende qué significa rebelarse y mantener la dignidad en esta guerra de usos sociales.” Un vasco puede renunciar a sus usos sociales e incluso utilizar los perseguidos porque sabe que lo que está en juego no es sólo el mestizaje, es la libertad. El apañol es incapaz de una actitud mínimamente digna. Por eso los apañoles tienen que recuperar su historia personal, sus raíces, su fidelidad a la esencia de sí mismos, el mestizaje. Recuperar sus nombres y lavarse las marcas de ganado sabinianas que ellos se ponen como si fuesen nombres. Tienen que recuperar sus formas y usos sociales, la manera en la que sus hijos se dirigían a ellos, con sus mamá o madre. Hay algo edípico de traición a la madre en esta reconversión nominal con la que se alistan en la nueva obediencia a la madre patria. Encuentro en Aita la certificación última de la condición de esbirro. Tienen que tener orgullo de origen y contribuir al mestizaje de la sociedad vasca. Pero no, ellos prefieren apuntarse a la uniformización y homogenización clónica. Patético.
Un saludo
*”Yo creo que en eso, también, juegas con ventaja: tienes mi libro delante” No, no juego con ventaja. No hay ventaja en mi anonimato.Las argumentaciones de ambos están aquí en pelota picada. No tendría ningún inconveniente en decirte mi nombre si no hubiese utilizado este nick en Internet habitualmente. De cualquier forma, mi nombre es irrelevante. No soy nadie. Además, sé que más pronto que tarde sabrás quién soy. Algo que me importa un bledo, siempre y cuando seas discreto. No estoy discutiendo contigo con tu libro al lado. No he citado ningún párrafo del libro, me limito a expresar la impresión general que tu libro y tus sugerencias me han producido.
Dices que mi identidad maketa, que mi propuesta no sirve, porque quiero “convertir la humillación en orgullo sin que se asuma la humillación”. Es tu frase. No voy a caer en el juego de debatir la frase en función de todos los significados que podría tener, con independencia del que yo supongo que le has querido dar tú.
¿Te das cuenta de lo difícil que resulta comunicarse incluso compartiendo un mismo lenguaje, un mismo idioma? Yo es con lo que me estoy quedando de nuestra conversación. La dificultad suprema de llegar a acuerdos hablando un mismo lenguaje, de entendernos en las mismas palabras que manejamos, en la misma interpretación que les damos. Porque le damos intencionalidades diferentes a lo que decimos, porque suponemos que el interlocutor ha querido decir una cosa y nosotros, con las mismas palabras que él ha dicho, interpretamos otras, suponemos otras, deducimos otras. Es enorme la dificultad de comunicarse, aun utilizando un mismo lenguaje, repito.
Mi libro, ojalá lo atisbara yo siquiera en todo su significado, está construido como un juego de lenguaje. Creo que esta cuestión la has visto y por eso te lo comento: hay un relato, hay una “construcción de identidad”, un intento al menos, hay una propuesta para decir que, en el fondo, todo es lenguaje, y del mismo modo todo es memoria y, por supuesto, tienes razón, es lo que tenemos: todo es identidad, búsqueda de un nosotros.
Repites una serie de tópicos, una serie de ítems, por decirlo en cursi, una serie de ideas constantemente (lo hacemos todos), que creo que condensan de manera clara tu manera de ver el asunto. Primero, mi propuesta no te convence. Bien, no pasa nada. No te convence por el asunto de la humillación, que dices: ser maketo (encima con “k”) es asumir la humillación a la que nos han sometido los vascos. Bueno. Con ello no crees en absoluto que los Garikoitz Fernández y compañía vengan a echarse en brazos de la identidad que yo propongo.
A ver. Tus comentarios para mí son valiosísimos. Lo habrás percibido ya desde mi primera respuesta. Y es por eso que no pienso echarlos en saco roto en ningún momento. Es más: me motivan. Está claro que aquí está mi tema y no lo pienso soltar. Si te canso me lo dices. Yo seguiré con lo mío, creo que es la única salida, si es que hay alguna en este embrollo en el que todos estamos metidos. He inaugurado un blog a cuenta de mi libro: www.laidentidadmaketa.blogspot.com, que espero que visites. He colgado ahí un texto reciente mío, original, por nuevo, por reciente, donde hago una propuesta historiográfica sobre el origen de los nacionalismos “periféricos” en España, algo en lo que vengo trabajando desde hace tiempo y que está también en la base de mi libro. Creo que habría que cambiar la forma de entender la historia de España contemporánea y con ella la aparición de sus nacionalismos. Ahí reside todo el origen del problema que tenemos hoy, a mi juicio. España no se dedicó a cultivar la identidad de sus habitantes hasta que perdió sus últimas colonias, en el 98. Ahí surge el lamento por la pérdida de unas islitas, cuando ochenta años antes habíamos perdido México y Argentina, nada menos, y aquí nadie dijo nada, estábamos entonces embarcados en guerras dinásticas, en conflictos entre liberalismo y absolutismo, iglesia y librepensamiento, y a nadie se le ocurrió decir ¡más se perdió en México!, o ¡ más se perdió en el Río de la Plata o en Perú!, que vaya que si se perdió. En cambio perdemos unas islitas con unos ingenios de azúcar y con factorías de tabaco y decimos ¡más se perdió en Cuba! Pero, en fin, el caso es que la historia de España entonces entró en fase de declive, que coincidió con el surgimiento de la industrialización vasca y catalana y el trasiego de población del campo a la ciudad. Ahí empieza la cosa. No creo, como dices tú, que sea algo premeditado de las élites y los gobiernos, de focalizar la industria allí. Lo del País Vasco ya está muy estudiado: son las minas de hierro de una calidad especial, apta para los hornos de entonces, y su facilidad extractiva y de acceso al puerto, lo que permite el enriquecimiento súbito y la acumulación de capital. Luego vienen las industrias y todo lo demás. No considero, y esto te digo que está muy estudiado, que haya premeditación en el asunto. Es todo más transparente de lo que parece. Manda el capital, manda la acumulación de dinero, la producción intensiva y una necesidad de mano de obra ingente que cambia el país de arriba abajo. Y cuando digo el país me refiero a España y al País Vasco incluido, lo mismo que a Cataluña. Luego en los años sesenta del siglo XX otra vez, ahí sí gracias al sistema autárquico, que elimina la competencia con el exterior y que controla también los niveles de salarios, lo que provoca otra ingente movilización de mano de obra, con élites autóctonas que se enriquecen también de manera morbosa.
En tu contestación haces una serie de afirmaciones sobre historia de España. En efecto, hay una imagen positiva de lo vasco en España anterior a la aparición de los nacionalismos, que luego se mantiene cuando el País Vasco se convierte en una región industrializada durante toda la edad contemporánea. Y se llegó a pensar que esa industrialización se daba porque los vascos eran especiales, trabajadores, industriosos. Los tópicos de siempre. Espero que lo que ocurre ahora le haya abierto ya definitivamente los ojos a la gente, por lo menos a la gente de fuera de aquí, que ya sería algo. Los que vivimos aquí ya sabemos hace tiempo con quién nos gastamos los cuartos, como se suele decir. Por eso también tienes razón cuando dices que en España no hay cultivo de la identidad, orgullo por lo propio. Que hay una dejación impresionante por los símbolos, por lo que nos identifica a todos como españoles, donde los nacionalistas han encontrado un terreno baldío donde plantar sus esquejes identitarios y separatistas, y encima hay españoles que van y les echan agua todos los días. Esa es la idea. Yo la comparto.
Me reprochas lo de que quiera “sentirme” de aquí y vinculas mi querencia con una manía cartográfica. Sí. De acuerdo. Eso es algo propio de la modernidad también. Cuando ya no se atiende al rey o a la iglesia, que dejan de ser las autoridades de referencia, se recurre a la nación, y la nación es un mapa y una bandera. Quiero ser de alguna parte, esa era la idea. Pero el problema del nominalismo no es inocente (como ya vieron los medievales), porque cuando nombras algo, cuando nombras a alguien, y sobre todo cuando no lo nombras, cuando no le das nombre siquiera, hay ahí incluido un problema de reconocimiento, de identidad, o de falta de ella. Soy español, porque me siento unido a un colectivo que se autodenomina así, y también vivo en el País Vasco. Tú me dices ¡por fin! que admites la idea de ser “ciudadano del País Vasco”. Pues date cuenta de lo que me estás diciendo. Ya te ha costado. Necesitamos ubicarnos. Y con decir que somos ciudadanos tú sabes muy bien (tal como me demandas en ocasiones en tu texto último, que asuma evidencias), tú sabes muy bien que todos necesitamos ser de algún sitio. La tierra es algo concreto, es esférica, sí, pero es muy grande para una sola persona, a pesar de que la podamos ver hoy desde arriba (los que han subido) como una planeta azul en medio del universo.
Si no me equivoco, tú te consideras español (que no apañol) y vasco con todo el derecho del mundo. Español por tu ubicación política, ajena a la etnia, vasco por tu ristra de apellidos. Bien. Perfecto. Yo necesito también considerarme lo mismo pero distinto, ¿por qué te extraña? Si vivo en el País Vasco, ¿por qué te extraña que quiera sentirme de aquí a mi manera?, ¿por qué te cuesta aceptar que quiera un nombre para denominar mi pertenencia aquí cuando el de vasco no me sirve? Me propones otros: visigodo, íbero, mestizo, ciudadano. Pero dada la alegría con la que me sueltas propuestas, ¿por qué no la de maketo? ¿Prefieres maqueto? ¿Prefieres apañol? Ningún problema. Pero estarás de acuerdo con que necesito alguna identificación, viviendo aquí y no la tengo. Que cualquier nombre que pudiera darle a mi identidad, viviendo aquí y no siendo vasco resulte ser, cuando menos, motivo de risa, o de mofa, o imposible, manda güevos, ¿no? ¿es que no va a haber ningún nombre para mí y para los que considero como yo? Pues si tenemos que inventarlo lo inventamos, pero hace falta, para ser alguien, lo dices tú mismo en tus citas iniciales: todos necesitamos ser algo, ser alguien, sentirnos de una determinada manera, identificarnos con un sitio, sobre todo cuando vemos que todos los demás lo hacen. En el País Vasco, para decirlo de una vez, si no eres vasco, ¿qué eres? Y espero que no caigas en la misma cantinela que cualquier nacionalista, de los que tanto abominas: ellos nos llaman españoles, tú nos llamas apañoles, ¿hay alguna diferencia?
¿No te parece que es ahí, en el tema de la denominación, donde reside el problema? Quizás en cuanto a nombres me iría mejor el de vizcaíno, ya que no puedo ser vasco, y vizcaíno, en cambio, tiene connotaciones hacendísticas: aquí pago mis impuestos. Me acuerdo de esto por lo que dices de pagar los impuestos en el territorio histórico. Pero lo de vizcaíno cómo asumirlo sin darme un poco de vergüenza por ello. Vizcaínos eran los vascos en la época imperial. Vizcaíno llama Cervantes en el Quijote a los vascos. Y yo no me siento identificado con tal denominación. Ni creo que se sientan así identificados los cacereños de Guipúzcoa. El término cacereño que sepas que en Guipúzcoa parece ser que se ha usado más que el de maketo (o maqueto). Chumy Chúmez, que era de San Sebastián, en cambio, utilizaba maqueto, en lugar de cacereño (tiene un libro que cito en el mío, que se titula “Vida de maqueto”). “Cacereño” sabes que es el título de una novela deliciosa de Raúl Guerra Garrido, reeditada recientemente por Hiria, por cierto, que te recomiendo.
Amigo Benjamin, la pertenencia es importante, sin duda. Y aquí tenemos un problema de pertenencia, de pertenencia pero de ubicación también, van unidos (ahí entra el tema de los mapas). No habría problema si no hubiera un nacionalismo que identifica etnia con territorio, claro. Pero es más, no habría problema si aquí no hubieran venido los maketos, o a Cataluña los charnegos. En eso quizás puedas estar de acuerdo conmigo. El problema de los nacionalismos, independientemente de que ellos ahora recurran a la historia, es que surgen con las grandes migraciones procedentes de otras zonas de España. Si no no hubieran surgido. Y aquí sólo habría vascos y en Cataluña sólo catalanes, y te digo que sin mayor problema para considerarse españoles, como hasta entonces se consideraron, fieles a la corona de España. En Valencia no pasa nada, y hablan catalán (ellos dicen valenciano) pero no hay nacionalismo. En Galicia hay nacionalismo pero no supone un peligro para la unidad del Estado, justamente porque no hay inmigración, en Baleares lo mismo. Y en Navarra igual. El problema que hay ahí es por contagio de aquí, estamos muy cerca, pero si fuera por ellos, tan contentos siendo navarros en su mayoría, porque no hay inmigración que haya llevado a la necesidad de diferenciarse con el que llega.
Yo creo que, como dices, los principales destinatarios de mi libro deberían ser los maketos abertzalizados y también, por supuesto, los socialistas que hablan de ese pueblo trabajador vasco, formado mayoritariamente por inmigrantes, pero que siempre necesita de un apellido vasco para acudir a las listas electorales. Y cuando no lo tienen pues sacan un Patxi, o un Txarli, totalmente de acuerdo contigo. Esos son los maketos que tanto laceras y que con tanta gracia apaleas (en el sentido dialéctico del término, claro) en tus textos. Ahí lo bordas. Pero te diré lo que creo que ya te he comentado anteriormente, la historia del País Vasco y de España es muy tremenda, hasta hoy mismo. Tienes que tener en cuenta que la gente necesita sentirse del sitio donde vive. Esto es algo natural, es algo humano ¿por qué te molesta tanto lo de aita? Tantos años ya viviendo aquí, tantas generaciones, por lo menos cuatro desde finales del siglo XIX, creo que han llevado de manera natural a que haya ciertos elementos de asimilación, por parte del recién llegado. Y que un chaval de Portugalete llame aita a sus padres nacidos en León, tampoco es tan tremendo. Algo se tiene que pegar, aun sin querer, digo yo. Lo lógico sería que si estamos hablando de dos poblaciones, una autóctona y otra inmigrante, de proporciones parecidas, hubiera una imbricación entre ambas (de hecho la hay, aunque no se reconozca políticamente, claro), que hiciera que elementos de ambas se traspasaran de una a otra. Sería el verdadero mestizaje, pero aquí, amigo Benjamin, nadie está por el mestizaje, por lo menos por el mestizaje con resultados políticos visibles, con reconocimiento explícito de la mezcla.
Otra cosa que comentas, muy atinada, que yo también comentó en el libro, es que los nacionalistas han montado un programa de asimilación que luego ellos mismos no cumplen. Eso es tremendo. Que el actual Diputado General de Alava, y miembro antiguo del EBB, Xabier Agirre, haya tenido que pedir dispensa al partido para ocupar el puesto que ocupa aun sin saber euskera, lo dice todo. Pero también estarás conmigo en que aquí hay “algo” más que una mera pose. El euskera está metido hasta los tuétanos en la enseñanza pública y en la administración. Por eso te digo que, independientemente de la hipocresía de los políticos nacionalistas, que la hay, claro que sí, cualquiera que viva aquí sabe que el euskera es algo más que un símbolo para los nacionalistas, sobre todo para los de su rama más radical: tratan de imponerlo a toda costa como sea y las millonadas que se están gastando en esta empresa ya me dirás si son cuestión de apariencias o de realidades contantes y sonantes.
Te diré que la propuesta maketa, en fin, es una propuesta, un artificio, un desahogo, todo menos una necesidad por mi parte de ver “construida” una identidad como tal, de que la gente la asuma como tal. Sí me gustaría que la gente fuera más auténtica, y creo que en mi libro ofrezco esa oportunidad: oye, que se puede uno reconocer maketo y no pasa nada, que ser vasco no es la panacea, que nos están vendiendo una moto en la que ni ellos mismos creen, que todo, como bien dices, es un ardid muy bien construido para mantenerse en el poder, que identidad y poder van unidos. Intento dar herramientas para “deconstruir” como se dice en ciencias sociales, la realidad política y cultural que vivimos, que se sostiene con falsedades y con hipocresías, y que tantas víctimas (nada figuradas sino muy reales) está dejando por el camino.
¿No te parece que es suficientemente corajudo asumir el estigma, asumir el tabú, asumir la lacra social, el factor de exclusión de este país, como propio y empezar a agitarlo para que la gente salga del sueño monoidentitario en el que vivimos? Si uno coge sin miedo el estigma y lo mira de frente es cuando comprueba que detrás no hay nada, detrás todo es mentira y simulación. El maketo (maqueto) tiene vergüenza de decir que sus padres o él mismo son de Salamanca, imagínate, porque tenemos una sociedad (que hemos construido entre todos, no te salgas, amigo Benjamin, porque tú también estás dentro) que le ha hecho creer a ese señor que ser de Salamanca es una vergüenza. Ahí está el problema. Por eso creo que cometes cierta injusticia cargando las tintas en tu apañol, que puede tener mucha gracia (y a mí me la hace, porque te repito que en esa crítica te luces) pero que no es sólo el apañol quien la provoca, no es sólo él el culpable de sentirse inferior. La sociedad en general, la opinión pública, el aire que respiramos le ha hecho a ese señor sentir vergüenza de sus orígenes. Y hay que pensar entonces que no es sólo cuestión de que el apañol sea un mentecato, sino que quizás entre todos hemos hecho que su mentecatez sea más visible que la hipocresía y bajeza de los que le rodean y no se sienten afectados por el estigma, o lo fomentan, o se ríen sin más. Y ahí es donde entran los vascos de rancio abolengo que se consideran superiores (que también los hay, no te olvides), los vascos alucinados (ayudados por maketos-maquetos) que están enfangados en un proyecto mesiánico y delirante con sus armas pegadas a la mano que se dedican a extorsionar y a quitar de en medio cualquier símbolo de lo que ellos llaman la opresión española, etc. Que son muchos años ya de bellaquerías para pensar que sólo son los apañoles los que tienen la culpa de ser tan apañoles como son, amigo Benjamin.
Un abrazo.
No me olvido, pero no he tenido tiempo para ponerme a escribir.
¿Qué te ha parecido hoy el ciclista diciendo que el pueblo vasco tiene 7000 años? ¿Cuántos tiene tu identidad maketa? ¿Cuál es la identidad de sus ancestros?
Un saludo
Me da la sensación que me echas el hueso y no me puedo resistir a morderlo.
Claro, la señal del nacionalismo es decir que somos un pueblo de no sé cuántos miles de años de antigüedad. Siempre lo dicen. Pero, claro, los demás que no nos sentimos formar parte de la tribu, qué podemos decir: oye, que nosotros vinimos hace cuarenta años, por ejemplo!
La identidad maketa, en este sentido, es de ayer mismo. No somos una identidad de miles de años de antigüedad, evidentemente. Nos conformamos (por seguir tu pregunta) con ser de apenas ciento cincuenta años, digamos, desde que los primeros maketos llegaron aquí en grandes cantidades. Ahí se empezó a formar un grupo humano nuevo y distinto, querámoslo o no. Porque vinieron cántabros, gallegos, asturianos, palentinos, burgaleses, castellanos en general, y luego extremeños, tanto cacereños como pacenses, y andaluces de todas las partes de Andalucía, bien diferentes entre sí, y manchegos. Todos estos vinieron, además de riojanos y, por supuesto, navarros, estos desde el principio, por su proximidad. Pues bien, todos estos individuos quedaron marcados, a partir de entonces, por un sello que les diferenciaba muy claramente de sus congéneres de procedencia: su vecindad, su proximidad, su relación inextricable con los vascos nativos. Un gallego, pongamos por caso, que lleve aquí viviendo veinte años y que haya probado ya el sabor agridulce de su contacto con el vasco, se verá a sí mismo ya de otra manera, en relación con el gallego de Lalín, por ejemplo, que nunca abandonó tu terruño, y al que sigue viendo quizás en verano unas semanas. Ese gallego que vive en el País Vasco, aunque conserve su acento y todo lo que quieras, cuando ya ha estado en contacto con el vasco, ya es un gallego de otra manera, ahí tiene ya el signo de la maketidad, porque ha sido ubicado en una existencia diferenciada respecto del vasco y habitando un mismo territorio junto con él, pero diferenciadamente, digamos así.
La maketidad es eso, Benjamin, primero vivir aquí, en el País Vasco, segundo proceder de otras regiones españolas y tercero haber entrado en contacto con el vasco. Ambas tres cuestiones se tienen que dar simultáneamente, de hecho se dan. Y entonces tenemos la maketidad, que es un sabor amargo, de suspensión territorial, de no saber donde está uno, de no sentir el suelo que pisa como propio, de estar pero no estar, es difícil explicar para el que no lo siente. En esto también nos parecemos a los de la identidad vasca, cuando dicen que lo suyo no se puede explicar con palabras.
Como somos hijos de la identidad española, podemos coger la antigüedad de esta identidad, para los años que van hacia atrás en el tiempo, remontarnos también, como los demás españoles, a Atapuerca, si se da el caso. Les cogemos prestada la antigüedad a los demás españoles digamos así.
Seguimos.
Pedro Jósé y Benjamín,
me ha encantado haber servido de anfitrión para vuestra saludable polémica.
Pedro José. Tomo nota de tu libro y le pediré la referencia a Luis Haramburu. Creo que sería muy conveniente analizar más a fondo la relación entre Balparda y Prieto. Así que ánimo.
Benjamín, creo que la calle no es el espacio más adecuado para la expresión de de los puntos de vista contrarios al Gobierno desde un partido que es parlamentario. Además`, pienso que el PP ha caído en una trampa al entrar al trapo que le ha tendido el Gobierno. Todo ha sido un desastre. En cuanto a las guerras, seguramente que lo serán todas las que tú citas, pero algunas están amparadas por el paraguas protector de la ONU, lo que las hace totalmente diferentes.
Gracias por vuestros comentarios.
Hola de nuevo, Pedro José. Perdona el retraso.
1º - La maquetanidad no configura una identidad, es una mera circunstancia de la identidad desidentizada española, por mucho que tú quieras otorgar a esta circunstancia el carácter fundacional de una identidad. Un maqueto es un español desidentizado. Los maquetos no son todos los emigrantes que vinieron al País Vasco, los maquetos son los emigrantes españoles. Los noruegos, alemanes, portugueses, subsaharianos… no son maquetos. Si te descuidas ni los gallegos ni los catalanes. No se puede deducir una identidad de algo tan circunstancial. Cuando la circunstancia desaparece el maqueto regresa a su identidad originaria, la española. Que la identidad española no sea fuerte es otra historia. Terminado el hecho del empadronamiento en el País Vasco el maqueto deja automáticamente de serlo para regresar a esa hispanidad de la que tanto se avergüenza. La maquetanía surge esta vergüenza y de la desidentidad española. No configura una identidad por sí misma.
Que el maqueto tenga necesidad de sentirse de “aquí” no es más que una muestra de apañolía. Un gitano puede perfectamente sentirse de aquí y jamás te dirá que es vasco. La identidad gitana es fuerte. Puede que su familia lleve 300 años en el País Vasco, pero el es un gitano y siempre se definirá como tal, nunca por el territorio en el que ha habitado. Su identidad no depende del terruño.
Un maqueto es un español, de su relación con su propia identidad, si admite o se avergüenza su origen, su identidad, depende de que sea un apañol o un español. Un asimilado que se regodea en la degradación de lo propio o un ciudadano, una persona. La maquetanía es una pseudoidentidad, una subidentidad de la española. El maqueto jamás será vasco por la misma razón que jamás será lapón, ni masai, ni esquimal. La maquetanía no soluciona los problemas de identidad del pobrecito maqueto. Es otro postizo.
El maqueto, el coriano, el charnego constituyen diferentes versiones de la identidad española. Cuáles si no son los ancestros de tu propuesta identitaria. El recurso a los inmemoriales ancestros es pieza esencial en la configuración de toda identidad por una cuestión obvia, el relato para que regale trascendencia e inmortalidad ha de originarse en un tiempo tan remoto como impreciso. Sólo de esta manera la narrativa es capaz de provocar la extraordinaria vinculación y compromiso que consigue el nacionalismo, porque hace a todos protagonistas del relato. Tu relato es demasiado concreto. Como carece de estructura mitológica es incapaz de implicar, no les hace partícipes de un relato.
Y no sólo por el problema evidente de la carencia de ancestros, sino por la ausencia de futuro. Porque ¿qué visión tiene el maqueto de sí mismo de cara al futuro, en qué situación se imagina? Verás que el maqueto que tú propones se imagina a sí mismo completamente integrado en la vasquidad, con su identidad real superada, por fin. Tú no estás creando una identidad ni un relato identitario, sino todo lo contrario, un proceso de desintegración de la identidad española y su imposible integración en la vasca. Una desidentidad.
La identidad es creada por un relato en el que hay un protagonista colectivo. Tu relato no funciona porque el protagonista colectivo que subyace no es otro que el apañol, el asimilado, el sobreintegrado, el meapilas… el súbdito. Nada que ver con el mestizaje. Un maqueto es un español renegado. Tu relato, eso sí, es voluntarioso, no te lo niego.
2º - Dices “No creo, como dices tú, que sea algo premeditado de las elites y los gobiernos, de focalizar la industria allí. Lo del País Vasco ya está muy estudiado: son las minas de hierro de una calidad especial, apta para los hornos de entonces, y su facilidad extractiva y de acceso al puerto, lo que permite el enriquecimiento súbito y la acumulación de capital. “
Por supuesto que hubo una premeditación, planificación si quieres y complicidad de las oligarquías aliadas con las nuevas burguesías empresariales, Canovas pacto un concierto económico para favorecer la concentración de capitales en Vizcaya.
Creo recordar que el hierro vasco era muy rico en azufre y por ello especialmente apto para el proceso de fundición inglés. Generalmente las fundiciones no se ponen allá donde hay hierro sino donde hay carbón. Por cuestiones lógicas, se necesitan muchas toneladas de carbón para fundir una de hierro. Los barcos de Martínez-Rivas regresaban de Inglaterra de vacío. Los cargaban con carbón y así reducían los costes, esto, unido a la autarquía proteccionista permitió mantener la ficción de una siderurgia vasca rentable. Supongo que recordarás esas montañas inmensas de carbón en la margen izquierda que cuando soplaba el viento ennegrecían de hollín todo Bilbao.
No creo en el noventayochismo como causante de la maldición y el complejo del apañol. Creo que es la lógica católica de la humildad y el acaparamiento por parte de la iglesia católica de las cuestiones identitarias. En España las cuestiones colectivas, los clubs comunitarios en los que la gente socializa los ha gestionado siempre la iglesia.
3º - Dices: “Tienes que tener en cuenta que la gente necesita sentirse del sitio donde vive. Esto es algo natural, es algo humano ¿por qué te molesta tanto lo de aita? Tantos años ya viviendo aquí, tantas generaciones, por lo menos cuatro desde finales del siglo XIX, creo que han llevado de manera natural a que haya ciertos elementos de asimilación, por parte del recién llegado.”
manera natural, manera natural, manera natural…. ¡Quéeeeee!
¿Tú crees realmente que la asimilación se ha producido de “manera natural”? Nada hay de naturalidad. No hay mestizaje, no hay variedad de formas sociales, sólo hay liturgia de pertenencia a una comunidad de creencias. Es el miedo el que estructura esta sociedad. El miedo que tiene ese extraño don de negarse a sí mismo. Y es lo que tú estás haciendo, negándolo, escondiendo bajo una apariencia de naturalidad lo que es un simple acojono. Además, que el talón de Aquiles del apañol, es el miedo al entorno al que siempre obedece. Considero que decir Aita en un contexto de miedo por parte de una persona que decía Papá o Padre es la certificación última de la traición a lo propio, a la identidad personal de cada uno. La palabra Aita consagra la desvinculación definitiva del apañol con su identidad, la que sea, y certifica su condición de esbirro. Ese alistamiento, porque es un alistamiento, a la comunidad de creencias, como siempre a través de la liturgia¸a través de la palabra
¿Qué opinarías de los judíos que llaman a su hijo Adolfo en pleno nazismo o acuden para su protección a nombres de la saga de los nibelungos, que camuflan su identidad? ¿Llamarías a esto “manera natural” de mestizaje?
Tú sabes que el nacionalismo no es una ideología. Las muestras de conformidad ideológica al nacionalismo se la pelan. El individuo no tiene por qué exhibir socialmente su conformidad ideológica, sino simplemente la conformidad en su comportamiento a través de la adopción de los usos sociales del régimen.
En la sociedad totalista la pertenencia a la comunidad se exterioriza con la liturgia del régimen. Una de las claves de vasallaje. Y Aita es una parte importante de la liturgia. Nadie ve tus opiniones, pero todos ven tus usos sociales y utilizan tu actitud para calibrar su sistema de navegación social. Con tu asimilación el mensaje que estás mandando es de sumisión al entorno. Quieras que no si dices Aita sumas con los nacionalistas, contribuyes a que la realidad tenga una apariencia en la que el nacionalismo es mayoritario. Quien a estas alturas no sepa que estamos en una guerra de usos sociales y que tenemos la obligación de exteriorizar usos sociales contrarios a los que se están utilizando para sostener un régimen totalista merece su condición de súbdito.
Cada uno tiene su obsesión. Hay algo instintivo que me dice que una persona que es capaz de traicionar la forma en la que él llamaba a su padre para adquirir la condición de súbdito se amputa el solito la condición de persona. Yo sueño en que llegue el día, que llegará, en el que los hijos se avergüencen de sus padres porque podrán reconocer la cobardía de sus progenitores en el Aita abyecto que les hicieron decir, con el que sus padres intentaban camuflarse en un entorno de miedo e interés. La ventaja del Aita sobre el Heil Hitler es que permanece en la memoria. Una vez terminado el nazismo cambiaron el saludo y negaron haberlo practicado. El Aita va a permanecer, y a los hijos se les va a caer la cara de vergüenza ante la pusilanimidad de sus propios padres. No es ninguna heroicidad decir Padre, pero es algo, contribuye a romper la apariencia de uniformidad.
El nacionalismo utiliza perfectamente ese miedo del apañol a su entorno, esa sensibilidad especial que tiene a toda opinión ajena gracias a la cual permiten que hasta el entorno decida cuál es la manera en la que sus hijos se van a dirigir a él… esta debilidad hace del apañol un ser muy manipulable. Basta con manipular el habitat y luego el apañol se automanipula él solito.
4º - “Que son muchos años ya de bellaquerías para pensar que sólo son los apañoles los que tienen la culpa de ser tan apañoles como son, amigo Benjamin.”
Ah, ahora hay bellaquerías, no existe ya “manera natural” de asimilación. Ok. Pedro José, en ningún momento he dicho que sean los apañoles los que tienen la culpa. La culpa la tiene el nacionalismo, claro. Pero llegado a un punto, ocurre como con el tocomocho, se necesita de la complicidad del engañado para que el timo funcione. Y en este caso ha sido necesaria la falta de autoestima del apañol para que el nacionalismo se imponga. Además están los que han pasado de víctimas a verdugos. Los hay a miles. Empezando por De Juana.
Tampoco confundas literalidad con intencionalidad, llamandole apañol no busco culpabilizarle, yo busco su reacción, su orgullo, exactamente lo mismo que tú con tu identidad maqueta, Sé bien que los apañoles se convierten en españoles sólo cuando se les insulta, sé por experiencia propia que el orgullo nos está esperando en el fondo del pozo, que desde ahí uno se da impulso más fácil que hundido flotando a media altura.
Un saludo
“…la maketidad, que es un sabor amargo, de suspensión territorial, de no saber donde está uno, de no sentir el suelo que pisa como propio, de estar pero no estar, es difícil explicar para el que no lo siente.”
Precioso párrafo. Pero estás definiendo una mera circunstancia, una no-identidad, el desarraigo del ciudadano moderno necesitado de vínculos con el tiempo y el espacio. Una necesidad muy humana y muy manipulable porque todos quieren respuestas. Sirve incluso una mentira, qué más da que sea una mentira, es una respuesta. Incluso las mentiras tienen más consistencia que la nada. Les pasa tanto a los apañoles como a los fans de Paulina Rubio. Es el signo de los tiempos. Todos quieren trascender a la propia insignificancia.
Sr. Fernando Maura. Yo no creo que el paraguas de la ONU convierta a la guerra en otra cosa. No entiendo por qué, por ejemplo, que Francia y Alemania tengan intereses concretos en Irak y no apoyen una resolución de la ONU convierta a la guerra en legítima o ilegítima. La guerra de Irak me parece una burrada. También me lo parece la de Kosovo comandada por Javier Solana. No olvidemos.
En lo que sí estoy de acuerdo es en que el PP se comporta como eso que los taurinos llaman “un buen toro”. Pero el maquiavélico y primer responsable es otro.
Un saludo a los dos
Hola Benjamin.
Ya pensaba que habías tirado la toalla. Entiendo que a veces las ocupaciones nos “distraen” demasiado y no hay tiempo material para llevarlo todo adelante. Disculpado por mi parte, faltaría mas.
Le he agradecido a Fernado Maura, en su artículo “Autonomías regresivas”, su contestación del otro día, donde he aprovechado para darle alguna reflexión de las que ya hemos tratado aquí, y particularmente lo que hago es repetir lo que digo en mi “Hipótesis sobre el origen de los nacionalismos «periféricos» en España” que tengo colgado en mi blog “Laidentidadmaketa.blogpot.com”, como ya te he dicho en otra ocasión, creo.
Pienso que para no repetir argumentos o para ordenar nuestras reflexiones, quizás deberíamos tratar de evitar (ya sé que es difícil y que muchas veces es una tentación demasiado tentadora, cuando no un desahogo puro y duro) las reflexiones un tanto apasionadas o “desatadas”, que nos llevan a “engolfarnos” en determinadas líneas y que nos desvían de la línea argumentativa principal y utilizar, en su lugar, frases cortas, preguntas concretas, incluso, y que el otro trate de contestarlas, si puede. No sé, es una idea, para ordenar un diálogo que amenaza, está amenazando, con alcanzar dimensiones un tanto desmedidas.
En relación con tu último texto, que he ido leyendo en el metro de vuelta a casa y donde he ido anotando ideas o subrayando frases para luego contestarte:
Ves contradicción entre la idea de mestizaje natural y la idea de las bellaquerías que han cometido los nacionalistas con los maketos (maquetos). O mestizaje o bellaquerías. Parece que es la alternativa. Pues bien, yo te digo: ambas cosas.
Porque no me negarás que mestizaje haberlo haylo. Vayamos a los datos. Yo los doy en mi libro (perdona que me refiera a él pero no tengo más remedio). Del artículo de José Aranda Aznar, “La mezcla de los vascos” que cito en mi libro, del censo electoral vigente en 1998 se deduce que el 45,92% de la población con derechos políticos en el País Vasco no tiene ninguno de los dos primeros apellidos vascos, el 20,50% tiene los dos y el 25,43% tiene uno. Por lo tanto, mestizaje hay, Benjamin.
Considera que sólo el 20,5% de los votantes en el País Vasco tiene los dos primeros apellidos vascos. Algo perfectamente coherente con los movimientos de población habidos en el País Vasco desde finales del XIX, como creo que demuestro en mi libro.
Y bellaquerías también hay, claro, desde que surge el nacionalismo en 1895 hasta hoy.
Pero vayamos por partes.
El origen del nacionalismo está en la presencia maketa aquí. De esto no hay duda. Se podrán buscar antecedentes. Pero Navarra los tiene de más pedigrí, y allí no hay nacionalismo porque no hay inmigración. Esto es claro.
Pero respecto de los maketos, yo creo que se puede hacer una división bastante evidente entre un maketismo de antes de la Guerra Civil y un maketismo posterior, de la Posguerra. Ambos maketismos tienen en común su procedencia de otras regiones españolas, más próximas en el primero, luego más lejanas también en el segundo.
Pero lo cierto es que mientras que el primer maketismo es mayoritariamente socialista, o frentepopulista (por utilizar un lenguaje ya de finales de ese periodo), el maketismo de la Posguerra viene marcado por la dictadura, y en una proporción que yo no me atrevo a desdeñar, pero tampoco a situar como principal, esto habría que estudiarlo, se podría decir que es un maketismo “facha”, porque en la situación del momento es lo que había, hablemos claro, fascismo que también, por otra parte, profesaba la mayoría de la población autóctona, dicho sea de paso, si es que quería tener algo que hacer o qué decir en aquel régimen.
Ocurre que en la Transición lo maketo queda identificado automáticamente con lo facha, y en cambio lo autóctono pasa a ser nacionalista reprimido y, por tanto, necesitado de redención. Todo lo vasco pasa a ser nacionalista, y antifacha, mientras que todo lo español o que proceda de España, maketos principalmente, pasa a ser sospechoso de facha o directamente facha. Esto fue así, y si lo viviste en las fiestas de los pueblos (que hoy son un pálido reflejo, pero reflejo todavía, de las de entonces) lo sabrás de sobras. Por qué dejamos que esto ocurriera así es otra historia. El socialismo de entonces es alucinante en su dejación de una memoria histórica republicana mayoritariamente maketa. Los socialistas guipuzcoanos como Eguiguren, Jáuregui y demás siempre han tenido mucho interés en lo del socialismo vasquista. Y en Vizcaya, grueso de la militancia, era tan pobre el bagaje intelectual en la Transición, que todo el mundo se olvidó de Prieto y de Perezagua. Todo el mundo quería ser vasquista, en el Parlamento vasco iban sólo socialistas de apellido vasco o que se llamaran Txiki, y decían que creían en la nación natural vasca y gilipolleces por el estilo. Nadie reivindicó entonces el pasado socialista republicano españolista, genuinamente maketo.
En la Transición, de manera increíble pero tremendamente efectiva, el nacionalismo y el propio socialismo (como movimiento mayoritario de la izquierda) se olvidan y echan paletadas de tierra encima del pasado maketista de izquierdas, del maketismo republicano, que yo considero que sí es susceptible de mitificación. El maketismo de Perezagua y Prieto, el socialismo maketo, como digo en mi libro, sí tenía clara una posición frente a la España imperial en decadencia, frente al nacionalismo español trasnochado y autoritario que luego eclosiona con Franco, y frente al nacionalismo vasco emergente. Ocurre que por mitificar a Prieto en mi libro, y es lo que tiene toda mitificación, me olvido de que hay otras posibilidades: por ejemplo, Gregorio Balparda, muy utilizado por el franquismo como mártir, cuando en realidad fue un señor liberal, muy culto, perfectamente consciente de su identidad encartada y, por tanto, vasca y española, y acérrimo opositor a las falsedades del nacionalismo, contra las que combatió siempre. Fue liberal en todos los sentidos, y su actitud ante la iglesia católica, un tanto distanciada, respetuosa pero sutilmente distanciada, nunca fueron entendidas ni entonces ni después, por quienes le utilizaron arteramente. Fue asesinado el 31 de agosto de 1936, como relata Fernando Maura en “Ultimos días de agosto” y como está estudiado en una tesis por Javier Cangas de Icaza, por elementos anarquistas descontrolados, en el barco-prisión Cabo Quilates, en la ría de Bilbao, junto con tantos otros personajes de la política y la industria vizcaína de entonces, conocidos o anónimos, pero recordados hasta hoy por sus familiares, siguen saliendo esquelas de vez en cuando en los periódicos recordando sus óbitos: “caídos por Dios y por España”.
Habría que buscar el nexo de conexión del maketismo en sus diferentes versiones, socialista y liberal y de derechas. El tiempo de la dictadura sirvió, entre otros despropósitos, para igualar a liberales con gentes de derechas. Podríamos encontrar muchos personajes paralelos a Gregorio Balparda, que tuvieron la suerte de sobrevivir a la conflagración civil y luego pudieron sobrevivir “cómodamente” instalados en el régimen, hasta que su trayectoria personal o su reflexión o su coraje les llevó a abandonarlo, por propia incompatibilidad de los sistemas. Pero el maketismo de izquierdas y el maketismo de derechas necesitarían una conexión que hoy no la hay. Quizás las elecciones de 2001, con Redondo y Mayor Oreja, nos ofrecieron un último intento de conexión, pero las culturas políticas de ambos partidos, particularmente la cultura política del socialismo (entendiendo por cultura política, mayormente, intereses prosaicos y de posición de sus cuadros, claro, porque cultura, lo que es cultura me temo que no les luce demasiada). Haría falta cultivar un entronque común entre ambos electorados, pero esto nos llevaría demasiado lejos en este momento, nos sacaría de límites, me temo.
Otra cuestión importante que me ofreces es un ataque en la línea de flotación de la identidad maketa, a la que tachas de subidentidad española, lo cual no me parece mal, pero también de pseudoidentidad. Eso ya no me parece tan bien. La identidad, Benjamin, es algo subjetivo, se siente, como te decía antes. Ante un sentimiento no puedes aducir cuestiones de racionalidad para desmentirlo. Me parece bien que me provoques con tus observaciones, pero no que hagas un juicio de intenciones sobre lo que yo siento. Y lo que yo siento es lo que yo llamo la identidad maketa, y frente a eso no creo que me puedas reprochar nada. Podrás aducir otro sentimiento, si quieres, o no aducir ninguno, pero no desdecirlo o decir que no es eso lo que siento, que siento otra cosa. Es por eso que es tan delicado meterse en los sentimientos de identidad. Porque son, como su propio nombre indica, sentimientos, afecciones, querencias íntimas. Hieres mi sensibilidad, Benjamin, cuando me atacas por ahí.
Otra cosa muy distinta es que me digas que mis argumentos para defender o para explicar mi identidad no son válidos. Bueno, lo podemos discutir. Pero son argumentos que surgen de un sentimiento, ese que citas en la frase de tu segunda contestación. El sentimiento es incombatible con argumentos, porque siempre permanecerá por encima o por debajo de ellos. Ahora bien, los argumentos que se utilizan para “defenderlo” sí pueden ser rebatidos, esta es mi distinción.
Supongo que los sentimientos, y el de identidad lo es, se podrán ir o podrán cambiar, pero seguro estoy que no a base de argumentos. Podrán cambiar por propia maduración, por reflexión íntima, por un proceso de desvelamiento, del mismo modo que surgieron, supongo. Pero no funcionan como un argumentario razonable, reflexivo, su discurso es distinto, es estético, es poético, considero.
Aquí entraría el tema de los mitos, que ya salió antes con el maketismo socialista como susceptible de ser mitificado. ¿Crees que para que un mito subsista tiene que ser muy, pero que muy antiguo? ¿Y que si no estamos hablando de algo equiparable a un concierto de Paulina Rubio? Hombre, yo creo que se puede mitificar incluso un tiempo considerado moderno, la época de la primera llegada de maketos aquí, la gran huelga de 1890 se puede mitificar, sí, lo mismo que el Mayo del 68, mucho más moderno, que también se mitifica, o la figura del Ché, sin llegar a caricaturas como la del concierto de Paulina Rubio, contra la que no tengo nada, ni a favor ni en contra, por otra parte. La mitificación es una necesidad de todos los tiempos y acude a situaciones que no tienen por qué ser antiguas o prehistóricas.
La identidad maketa, evidentemente, no ha sido formulada como tal hasta ahora, o sea que tampoco podemos pensar que tenga un relato muy denso, es lo que ha cabido en mi libro, bien poca cosa, quizá, pero en ello estamos.
Otra cosa que dices: qué futuro le espera a esta identidad, convertirse en vasca. No te acabas de creer, Benjamin, que si postulo la identidad maketa es porque ya me he convencido del todo que nunca seré vasco, si es que alguna vez soñé con serlo. Supongamos que así fuera, que soñé, que quise ser vasco alguna vez. Estaba en mi derecho, ¿no? Nací en Bilbao, ¿por qué no iba a pretender ser vasco? Cuando volvía por vacaciones al pueblo de mis padres en Andalucía, algunos decían: mira ahí viene el vasco. Pero yo sabía que eso no era así. Además de por la anécdota que cuenta mi madre de cuando nací, que relato en el libro, yo sabía que no podía ser considerado vasco por quienes en el País Vasco se arrogaban la condición de vascos. Y en esa disyuntiva he estado siempre. Luego hay vascos nativos que dicen que sí, que todos somos vascos, si vivimos aquí. El propio editor de mi libro, hablando con él de estas cosas, me consideraba vasco, como él, que tiene no sé cuántos apellidos. Pero yo le decía, no te esfuerces Luis, que no es así, que la mayoría de vascos nativos, los nacionalistas, no piensan como tú. El mestizaje vino por ahí, por gentes nativas desprovistas de esa condición exclusivista. Pero la mayoría sociológica actual no piensa así, ni los vascos nativos mayoritariamente pensaron así cuando vieron lo que se les venía encima.
O sea que por ese lado no veo por qué tienes que dudar. Ya sé que nunca voy a ser vasco como tú, como no podré ser lapón o esquimal, como dices, aunque haya nacido aquí, aunque viva aquí, aunque el Estatuto de Autonomía diga que todos los ciudadanos que vivan en el País Vasco y que contribuyan aquí son vascos. Pero, por favor, ¿no te parece que me están dando argumentos para ser vasco continuamente, para creermelo? Y qué decir de los nacionalistas que me dicen que si postulo la independencia o defiendo a ETA soy vasco. Estos también le ofrecen al maketo una salida para ser vasco, como dices tú con el ejemplo de De Juana.
Por tanto, las tentaciones son continuas, múltiples y llegan de diferentes vías. Y lo que es peor, cuando te empeñas en decir que no eres vasco ni te consideras tal, te encuentras con maketos que te dicen que lo que pretendes es regresivo, profundamente reaccionario, que le estás dando la razón a la gente más retrógrada de este país y que encima empleas un discurso que se salta a la torera la idea de ciudadanía.
Y por otra parte, en relación con esto, cuando dices que los gallegos, los catalanes y luego todos los extranjeros que hay aquí no son maketos. Dices que maketos (maquetos) serían sólo los que proceden de otras regiones españolas que no tienen un sentimiento de nacionalidad. Aquí habría que hilar muy fino. Bien, te concedo que los extranjeros no sean maketos. Hemos tenido y tenemos ejemplos entre nuestros políticos y personajes influyentes: Knörr, Greaves, Krutwig, Delclaux, Lipperheide, etc., generalmente son gentes pudientes que vinieron aquí a invertir, es raro que vinieran como mano de obra. Aquí el maketo como persona sin medios, que viene con sus manos a trabajar, la condición social desfavorecida del maketo es evidente y ahí está uno de sus rasgos identificatorios principales. En cuanto a que si los catalanes no. Sabino decía que todos los de España eran maketos y España era Maketania, como sabes. Pero es que catalanes aquí hay muy poquitos, no hay problema en ese sentido. Ellos en Cataluña tenían medios como para no tener que emigrar aquí. Y los que hay generalmente han venido pero no como mano de obra a Altos Hornos sino con diferentes grados de preparación que les asemejan más con sectores liberales y profesionales. Y en cuanto a los gallegos, lo cierto es que los gallegos siempre se han visto situados en sectores desfavorecidos de la población, como mano de obra, codo con codo con el resto de maketos.
Hoy en día ocurre que el nacionalismo intenta “respetar” a estas minorías, y a los gallegos muy principalmente, por la vía de ensalzar su galleguidad, digamos, haciendo que su condición española no aparezca por ningún lado. Y todos sabemos que en Galicia, independientemente de que halla un sentimiento nacionalista de tipo cultural, y también político, este es minoritario, Fraga consiguió mayorías absolutas sucesivas durante muchas legislaturas y la mayoría sociológica allí es indudablemente españolista.
¿Y qué esperamos los maketos del futuro, te preguntas? Pues fíjate, Benjamin, que en absoluto pienso que acabaré siendo vasco, yo por lo menos. Pierde ese miedo, por lo menos respecto de mí. Eso lo tengo absolutamente descartado. Te voy a contar una cosa. Cuando estaba escribiendo el libro empecé a pensar, por un momento, sobre todo antes de escribir los últimos capítulos, que cualquiera que leyera esto en el País Vasco, sobre todo desde la derecha españolista digamos así para entendernos (que creo que han sido, a la postre, mis principales lectores) pensaría que estaba leyendo un libro de alguien que quisiera verse fuera de España, que la identidad maketa es una identidad que sólo se puede entender viviendo en un País Vasco independiente, pero que si el País Vasco se entiende formando parte de España, que no tiene ningún sentido, un maketo es un español viviendo aquí. Quería dejar claro, entonces, que yo, como maketo, no me considero fuera de España, pero que tampoco me considero español sin más, esto lo he dicho muchas veces ya. Quería un nombre para mi condición de español viviendo en el País Vasco. Todo se reduce a eso. No veas otra cosa, que no la hay, te lo repetiré todas las veces que haga falta. No quiero ser vasco tal como tú entiendes ser vasco (tú y otra mucha gente como tú, nacionalista vasca o no). Quiero un nombre para mí y para la gente que yo considero que es como yo. Pero, por favor, no me digas español porque eso ya sé que lo soy. Y a mucha honra. Quiero que digas qué soy yo viviendo en el País Vasco, además de español. Y no me digas ciudadano del País Vasco porque eso no sirve tampoco, nadie lo considera así. Tú lo tienes claro, eres vasco, además de español. Bien, ¿y yo? ¿Qué soy yo además de español viviendo en el País Vasco? ¿Por qué un señor de Soria puede decir que es soriano y castellano y español y nadie le puede decir absolutamente nada en contra, y yo sólo me puedo quedar con que soy español sin más? ¿A un señor de La Rioja le llamarías ciudadano de La Rioja o le llamarías riojano? Por qué a mí me tienes que llamar ciudadano del País Vasco y no vasco. Porque hay otros señores que se llevan el calificativo de vascos en exclusiva. ¿Y yo, entonces, con qué me quedo? No tengo nombre que me identifique como natural de una comunidad autónoma. Por eso elijo el de maketo, todo el mundo entonces sabe lo que soy, sobre todo desde que escribí mi libro.
Hay un momento de mi reflexión en que ves que el País Vasco, por la deriva que va y por la mala gestión que están haciendo los gobiernos de España respecto de las autonomías llamadas históricas, en algún momento se verá fuera de España. El nacionalismo vasco no va a cejar en sus pretensiones. Esto creo yo que todo el mundo lo debería tener meridianamente claro. Están juramentados en ello. Esta es una constante con la que hay que contar en todos los análisis de futuro. Por eso no me vale que me digas que la identidad maketa es una identidad circunstancial. Sería circunstancial si el nacionalismo vasco lo fuera. Pero ¿puedes decir, en serio, que el nacionalismo vasco es un nacionalismo circunstancial?
En un hipotético futuro, cuando el nacionalismo vasco consiguiera o consiguiese el país que quiere, me tendría que ver a mí mismo como formando parte de él pero como identidad diferenciada, luchando por mi propia autonomía y esperando de España una ayuda, como identidades semejantes o hermanas que somos, la maketa y la española, ayuda que entonces quizás nos darían, cuando hasta entonces nos habían tenido completamente ignorados. Pero luego compruebo, en la realidad diaria que vivimos, y fuera de ensoñaciones o de futuros improbables, que mi situación en el País Vasco y en España es tremendamente incómoda: todo el mundo prefiere que pasemos desapercibidos o que nos convirtamos en vascos de segunda: los nacionalistas de aquí y los gobiernos españoles también, que prefieren que el nacionalismo siempre mande y que así se mantenga “cómodo” en España. Triste destino para nosotros. Y lo peor es que es así.
Y esto, amigo Benjamin, no tiene nada que ver con la apañolía. Esto es lo que tenemos en la Transición y contra lo que los maketos bien poco hemos podido hacer: nacionalismo vasco dominante, sociológicamente dominante en las costumbres, en los usos, en la escuela y en los medios de comunicación públicos, gracias sobre todo a la inestimable ayuda de un movimiento coactivo y de terror eliminando todos los elementos y símbolos de vinculación real y efectiva con España, y controlando las fiestas y demás escenarios populares y lúdicos y, junto a ambos, como tercero en discordia, unos gobiernos españoles absolutamente ignorantes de la realidad de las llamadas nacionalidades históricas, erigiendo a los nacionalismos respectivos como representantes únicos y legítimos de esos territorios. ¿Qué más se puede pedir para mantener una realidad sociológica como la maketa (maqueta) achantada, acomplejada, ignorada y desvirtuada?
Seguimos.
1 - La cruel frase de esa señora, cierta por otro lado, ante unos emigrantes exultantes no sólo por el nacimiento de su hijo sino porque éste accedía por fin a la tan deseada condición de vasco, te pesa como una maldición de cuento mitológico. Naciste marcado y entiendo tu obsesión.
Estoy seguro que hasta te sentías orgulloso cuando regresabas a tu pueblo y se referían a ti como “el vasco” porque detectabas esa admiración que padecen todos los apañoles por lo vasco y de la que tan fácil es aprovecharse.
2 - El dato estadístico de los apellidos yo no lo niego, faltaría más. Es más, el dato prueba mi punto. Prueba que ha existido emigración, nada más, no que ha existido mestizaje. El mestizaje es otra cosa. No ha existido mestizaje sino asimilación. ¿Cuánto Garikoitz Garcilopez conoces? Sí, ha venido mucha gente pero no se ha producido mestizaje cultural.
Si todos los que emigraron a Norteamérica se hubiesen puesto plumas en la cabeza y dedicado a bailar alrededor del fuego no habría existido mestizaje por más que unos fuese negros, otros chinos y otros rubios. Estarían todos haciendo el mismo ridículo que hacen los apañoles sobreasimilados.
La existencia de tanto apellido no vasco sólo prueba lo que estoy diciendo. El proceso de asimilación es tan innegable como vergonzoso, sólo se puede negar por quien lo ha padecido y asumido. Tengo comprobado que alguien que, por ejemplo, dice Aita o se cambia el nombre, nunca reconocerá que lo ha hecho por cobardía, por esfuerzo asimilador, por necesidad de pertenencia, por necesidad de ocultar su vergonzante origen… y siempre intentará justificarse diciendo que ha ocurrido de “manera natural”. Cómo si en el País Vasco existiese algo natural. Eso sí, nos encanta aparentar que todo lo hacemos con naturalidad y campechanía, pero ésta es sólo la más artificiosa de las poses.
3 - “no que hagas un juicio de intenciones sobre lo que yo siento.”
No sé si te das cuenta de lo que acabas de hacer, al vincular la argumentación a los sentimientos, a la esfera de lo intimo, la elevas a la categoría de insulto y de paso la sustraes de la discusión. Algo tan propio de los nacionalistas.
Al impregnar de emotividad el argumento dejas de argumentar, quieres ser caballito blanco. “Yo de esto no discuto porque es lo que siento” Personalmente me parece una burda excusa. Y más en una persona que tanto le gusta estirar y probar argumentos. Esta actitud no me parece propia de un intelectual que con tanta osadía ha entrado en el terreno de la identidad. Tu párrafo es clavadito al que utilizan los religiosos. Tienes fe identitaria.
4 - “¿Crees que para que un mito subsista tiene que ser muy, pero que muy antiguo? ¿Y que si no estamos hablando de algo equiparable a un concierto de Paulina Rubio? Hombre, yo creo que se puede mitificar incluso un tiempo considerado moderno”
No tiene por qué ser obligatoriamente muy antiguo, pero sí tiene que tener una estructura mitológica. Coloquialmente se suele utilizar esta expresión, mitificar, como sinónimo de idealizar. Pero mitificar algo es construir una narrativa de la que se pueda deducir una identidad. Si la narrativa no hunde bien sus raíces en el pasado ni apunta a un futuro intemporal, la identidad que crea es débil. Porque no está utilizando el tiempo mitológico que utilizan las narraciones que crean identidades fuertes.
El relato que realmente vincula localiza su origen en un tiempo remoto inverificable. El milenarismo de Ibarretxe es el equivalente narrativo del “Erasé una vez”. Del mismo modo, al situar la felicidad en una independencia futura, equivale al “Fueron felices y comieron perdices”. Un infierno presente y un paraíso prometido situado más allá de la muerte. El truco lleva funcionando miles de años con el catolicismo. Marx hizo lo mismo con su sociedad sin clases. Hitler también con su Reich de los mil años.
Claro que si tú hubieses aspirado a darle estructura mitológica a tu relato sólo podrías haber acudido a identidades como las que anteriormente te he propuesto, visigoda, judía, ibérica, celta… pero nunca maqueta. Has pecado de falta de ambición, podrías haber solucionado el problema identitario de todos los españoles, pobres, no sólo de los que se encuentran en el País Vasco o Cataluña. Pero tú no querías crear una identidad, sino un acceso a la vasquidad. Como todos los españoles siempre haciéndoos perdonar vuestro origen.
El Che - cuyo poster, qué vergüenza, tuve en la cabecera de mi cama tantos años - se mitifica sí, pero se le mitifica dentro de una narrativa marxista que sí hunde sus raíces en el tiempo mitológico y regala una utopia. El Che es un arquetipo de esta narrativa. La fuerza de Marx no se debe a su condición de filósofo, ni a su teoría de las plusvalías, ni de la alienación, ni del materialismo histórico, sino a su condición de narrador y a convertir la historia de la humanidad en un relato de la que el hombre se sentía protagonista por su pertenencia a una clase. El marxismo es una religión. Marx creo una identidad social, otro personaje colectivo, otro nosotros enfrentado a un ellos: la clase social. Otro totalismo peligroso. Marx al igual que Sabino creo un relato con un protagonista colectivo. Fíjate que aunque ideológicamente marxismo y nacionalismo no tengan nada que ver, desde un punto de vista narrativo son muy similares. Los dos regalan trascendencia a través de una clase uno y de una etnia el otro. Marxismo, Nacionalismo y Catolicismo, los tres tienen los mismos elementos narrativos y los tres buscan dar solución al mismo tipo de necesidades religiosas del hombre. Así parece más coherente la cantidad de gente que ha pasado del catolicismo al nacionalismo pasando por el marxismo.
Hitler era un narrador extraordinario. Organizaba la sociedad con un relato imaginario que se autogestionaba de forma espontánea. Les contaba a los alemanes quienes eran, en qué momento del relato se encontraban y lo que había que hacer para llegar a un futuro inevitable. Así deducían la identidad de ese relato. Una identidad está indefectiblemente vinculada a un relato que la articula. Tu relato carece del tiempo histórico necesario para crear una identidad. Esta me parece la mayor debilidad de tu propuesta identitaria.
5 - “El origen del nacionalismo está en la presencia maketa aquí. De esto no hay duda.” Bueno, yo lo matizaría. El origen del nacionalismo está en el miedo a la democracia, a su igualdad ante la ley y el fin de la sociedad estamental vasca. El nacionalismo surge como instrumento para jerarquizar la sociedad. Si no hubiese existido la emigración seguiría existiendo nacionalismo. Hay muchas regiones europeas nacionalistas que no han tenido emigración. Lo característico de los nacionalismo no suele ser la emigración, sino la riqueza. La democracia siempre supone redistribución. Allá donde se ha concentrado la riqueza de un país tiende a buscar desvincularse de ese país, o a reclamar tratos diferenciales. Hay nacionalismo en Gibraltar. Mira también el caso de Suiza. Allá conviven pacíficamente múltiples identidades catalizadas por el bienestar que les proporciona su condición de paraíso fiscal gracias a su extraordinaria ley de Banca. Hay nacionalismo en Monaco. Hay nacionalismo en Andorra y su estatus privilegiado es defendido también por los emigrantes. ¿Te suena? Si, tal y como ocurre aquí.
Además, ¿crees tú que el vasco rural no iba a acudir a su etnicismo y su conocimiento del euskera para conseguir privilegios frente al mayoritario vasco urbano? Por supuesto que lo haría, está en la naturaleza humana esto de crear identidades y pertenencias para conseguir tratos de favor.
6 - “Pero Navarra los tiene de más pedigrí, y allí no hay nacionalismo porque no hay inmigración.” Claro que hay nacionalismo en Navarra. UPN tiene bastante más en común con el PNV foralista que con un partido democrático moderno. Esta es una contradicción que el PP tendrá que resolver. Así como su defensa interesada del Concierto Económico vasco o del Convenio navarro.
7 - Decir que Franco era fascista es mucho decir. Al falangismo sí, pero no sé si al nacionalcatolicismo franquista se le puede llamar facha. El fascismo es algo demasiado moderno para Apaña. Fascismo hay aquí y ahora, en el País Vasco, digo. Lo de Franco era el tonto caciquismo de siempre. Franco era un simple dictador oportunista sin ideología que no se metía en política.
9 - “la Transición lo maketo queda identificado automáticamente con lo facha,” No creo que sea lo maqueto lo que se identifica con Facha, sino lo español. Y esto, insisto, ocurre en toda España y a los propios españoles. De siquiatra.
8 - “Knörr, Greaves, Krutwig, Delclaux, Lipperheide, etc., generalmente son gentes pudientes” Tienes atracción por el victimismo, te agarras una y otra vez a la pobreza como elemento característico de tu identidad maqueta, casi dando a entender que los humildes no han tenido otro remedio que asimilarse. Pero no es cierto. Conozco mucho emigrante pobre que no se ha asimilado y mucho rico que sí lo ha hecho. Hay miles de seres anónimos que no han caído en practicar el humillante sistema de meritoriaje nacionalista. Acuérdate de los carísimos calzoncillos de Zamarreño, o de Manuel Indiano, aquel enemigo del pueblo trabajador vasco que gestionaba una empresa tan opresora como un quiosco de gominolas. Los hay humildes y de izquierdas que votan al PP, en defensa propia. Algo que a ti parece no entrarte en la cabeza, porque tal vez el que tienes interiorizado España-facha seas tú. Un fenómeno que no es exclusivo del País Vasco, sino que se extiende por toda la piel de bobo.
Lo que muchos no terminan de reconocer es que toda la izquierda apañola tan preocupada por teorías movilizadoras y en creerse la vanguardia de todo haya sido en la práctica la más dócil y sumisa a algo tan reaccionario como el nacionalismo. Y siguen siéndolo. Basta ver cómo babean sumisión, cada vez que dicen esos humillantes Aitas. Parecen pedir permiso para entrar en el Nosotros. Pero ha habido humildes proletarios con orgullo identitario que no se han asimilado mientras la arrogante izquierda hacía y hace el más espantoso de los ridículos. Grotescos apañoles sin identidad que encima van de ilustrados.
Hay un maniqueísmo presente en toda tu exposición. Para ti el proletario, humilde de izquierdas y no nacionalista es español, mientras que el rico explotador y nacionalista es vasco. Esto es falso. Todo el que ha venido se ha asimilado, sobre todo la gente de izquierdas, o que creían ser de izquierdas. Independientemente de la clase social a la que perteneciesen. Se han asimilado porque les han dicho que eso era lo que tenían que hacer. Claro que los pobres apañoles venían sin ningún tipo de orgullo que les vacunase contra la humillante asimilación. Los apañoles estaban deseando renunciar a todo lo propio. Ocurre en el País Vasco y ocurre con los españoles que emigran a cualquier sitio. Por eso tu propuesta maqueta no deja de ser un método para deducir una identidad de un proceso artificial de asimilación. Esto es lo que verdaderamente ha ocurrido. Los apañoles no han cumplido con su humana obligación para con el mestizaje. El proceso se ha acelerado, de manera “natural” desde que ETA decidió socializar el sufrimiento. El canguelo tiene una capacidad de convicción que no veas. Pero no era necesario tanto miedo, ETA sobreactúa, no hay porque matar para persuadir a los apañoles para que dejen de serlo. Están deseando renegar de todo lo propio. ETA en realidad actúa para amedrentar a los vascos.
9 – Insistes: “El socialismo de entonces es alucinante en su dejación de una memoria histórica republicana mayoritariamente maketa.” Otra vez. Maquetos eran también los nacionalistas Sota, Chalbaud, Horn el pobrecito Campión … etc El propio Azaña se descojonaba de los apellidos de los diputados a cortes nacionalistas. También había mucho socialista con apellido vasco. Meabe también era socialista, o Zugazagoitia. Barres demasiado para la casa maqueta. Las injusticias soliviantan a cualquiera, también a los vascos.
(Y pensar que el sindicalismo socialista español nació en Vizcaya. Ya ni existe San Salvador del Valle, ahora los apañoles lo llaman Trápaga.)
Lo de recuperar la identidad encartada me parece un acierto. Ahí les dolería de verdad.
9 -“Quiero que digas qué soy yo viviendo en el País Vasco, además de español.”
¿Qué es un vasco que vive en Madrid? Pues eso, un vasco que vive en Madrid. Fíjate que muchos de ellos jamás se definen como madrileños, incluso ni como españoles. Entonces es cuando a los apañoles madrileños se les cae la baba y le otorgan el mejor puesto de trabajo.
¿Qué es un indio apache que vive en Suecia? Pues eso, un indio apache que vive en Suecia. ¿Por qué quieres deducir del lugar donde se vive un Ser que te defina.? No entiendo tu obsesión por vincular tu identidad a un territorio. Ni siquiera una identidad tan obsesiva como la vasca está vinculada a un territorio. Un vasco puede nacer en California y seguir siéndolo. Ahí tienes al tipo ese que acaban de traer hace bien poco, un tal John Garamendi. No entiendo qué os ocurre a los españoles, en serio. No entiendo vuestros problemas de identidad, y resolverlos, en esto coincido contigo, me parece vital para mi propia supervivencia, para la supervivencia de la democracia en el País Vasco.
Bueno, sí que lo entiendo, porque necesitas algo que oponer a la virulencia identitaria nacionalista y la identidad española ha sido tan satanizada que nadie se atreve a identificarse como español. Pero la satanización no la han producido los nacionalistas en exclusiva, los propios apañoles han hecho enormes esfuerzos para autodegradarse. Son sadomasoétnicos. Los apañoles son consumidores compulsivos de fascismo.
No, yo no soy vasco. Sólo “ejerzo de” a la hora de discutir. Soy un ser humano con todos los problemas de identidad que esto conlleva y que nunca jamás se resolverán. Estoy contento entre las dudas, no necesito certezas en algunos campos, y menos en el identitario.
El territorio en el que aterriza un emigrante jamás configura una identidad. Todo el ejército del servicio doméstico filipino, aterrice donde aterrice, no deja de ser filipino. Una filipina que se establece en el País Vasco, y las hay que llevan ya tres generaciones aquí, nunca dice de sí misma que es vasca. Es una filipina que vive en el País Vasco con los derechos que los ciudadanos tienen en ese territorio. Pero nunca dice de sí misma que es vasca porque tiene algo de lo que el apañol siempre se ha avergonzado: el orgullo. Y siempre seguirá teniendo más elementos identitarios comunes con una filipina que ha aterrizado en Dinamarca que con un aborigen de la tierra en la que ha aterrizado.
Si los que tan interesadamente gestionan la identidad vasca decidiesen que un elemento identitario imprescindible es ponerse una pluma en la cabeza ¿quiénes crees tú que serían los primeros, si no los únicos en ponérsela?
Tiene su gracia - su p. gracia - que todas las ortopedias que inventó Sabino para que los vascos nos diferenciáramos de los españoles iban a ser finalmente utilizadas por los únicos que le encontraron utilidad, los propios apañoles para ganarse la vasquidad. Pobre Sabino. Ay, si viese a un Montero dirigiendo su fundación. Es comos si bajo el siniestro capirote del KKK estuviese un negrata. Pero es que Sabino ignoraba ese extraordinario afán de los apañoles por dejar de serlo.
Es obvio que tu lance con el nacionalismo no ha terminado. Te invito al frente doméstico de esta guerra de usos sociales. Ya verás, es divertido. Consiste en no pasar nunca por jatorra, contestar “adiós” o “hasta luego” a todos los agures, gritar padre en los parques infantiles, renegar de la toponimia de la sumisión, jamás decir Donosti, ni Santurtzi, y pitorrearse de la ortografía del régimen, todo con CH.… en definitiva, en oponerse a la normalización traumática en todos y cada uno de los campos cotidianos en los que todavía podemos hacer algo. Y hacerlo todo con una sonrisa y una mirada directa a los ojos del energúmeno normalizado. En definitiva, dinamitar los usos y costumbres con los que los apañoles calibran su sistema de navegación social para convertirse en impostores. Tal vez así consigamos que estos tristes recuperen sus elementos identitarios, las palabras que tenían sentido emocional para ellos y podamos volver a escuchar aquella mágica palabra olvidada: mamá.
Un saludo
Primero de todo, Benjamin, insisto, ¿por qué no me crees que no tengo ningún interés con ser otra cosa distinta de lo que soy, que no tengo ningún interés, ni expreso ni profundo, en convertirme en vasco? Es por aquí por donde va fundamentalmente mi petición de principio, mi solicitud para que me creas con lo que te estoy diciendo y no hagas juicios de intención con lo que digo o con lo que quiero decir. Lo maketo no es ninguna vía hacia la vasquidad, yo no la entiendo así, me gustaría saber si alguien más que haya leído mi libro lo ve así, pero eres el primero que me sugiere esa posibilidad y conozco a bastantes de mis lectores, sobre todo porque son pocos, claro. ¿Tú crees que si yo quisiera ir hacia eso me tomaría tanto esfuerzo? Los partidos nacionalistas me habrían ofrecido ya la posibilidad de convertirme. Quién le puede decir a José Antonio Rubalkaba Quintana, Aitor Esteban Bravo o María Presa Fernández, por decirte cargos electos nacionalistas en Parlamento Vasco, Congreso de los Diputados o Juntas Generales de Bizkaia, respectivamente, que no son vascos. A no ser que me digas que eres tú, precisamente tú, el que tiene la potestad de decir quién es vasco y quién no. Y entonces me callo.
Pero aparte bromas, y entendiendo perfectamente lo que me quieres decir, declararme maketo nunca lo había pensado como vía hacia la vasquidad pero, dándole una vuelta a esa posibilidad enseguida la descarto porque no tiene base, yo no se la encuentro. Es más, mi maketidad está formulada, entre otras cosas, en previsión de que si algún día este país nuestro pequeño consiga la autodeterminación y la independencia, poder decir que yo tengo otra identidad distinta, que yo no formo parte de la leyenda ni quiero arrastrar de por vida esa gran responsabilidad histórica.
Y dándole otra vuelta, ¿no será que ves ya, obnubilado por tanto apañol que dice aita y agur, a todos los maketos como ansiosos de convertirse en vascos?
Lo de la historia que comento de mi nacimiento y del comentario de aquella señora sobre lo que significa ser vasco, no es que pese como una maldición, es que es la realidad que tenemos aquí por parte de algunos, no sé si mayoría, pero sí que forman un grupo significativo sociológica y políticamente hablando. Los vascos, en general, no quieren que se les confunda con ellos. Aunque la verdad es que, visto lo visto, lo tienen crudo con los apañoles. Lo vasco hoy qué es, Benjamin. Lo vasco es lo que los nacionalistas quieren que sea lo vasco, algo más bien pobre y desvirtuado.
Tú dices que un vasco es vasco aunque se vista de arapahoe. Yo en eso discrepo en un punto importante. Un vasco tiene que demostrar que es vasco, hacer ostentación de que lo es. Lo primero que tiene a mano son los apellidos, pero los apellidos hay que decirlos, no los llevamos puestos en un letrero colgado del pecho. Y si no parece suficiente pues saca las costumbres, el folklore y la lengua de los antepasados. Pero si no ejerce ni alega nada de todo esto, ya me dirás. Porque no es como un esquimal o un lapón o un filipino. Ahí te equivocas. No hay rasgos raciales evidentes que lo delaten respecto de los demás españoles de una manera evidente. Tú lo sabes y me sorprende que no lo veas, porque ahí está una de las claves para entender el fenómeno “apañol”. El ejemplo que algunas veces ya te he puesto: ir por la Gran Vía de Bilbao o por la Concha y deducir, de los que te vienen de frente, quién es vasco y quién no. No los sacas. Te pongas como te pongas. Lo único es para los casos muy evidentes, frente pronunciada, nariz fuerte, en el caso de los varones, pero ni aun así tampoco. Más de un vasco incuestionable es pequeñajo y de rasgos finos: Aita Barandiarán, por ejemplo. Los tipos de vasco son muy diferentes y ni el propio Sabino dio con la prueba irrefutable. ¡Es que él mismo parecía un tipo español de la época! Nadie de los que le vieran de su etapa de estudiante por Barcelona, estoy seguro que nadie podría decir, de verle por la calle: mira, ahí va un vasco. Y seguro que si hubiera sido un filipino o un lapón te lo sacan a la primera. Casos múltiples de encontrarte en el metro o en el parque con gente mayor, que ves que son euskaldunzarras, por el euskera que manejan, y no los diferenciarías, por apariencia, de cualquier vecino de la zona lumpen de Sestao o Baracaldo. No hay una racialidad vasca incuestionable. Y ejemplos son múltiples para demostrarlo. Si la hubiera, ¿no crees que ya nos lo habrían dicho? Y este es un dato muy importante para que los maketos se hayan infiltrado por todos los intersticios del tejido social vasco.
Hay que ejercer de vasco, como necesidad incuestionable para serlo, más allá de diferencias raciales, que en este caso no se dan: Rodríguez Ibarra, por ejemplo. Cuántos no quisieran aquí tener esos dos apellidos y pasar por R. Ibarra. Pero este señor no ejerce de vasco ni por asomo, es más, es el paradigma de lo extremeño para sus paisanos y para la gente de fuera también.
Hace falta una cierta ostentación para sacar a relucir lo vasco. Algunos la hacen y otros no. Esperanza Aguirre, ¿tú crees que va de vasca, o que la consideran más en Madrid por ser Aguirre? Yo tengo mis dudas. Porque lo que ocurre es que lo vasco puede ejercer de español perfectamente, porque la historia está ahí para avalarlo y eso es así mal que les pese a los nacionalistas vascos. El caso de Aznar, por ejemplo, cuando al principio pactaba con Arzalluz éste buscaba en la conexión Aznar la prosapia vasca del presidente del gobierno para poder hacer comprensible a su clientela vasca los arrumacos con el líder del PP, pero es seguro al cien por cien que Aznar nunca necesitó ni buscó ni obtuvo más ascendiente en su partido por tener un abuelo vasco, ni Fraga Iribarne por tener madre vasca tampoco. Son españoles cien por cien. Esto lo sabes perfectamente.
La historia nacionalista vasca busca el origen oscuro, la piedra cromlech con boina, pero no pueden luchar contra una historia que dice que lo vasco formó parte inextricable de lo español, como uno de sus principales elementos.
La historia vasca y el pedigrí vasco funcionan gracias a España. En Francia no tienen nada que hacer, pasan por rústicos, allá en sus montañas, como una minoría más, como los bretones, si quieres. Pero en España tienen la leyenda de su parte, gracias a España y al papel que ejercieron desde siempre formando parte de una misma historia.
Esa historia de España que permite a un vasco pasar por español o por vasco a voluntad, pero que al revés no funciona igual, claro.
En la Transición lo vasco funcionaba a todo tren porque tenían, sobre una historia victimista, pues además de eso las riendas del poder político y económico: vascos clamaban por la autodeterminación y por la supervivencia como pueblo y vascos estaban en los puestos más importantes de la industria y de la política del régimen español de Franco, ¡hay quién dé más! Había que estar a favor de los vascos sí o sí. Había que pensar que tenían algo especial, que tenían la cualidad insólita de poder estar a las sopas y a sorber a la vez. Quién no iba a querer entonces ser vasco. Efectivamente: todos queríamos ser vascos, como víctimas o como victimarios, pero eso era estar, ya que si no eras vasco no estabas en ninguna parte en el País Vasco, estabas en el limbo, en la inexistencia. Pero estarás conmigo en que las cosas están cambiando para peor con los vascos. La historia de ETA es y será un baldón con el que probablemente la buena fama del vasco no se recuperará jamás. Eso y la toma de conciencia de los apañoles de que no tienen nada, absolutamente nada que envidiar a cualquier vasco, de arriba o de abajo. En eso estamos.
Alguna vez habrá que escribir sobre el significado de lo vasco en la Transición, a la salida de la dictadura, y la acumulación de réditos entonces, con los que ha estado viviendo todo este tiempo.
Lo que tenemos actualmente en el País Vasco es un nacionalismo que reivindica las señas de identidad vascas y además cuenta con el ardid de la independencia para chantajear permanentemente al gobierno de turno en España y seguir así manteniéndose en el poder, porque los gobiernos en España consideran que mantener al nacionalismo en el poder garantiza la continuidad del País Vasco en España.
El nacionalismo vasco está aquí para quedarse, no nos olvidemos de esto. Es un factor constante, no una variable en esta ecuación. Y un movimiento que lleva en el poder 27 añitos, sin alternativa viable en la actualidad, y considera que la identidad es el factor político por definición, ya me dirás si no condiciona la forma de actuar y de pensar en el país de quienes no nos consideramos pertenecientes, ni queremos pertenecer (dicho sea de paso) al pueblo elegido.
El socialismo vasco, por ejemplo, es nefasto en la gestión de este tema. Ellos creen que con reivindicar lo social tienen bastante. En el tema de la identidad, nada de nada. Si mi identidad maketa fuera una vía hacia la vasquidad, como tú dices, ¿no crees que se hubieran interesado por ella? Ellos sí que quieren hacerse vascos como sea. Su planteamiento es tender puentes entre diferentes. Y yo, que le pregunté el otro día a Patxi López por el asunto en un encuentro con los lectores en El País, fui contestado de la siguiente manera: nosotros siempre hemos estado por el pacto y por el encuentro entre diferentes, en la República, en la Guerra Civil y en los gobiernos de coalición de los 80 y los 90. O sea, que el amigo Patxi a lo máximo que aspira en la política vasca es a un gobierno de coalición con los nacionalistas, de nuevo. Este es su horizonte político. Para él tender puentes es dejarles siempre a los nacionalistas su cuota de poder. Lamentable.
La política vasca tiene que plantearse en otros términos y encarar directamente y de frente el tema de la identidad. Si la identidad es lo que da votos, porque a la vista está, y a los nacionalistas les funciona a la perfección, pues hay que plantear la lucha en ese terreno y no rehuirlo, y hablar claramente de identidades. En esa línea va mi propuesta. Que tú me dices que es débil, pues me da igual, lo mismo que la nacionalista. Porque su fortaleza no está en su contenido. Ya me dirás el contenido que tiene cualquier historia nacionalista de Euskal Herria. Ahí las tienes, échales un vistazo. El tema no es ese. El tema es que la gente se la crea o no. Ahí está la única diferencia, Benjamin, que la gente se la crea. Cómo es posible que se traguen tantas ruedas de molino de los nacionalistas, tanta tergiversación de la historia. Si se creen eso es que se creen cualquier cosa.
Por ahí va mi propuesta. Por encarar el tema de la identidad en el País Vasco desde otros ángulos, con otras propuestas, con otros discursos.
Tú criticas mi discurso y lo pones en relación con el nacionalista. Dices que el nacionalista vasco es más poderoso. Pues yo te digo: el poder que tenga es el que le ha querido dar la gente, la gente y la coyuntura por la que hemos pasado, desde la Transición para acá. Anteriormente ese discurso nacionalista sólo tuvo un momento de gloria, sólo uno, en la época de la gran guerra europea, años 14-18 del siglo XX, cuando Sota financiaba el partido y compraba votos a mansalva. En ese momento es cuando consiguieron el nivel más alto de votos. Luego les vino la escisión de Luis Arana y ya no recuperaron ese nivel hasta la guerra civil. Pero lo de la Transición rompió todos los límites, y eso vino dado por ese sobredimensionamiento de lo vasco que he comentado antes y que tiene muchos factores y que habrá que poner sobre la mesa más pronto que tarde.
Porque es que antes de esos episodios, nunca el nacionalismo fue nada aquí. Para empezar cuando llegaron los primeros maketos, cuando se fundó el socialismo vizcaíno, el PNV es que ni existía. Y no se puede hablar de fuerismo o de carlismo como de algo semejante. El nacionalismo es otra cosa, porque tiene en sí la entraña del antiespañolismo y el independentismo. Y eso sólo se lo da la presencia de maketos aquí en grandes cantidades, por efecto de la industrialización, claro (si no de qué). Y eso no ocurre en Navarra. Cómo me vas a decir que UPN es un trasunto del PNV. Por ahí no vamos a ningún lado. Eso sí que es forzar la realidad, Benjamin. No busques que no encuentras. Sólo hay nacionalismo en España allí donde hay inmigración en grandes cantidades, esto es País Vasco y Cataluña. Esto es así. Dame ejemplos de nacionalismos que desafíen la unidad de un Estado y que residan en regiones donde no haya un gran acopio de inmigración que movilice a los nativos autóctonos en su contra. Podemos analizarlos caso por caso si quieres.
Tu análisis del relato mitológico e identitario y de su necesaria profundidad me parece correcto. Es cierto que todos los relatos identitarios que conocemos se pierden en la noche de los tiempos. El mío propone una realidad que se originaría con la presencia, en proporciones importantes, de los primeros maketos en tierra vasca, allá por finales del siglo XIX. Existen fotos de entonces, alguna sale en el calendario de la BBK de este año 2007, con los mineros de color sepia, con apariencias cuasi simiescas, que les dan un toque absolutamente inmemorial. Estás juzgando el relato de la identidad maketa por lo que has leído en mi libro y eso te parece que “carece del tiempo histórico necesario para crear una identidad. Esta me parece la mayor debilidad de tu propuesta identitaria.” Bueno, ya me lo has dicho varias veces. Yo insisto, las propuestas identitarias son eso, propuestas, relatos, que surgen en el momento que tengan que surgir, que se mitifican, que se idealizan, que responden a una necesidad. Y si no hay necesidad, como parece que no la hay en el caso de los maketos, pues no funcionan. Eso está claro. Pero es mi propuesta. Ahora que te escribo me estoy acordando, por ejemplo, que en el momento en el que llegan los maketos en grandes cantidades fue también el momento en el que se fundan los primeros equipos de fútbol, el Athletic, por ejemplo. Es un tiempo mitificado, no me lo podrás negar. El de los jugadores dándole patadas a aquel pelotón, que era más que un balón una piedra pómez rodante. Y sus figuras que ahora nos parecen prehistóricas, idealizadas por artistas locales en cuadros que hoy se cotizan, representando a Pichichi, por ejemplo, que creo que era el sobrenombre de un tal Moreno, ¿no?
El primer volumen de Verdes valles, colinas rojas, la trilogía de Ramiro Pinilla, trata exhaustivamente de esa época en la que se empieza a utilizar con un sentido político y sociológico claro el término maketo (aparece cuarenta y ocho veces en ese volumen, contadas por mí y con esa grafía, con “ka”). Relatos como el de Pinilla la mitifican completamente, porque la idealizan también, porque la convierten en algo sugerente, donde te gustaría haber estado, haber vivido, haber actuado. Otra cosa es la obra de Ramiro Pinilla en su totalidad y de la que se extraen conclusiones muy jugosas, yo la acabé de leer este verano pasado, y es algo sobre lo que tengo pendiente publicar cosas. Hay toda una faceta de literatura escrita en el País Vasco y por gentes no vascas nativas que voy a intentar completar en breve. Espero que sea de tu interés. Como también hay una faceta política, expresamente política, de gentes que viven en el País Vasco y no son vascas nativas y que actúan aquí, con triste fortuna, que también hay que explicar.
No es de recibo que en un país como éste en el que a la altura de 1998 un 20,5% únicamente tiene los dos primeros apellidos vascos, que en el Parlamento de Vitoria, en 1980, en la primera legislatura, de 60 parlamentarios que eran entonces, 36 tuvieran los dos apellidos vascos (esto es un 60%), 17 tuvieran uno y sólo 7 ninguno. Las proporciones invertidas por esa inflación de lo vasco que hay que estudiar, sin duda alguna, por qué se produce, qué extraño espejismo se produjo entonces, aquí y en España, para sobredimensionar una realidad que es la que es, pero que tiene sus raíces, evidentemente, en una historia española de racismo y de cristiandad vieja que está ahí, en la que lo vasco es un factor ineludible, que ejerce una especie de vara de pureza y para la que todo lo que hay del Ebro para abajo es mezcla y confusión.
Cuando el nacionalismo se aprovecha de lo vasco recurre a esa imagen, sin duda, que es una imagen netamente española, apañola si quieres. Los españoles se reivindicaban cristianos viejos mirándose en el espejo de los vascos. Y esto sólo cuenta para España, del Bidasoa para abajo. En Francia ni rastro. Aquí hay una diferencia sustancial que explica la división de esa EuskalHerria fantasmagórica que nunca existió y que no sabemos si existirá alguna vez.
De modo que gracias a ese espejo en el que se miraban los españoles los vascos son alguien en España. ¿Si los vascos se quitan el referente español, qué les queda? Pues les queda lo que ellos llaman Iparralde, y entonces no hay que olvidar que en Iparralde la gente se va. Las estadísticas que doy yo en mi libro lo confirman.
Así como tú les pones tareas a los apañoles para dejar de ser tan apañoles como son, yo les pongo tareas a los vascos: que están siendo tomados por referente de pureza por los españoles y que, por culpa de ese referente, se les han obnubilado las entendederas, y se piensan que son más de lo que son. Son como la enamorada que se cree la reina del mundo hasta que su enamorado, cansado de esperar, se va con otra y la deja sola. El problema es que el enamorado no se acaba de ir todavía del todo, y la enamorada está encantada de que le estén bailando el agua constantemente. Se necesitan mutuamente.
Yo creo, siguiendo con el símil, que es más interesante el papel de enamorado, es más productivo, da más de sí, obliga más a luchar, a superarse. Y al final, no lo dudes, al final el enamorado siempre se desencanta, siempre se va. Un enamorado desencantado es siempre más poderoso, más fuerte, más capaz que una enamorada olvidada. Lo vasco se quedará, al final, como enamorada olvidada de lo español y este, después de pasar el trance por el que tiene que pasar todo enamorado, saldrá más fuerte, más vivo, y más capaz.
En este símil que se me acaba de ocurrir, el maketo sería el enamorado que ya se ha dado cuenta de la vaciedad del objeto de su amor y empieza a describir las ruinas de enamoramiento. El maketo es un decadente, es un nostálgico, y es un desengañado también.
Y para terminar, me dices que “No, yo no soy vasco. Sólo ‘ejerzo de’ a la hora de discutir. Pues vaya, resulta que me dices que no eres vasco. Pues la verdad es que te has aprendido muy bien su papel. A mí ya casi me habías convencido de que lo eras de verdad, el último mohicano o así.
Saludos y hasta pronto.
Lo primero te pido disculpas. Estoy sin Internet y ha pasado un tiempo hasta que he podido leerte.
Aunque tú sí me lo considerarías yo no soy vasco. Lo que digo con esto es que no pienso que el hecho tonto de los apellidos, algo en lo que mi voluntad no ha intervenido, incida minimamente en mi ser ni lo determine, por supuesto que sí incide en mi estar, pero esto es una limitación de la lengua española en la que no deberíamos caer. De hecho ni siquiera creo que existan los vascos. Pero desde luego nadie que tenga apellidos no vascos lo es. Yo no sé lo que soy, sólo sé lo que no soy. Y no soy tan poca cosa como una puñetera etnia. Mi identidad es infinita. Ni siquiera el tonto hecho del ser de “aquí” me define.
Dices “no tengo ningún interés, ni expreso ni profundo, en convertirme en vasco” Enhorabuena. Ahora convénceles a todos los apañoles. Dales una identidad porque los pobres están intentando ser algo. Lo de ser alguien parece que no les gusta.
Nunca serás vasco y lo has admitido, bien, pero me parece igual de penoso sustituir la identificación étnica por la territorial. Tu “ser de aquí” tampoco me gusta. Ante la imposibilidad de ser vasco que tú mismo has constatado has decidido sustituirla por un “soy de aquí”. Soy un maqueto. Un aquí, que, oh cielos, es clavadito al aquí nacionalista, al aquí imperialista porque hasta reconoces los límites del corral. Además te mientes a ti mismo, porque castras de tu emocionalidad tu propio pueblo en el que veraneabas, ese territorio en el que sí, te decían el vasco. Ves, tu espacio emocional, sí, tampoco tu “aquí”, el aquí de tu pertenencia encaja con el “aquí” que pretenden definir los nacionalistas vascos. Pero tú no quieres una identidad abierta no definida por el territorio. Allá tú. Con lo fácil que es tener una identidad abierta y admitir que como constatable la única admisible es la jurídica, o sea la española que luego se ampliará, por supuesto. Lo demás es puro esoterismo.
Por eso no has creado una identidad, sino una circunstancia, una segunda vía a un orgullo territorial nacionalista. Todo un ejercicio de contorsionismo para negar el hecho objetivo de que eres español o la que sea etnia que los mesetarios ostenten. Yo creo que la visigoda es la correcta. Opino que reivindicando o creando etnias no territoriales se matan dos pájaros de un tiro. Por un lado les das un orgullo de pertenencia a todos esos pobres ávidos de identidad y por otro desvinculas la etnia vasca del territorio vasco, le quitas la pretendida propiedad y capacidad para definir el espacio público, rompemos la uniformidad de secta religiosa que existe actualmente … todo consecuente con el discurso de moda de la pluralidad y la multiculturalidad. Todo son ventajas. Tu maquetanía sólo es un saco roto para todo aquel que no es vasco, el reconocimiento implícito de una ciudadanía de segunda. Es mi opinión.
1 – Dices: “¿Quién le puede decir a José Antonio Rubalkaba Quintana, Aitor Esteban Bravo o María Presa Fernández, por decirte cargos electos nacionalistas en Parlamento Vasco, Congreso de los Diputados o Juntas Generales de Bizkaia, respectivamente, que no son vascos. A no ser que me digas que eres tú, precisamente tú, el que tiene la potestad de decir quién es vasco y quién no. Y entonces me callo.”
Son nacionalistas, sí, pero ninguno de ellos es vasco. Les aceptan porque son buenos esbirros. Los apañoles en general lo son. Los sacan a ladrar cuando hay trabajo sucio que hacer.
Si las cosas SON lo son por sí mismas. Entonces cualquier puede decir objetivamente si algo es o no. Yo no tengo la potestad de decir quién es o no lo que sea, el ser habla por sí mismo, yo me limito a constatar la evidencia del ser. Puro empirismo. Es obvio que un negro no es vasco, y cualquier niño puede decirlo. Y alguien que no tiene apellidos vascos tampoco. Además, lo dice el propio Sabino Arana que exigía para ser vasco apellidos y fe. Aquí un texto suyo que conocerás.
“-Son vascos todos los que hablan euskera?
-No todos; hay quienes hablan euskera y no son vascos.
-¿Y cómo es eso?
-Algunas familias exóticas penetrando en nuestro pueblo han aprendido el euskera, y sus hijos son euskaldunes, o sea, hablan el euskera, no obstante no tener en sus venas unas gotas de sangre vasca.
-¿Y cómo? ¿Todas las familias de Euzkadi no son vascas?
-No: hay muchas que viven en Euzkadi pero que no son vascas, porque no son de la raza de Euzkadi.
-¿En qué se conoce la raza de una familia?
-En sus apellidos.”
¿Ves? No es que lo piense yo, es lo que piensan en el propio PNV, y peor, es lo que piensa el mismo Rubalkaba. Lo sabe y sabe que lo saben. Ahora por lo que tenemos que preguntarnos es ¿qué coñe hace Rubalkaba ahí metido? Y preguntarnos también por su estabilidad mental, la de él y la cientos de miles de apañoles.
2 – “¿no será que ves ya, obnubilado por tanto apañol que dice aita y agur, a todos los maketos como ansiosos de convertirse en vascos?”
¿Obnubilado yo? Los encantos del apañol no llegan a tanto, simplemente lo veo. Lo llevo viendo muchas décadas. Certifico una evidencia. ¿No estarás negando la evidencia del espectáculo penoso que los apañoles nos hacen contemplar?
3 – “Lo vasco es lo que los nacionalistas quieren que sea lo vasco”
Claro, pero no les dejes. Los vascos nunca hemos sido nacionalistas. Son los apañoles los que una y otra vez admiten la potestad de los nacionalistas para definir lo vasco.
4 – Dices “No hay rasgos raciales evidentes que lo delaten respecto de los demás españoles de una manera evidente.”
De acuerdo, y esto juega a favor del apañol, y estoy contigo, el apañol es imbatible, las mejores exteriorizaciones de vasquidad corren a su cargo. Por eso ha triunfado la ortopedia folclórica. Ayudado por el posmodernismo actual y la falta de sustancia de la identidad vasca. Esta es la clave de su éxito, la falta de elementos identitarios objetivos. ¿No te parece que si admitimos elementos objetivos terminamos con esta gaita, con toda esta liturgia cotidiana a la que se apuntan los apañoles? Fíjate si es destructiva mi propuesta de recuperar a Sabino que entonces hasta Aznar sería más vasco, de hecho lo es, que De Juana Chaos, o Kuwati…. Sería el fin de la uniformidad y de la patrimonialización de lo vasco por parte del nacionalismo. Manuel Fraga sería un tanto por ciento de vasco por Iribarne. ¿Pero qué son Manuel por Fraga o Aznar por su apellido materno que no sé cuál es? ¿Maquetos?
En ningún momento he dicho que hubiese una racialidad vasca incuestionable. Tengo ojos en la cara. He dicho que el único rasgo, y dudoso, de vasquidad que existe es el apellido. Dudoso digo, por la posibilidad de algunos cuernos familiares que quién te puede asegurar que en el pasado no se han producido.
5 – Dices “encarar directamente y de frente el tema de la identidad. Si la identidad es lo que da votos, porque a la vista está, y a los nacionalistas les funciona a la perfección, pues hay que plantear la lucha en ese terreno y no rehuirlo, y hablar claramente de identidades.”
Completamente de acuerdo. Para eso habrá que dotarles de identidad, una identidad que contrarreste la identidad hegemónica. Si entiendo tu estrategia, y casi hasta estoy de acuerdo. Pero me parece que la mía es mejor, solucionar el problema identitario de los apañoles de toda la península. La idealización de lo vasco se da en todos ellos. Ayer mismo la mujer de Puerta, el jugador del Sevilla muerto en un partido, ha llamado a su hijo Aitor. Al principio de esta charla negabas la idolatría que el conjunto de Apaña tenía por los vascos y ahora no sólo lo das por hecho sino que hasta pareces desear una revancha histórica. Ojalá lleguemos a verla. De momento no aprecio ningún síntoma.
No hay altanería por mi parte. Si te sientes ofendido por algo de lo escrito contra los apañoles has de saber que si yo insulto al apañol lo hago con una intención clara, para que deje de apañolear y solucione sus problemas de identidad sin someterse a la ortopedia que el nacionalismo vasco ha fabricado para convertirlo en un esclavo. Yo insulto porque sé que es imposible sustraerte a la identidad que te atribuye alguien que te odia o desprecia. Mira si esto es cierto que tú has escogido como nombre para tu propuesta identitaria un insulto. La ofensa es el mejor elemento identitario, y desprecio de verdad la sumisión continua que escenifican los apañoles. A un buey empantanado en un fangal no le sacas con palabras bonitas. A un español apañoleando tampoco. Hasta lo he comprobado con algún que otro etarra. Él sabe que yo pienso que él es un vergonzoso apañol asimilado y desde ese mismo momento, cada vez que me cruzo con él lo veo en sus ojos, su identidad real le persigue. Sueño con que todos los apañoles que se han sometido por interés o cobardía imaginen esa mirada en cada esquina. Te aseguro que lo voy a conseguir, tengo comprobado que la apañolía es un concepto que cala rápido. En círculos en los que la he plantado crece a toda pastilla. Conseguiremos que los hijos de los asimilados se avergüencen de sus propios padres. Ocurrió en Alemania y va a ocurrir aquí. Tiempo al tiempo.
6 – “sólo se lo da la presencia de maketos aquí en grandes cantidades, por efecto de la industrialización, claro (si no de qué). Y eso no ocurre en Navarra. Cómo me vas a decir que UPN es un trasunto del PNV. Por ahí no vamos a ningún lado. Eso sí que es forzar la realidad, Benjamin. No busques que no encuentras.”
Aunque lo digo para sacarte punta, porque en realidad estoy de acuerdo en que la emigración masiva produjo nacionalismo de forma espontanea, verás que también hay emigración en Madrid y no hay nacionalismo. En Alava hay una emigración similar a Navarra. El localismo zafio existe en cualquier parte del mundo. Existe en las playas entre surfistas, entre perros mearruedas, en los lugares de veraneantes, en buscadores de perrechicos… En Navarra son navarristas, para mantener sus privilegios forales utilizan una estrategia diferente a la del País Vasco. Habla con cualquiera de ellos de retirarles el convenio económico y su hacienda pública propia y se convierten ipso facto en independentistas. Si no te lo crees no te lo creas, pero no estoy, para nada, forzando la realidad. De forma parecida, habla de retirar el Concierto Económico al País Vasco y muchos peperos y socialistas harán lo mismo. Es la lógica del niño mimado, cuando se le reclaman las mismas responsabilidades que a los demás, amenaza con irse de casa.
Una curiosidad, en América del Sur los nacionalistas independentistas como Bolivar o Washington no eran étnicos, sino criollos, descendientes de españoles o europeos. Allí fueron los propios emigrantes los que buscando acaparar la riqueza y el poder independizaron sus territorios.
7 – “también el momento en el que se fundan los primeros equipos de fútbol, el Athletic, por ejemplo. Es un tiempo mitificado, no me lo podrás negar.”
Aquí has estado bien. Creo que aciertas. Tiene su gracia que antes te quejases de una propuesta identitaria como la sentida por los fans de Paulina Rubio y ahora me propongas la del athletic. La de Paulina tiene bastante más enjundia y muchas mejores piernas. Es verdad que en el deporte se pueden detectar los elementos épicos del tiempo mitológico propios de un relato identitario y la forma de crear adhesión es muy similar, pero la pertenencia a un equipo de fútbol no cambia la percepción que uno tiene de sí mismo, ni siquiera de la dimensión colectiva de la propia identidad. Aunque un hooligan, una fan y un patriota tengan características muy similares, sólo el último crea una identidad total. El Athletic se ha convertido en un abalorio de la identidad nacionalista, el instrumento favorito de socialización con los nacionalista de los emigrantes apañoles, una de las puertas de entrada a la vasquidad. La integración simbólica en la comunidad deseada se producía gracias al Athletic. Un factor de pertenencia importante, pero a la identidad a la que el emigrante buscaba acceder no es a la de hooligan, sino a la de vasco.
8 – “Así como tú les pones tareas a los apañoles para dejar de ser tan apañoles como son, yo les pongo tareas a los vascos: que están siendo tomados por referente de pureza por los españoles y que, por culpa de ese referente, se les han obnubilado las entendederas, y se piensan que son más de lo que son.”
Esto no es cierto. Son los apañoles los que creen que los vascos son un referente de pureza. A nosotros nos interesa que se lo crean, claro, pero nosotros no nos lo creemos. Los conquistadores se aprovecharon de los indios cuando estos les creyeron dioses, pero ellos mismos nunca se creyeron tal cosa. Los vascos tampoco nos creemos nada especial. Somos aldeanos avariciosos, no busques más. Lo único que nos importa es robaros la cartera. Nuestro independentismo no es real, todo este sarao identitario no es más que la versión más elaborada de la picaresca más española, la picaresca jesuita.
Ves, tu metáfora del enamorado sólo vale para una parte, la de los enamorados de lo vasco. A los vascos no les interesa el amor, sino el dinero y que nos estén haciendo votos de amor estos pobres sólo nos causa risa e incrementa nuestro desprecio. Lo que me gusta de tu metáfora es la capacidad del desprecio para provocar amor. Las técnicas de manipulación de Cleopatra y las del nacionalismo vasco son muy similares. Ambas se basan en la arbitrariedad y el desprecio. Como siempre que se trata mal a alguien, ésta se convierte en extremadamente dócil porque cree haber hecho algo mal, se echa la culpa, busca cualquier posible razón por la que culparse, y siempre encuentra alguna. A mayor desprecio más devoción. Por eso nunca dejarán de despreciaros. ¿No lo ves? Si os admitiesen definitivamente como iguales dejaríais de estar con la lengua fuera tras ellos. El truco dejaría de funcionar. Ejercen de mujer fatal de la que el idiota se enamora e inicia una degeneración paulatina, el patrón de lo que conocemos por tragedia. Empieza todo con un Aita, un donosti para demostrar la predisposición a la humillación y termina con la despersonalización completa del apañol que se desidentiza abandonando por completo todo lo que se refiere a su vieja identidad española.
No sé si conoces una escena de El Angel Azul, la primera película en la que aparece una mujer fatal, el profesor hace de gallina y revolotea por la habitación para solaz de Marlene Dietrich que le pide que interprete los degradentes papeles que ella quiere. Esto es lo que lleva ocurriendo los últimos 30 años, la que se conocerá en el futuro como La Historia del Ridículo de la que los apañoles están escribiendo las páginas más gloriosas, la tronchante épica del servilismo. El mismo espectáculo patético que se desarrolla en tantas parejas. ¿La solución? Es tan obvia, la que tu dices, que el enamorado se de cuenta de la vaciedad del objeto de su amor. Ojalá ocurra pronto, pero de momento veo todo lo contrario. El incremento de apañoles diciendo sus oportunistas aitas, fidelidad al santoral sabiniano, a la estética y la gestualidad pugilística del olentzero. Penosos. Están fascinados, como catetos enamorados. Y el nacionalismo juega con ellos, hace lo que quiere. Por eso les seduce tanto ganarse un aprecio imposible. Son sus marionetas y ejercen con gusto.
(Un dato que se me cruza, y que tal vez te interese: ya una mujer fatal tan españolísima como Carmen hablaba euskera. ¡El mito más español es euskaldún!)
Fíjate hasta que punto llega tu grado de fascinación con la vasquidad que en este símil que tan espontáneamente has escrito pareces encontrar consuelo en la futura revancha del amado cuando sea feliz con otro objeto amoroso. No ocurrirá, el desprecio de los nacionalistas hacia vosotros es sincero, no es impostado, ellos no están coqueteando para ganarse vuestro aprecio. No es un ejercicio de seducción, no se están haciendo los interesantes, os desprecian de verás. Después de vosotros mismos no hay nadie que os desprecie más que el nacionalismo vasco.
Tú podías haberlo dicho en tu libro, pero no recuerdo que lo hayas hecho, podías haberles explicado a los que tanto tiempo llevan haciendo el ridículo babeando para ganarse la atención de una amada que se ríe de ellos a la cara que ella les despreciaba de forma real, que su amada no merece la pena, que es zafia, avariciosa, egoísta, ruin… Pero no, lo que tú querías es “ser de aquí” convertir el desprecio y todo el proceso de asimilación en la base de una identidad de aquí. Has escrito una identidad territorial de la humillación, un Mein Kampf de la sumisión. Desde mi punto de vista, interesantísimo, eso sí.
Como todo historiador del País Vasco estás encandilado con la industrialización. Como siempre entendéis mejor lo que ocurrió hace 100 años que lo que ha ocurrido los últimos 30. Es muy fácil leer libritos y pontificar sobre lo indemostrable por caducado y muy difícil abrir los ojos al presente. El fenómeno sociológico del País Vasco que a los dos nos preocupa no surge con la industrialización, sino, precisamente, cuando la industrialización se termina. Ya con el fin de la autarquía propiciada por los opusianos lópeces se empiezan a mover las fichas dentro del carlismo, regionalismo, nacionalismo… las formas tradicionales del caciquismo español. Sólo cuando a la Industrialización la sustituye la Subvención surge el nacionalismo moderno, el nacionalismo identitario, que es hijo de la planificación, del control férreo de la economía por parte del partido y de las diputaciones y todo gracias a los impresionantes recursos que el Concierto Económico pone en sus manos. Son los apañoles peninsulares los que financian el sistema social desquiciado que padecemos.
- A Ramiro Pinilla de momento no voy a leerle. Todo el que me ha recomendado “Verdes valles, colinas rojas” está cortado por el mismo patrón. Apañoles conformistas con el único afán de integrarse con el nacionalismo a base de pasarse el día hablando de sucesos ocurridos hace 70 años y empeñados en no ver lo que ocurre alrededor en el día a día. Todo lo que he leído de él en los medios y referido al tema vasco es convencional y caduco. Conozco cuentos suyos bajo cuyo tono realista sólo se ocultan valores de apañolía. Su casa se llama Walden, y considero a Thoureau y su idealización del hombre rural no muy lejanos a Sabino Arana. Además, Guecho, por mucho que se empeñen algunos, tiene muy poco del bosque originario. Tal vez me equivoque, y algún día me arrepienta de estas opiniones cuando finalmente lea su epopeya tan alabada, pero a RP no le he leído nunca una crítica a ETA o al nacionalismo sin el consabido equilibrismo inevitable de los apañoles que quieren estar a bien con su nuevo entorno. Conozco fósiles del cuaternario con ideas más vivas que las que Pinilla lleva ostentando los últimos 50 años. Sigue analizando la realidad con patrones anquilosados. Un apañol con talento literario, sí, pero apañol. Sumisión al entorno, apañolía y falta de orgullo, de izquierdas y progre, o sea, lo que en los últimos 30 años ha representado el conjunto de gentes más reaccionarias y peleles de Europa. Que él se tenga por todo lo contrario es otra cosa. Claro que a estas alturas sería de una crueldad enorme decírselo.
En El Intruso, que te recomiendo, los personajes están menos elaborados, son algo clichés, pero aún así hay un lavado jesuítico de cerebro en la persona del rico empresario. La genial intuición de Blasco Ibáñez ya hace 100 años había detectado el origen del problema. Todos los demás intelectuales, especialmente los de izquierdas, no han hecho más que alejarse. Si quieres una narrativa que explique lo que aquí ocurre te recomiendo la alemana tras la IIGM, o toda la literatura moderna de sectas americana. En una frase de Robert J. Lifton puedes encontrar más certezas de lo que aquí ocurre que en todo lo escrito desde el propio País Vasco.
Cuídate.
**Por cierto, también tengo un blog que se llama La Piel de Bobo.
http://blogs.periodistadigital.com/lapieldebobo.php
He intentado seguir malamente el orden de los puntos que abordas. Cuando no pongo el ordinal es o porque estoy de acuerdo con lo que dices o porque no tengo nada que añadir a ello, aunque no esté de acuerdo.
0. “Aunque tú si me lo considerarías, yo no soy vasco.”
Bueno, vamos a ver si nos aclaramos. Qué es lo que yo considero vasco y qué es lo que tú consideras vasco.
Bien. Según tú, los apellidos son los que marcan a un individuo como vasco. Sacas el archiconocido argumento de Sabino y su apellidismo. Bien. Entonces, ¿lo eres o no lo eres? ¿Tienes todos los apellidos vascos? ¿Cuántos apellidos vascos consideras que hay que tener para ser vasco? ¿Cuantos más apellidos vascos tienes más vasco eres?
A estas preguntas no te será difícil contestar, claro. Porque según tú, te mueves en el “puro empirismo”. Dices: “Yo no tengo la potestad de decir quién es o no lo que sea, el ser habla por sí mismo, yo me limito a constatar la evidencia del ser”.
Porque estamos en un blog y comentamos las cosas con una manga ancha considerable por ambas partes y permitiéndonos licencias y regodeos dialécticos y hasta estéticos. Pero esta afirmación no es seria. El ser no habla nada. El ser es algo que nosotros construimos, malamente, con nuestro lenguaje. Es una construcción humana. No hay nadie que hable por sí mismo. Los individuos somos ventrílocuos de todo lo que se mueve, de todo lo que podemos hacer que hable, hasta de las piedras.
Por lo tanto, todo es una construcción humana, desde la identidad hasta los apellidos. Y que digamos que un individuo es vasco porque tiene no sé cuántos apellidos no es ninguna evidencia. Es un convencionalismo como otro cualquiera. Algo que entre todos hemos convenido que sea así.
Entonces tú te tienes que definir, aunque no quieras, aunque no te guste. Porque claro, tú te puedes considerar lo que quieras, un apátrida, un individuo inconmensurable, infinito de posibilidades, abierto al mundo y a todo lo que el mundo te pueda ofrecer, sin agarraderas que te compriman ni te cohíban. Pero, amigo Benjamin, tú eres también alguien parecido a otros, clasificable. Lo mismo que yo, lo mismo que cualquiera. Y en esa clasificación que todos hacemos para hacernos la vida comprensible mínimamente, así como a Voltaire, que era un ilustrado universalizador y crítico con toda su sociedad, se le consideraba francés, a ti, amigo Benjamin, se te puede considerar jurídicamente español y étnicamente vasco, ¿me equivoco?
1. Estoy trabajando en temas de desarrollo de mi libro, ampliando algunas cuestiones que allí quedaron sólo bosquejadas. Entre ellas está el tema de Sabino Arana y lo que lió aquí con su propuesta de los apellidos como vara de medir quién era vasco y quién no.
Me alegra que reconozcas que la presencia masiva de inmigrantes aquí fue la espoleta que hizo que carlistas, integristas y demás ralea católica y española a machamartillo se convirtiera en nacionalista. Fue la necesidad de diferenciarse del que llegaba a mares y podía acabar con la identidad autóctona. Se estableció la barrera de los apellidos como identificadora.
Bien. Pero, aprovechando ese programa de Irargi, que lanzó la Consejera de Cultura hace poco, por el cual para 2008 estarán disponibles en la Red los libros sacramentales de las parroquias de Vizcaya, Alava y Guipúzcoa, de los siglos XVI al XIX, si no recuerdo mal, la ocasión es perfecta, es hasta sensacional, para acabar de una vez con el mito de los apellidos vascos.
Si bien el objetivo inicial de Sabino, como digo, fue rechazar como no vascos a los inmigrantes, lo cierto es que provocó una serie de daños colaterales tremendos con su apellidismo como vara de medir. ¿A alguien le cabe en la cabeza, después de varios siglos de intensa relación entre el País Vasco y Castilla (o con los nombres identificativos que queramos dar a estas entidades) que aquí sólo había a finales del XIX, en vísperas de la primera invasión maketa, sólo vascos con apellidos vascos? Entendiendo por apellidos vascos los que responden a una grafía euskérica, claro. Apellidos vascos que señala Sabino Arana en una obra sobre el particular, y que luego Koldo Mitxelena, con su autoridad de lingüista, trató en su obra sobre el mismo tema. Apellidos vascos, que según nos dice Mitxelena, no entran a tratar sobre otros apellidos que hay en el solar vasco desde siglos atrás pero que no tienen grafía o denominación de raíz euskérica. Apellidos como Tolosa, Toledo, Mondragón, Zamora, y los típicos terminados en –ez, que llenan páginas y páginas de los libros sacramentales de las diferentes parroquias vascas.
¿Qué hacemos con todos esos apellidos y con las gentes que los poseían y con sus descendientes? Para Sabino no son vascos. Primer gravísimo daño colateral.
Y qué ocurre con los vascos de muchísimos apellidos que no comulgan con las tesis de Sabino. Todo el mundo les consideraría vascos, sobre todo fuera de aquí. Pero ellos mismos, cómo se ven en todo este tinglado. Segundo gran daño colateral.
Y ahí entras tú. ¿Cuántos sois los vascos de muchos apellidos que no os consideráis nacionalistas? ¿Y qué habéis hecho en todo este tiempo, que muy bien centras sobre todo en la Transición, con un nacionalismo ya completamente desbocado y clamando por la independencia del pueblo vasco, que tiene 7.000 años de antigüedad?
Dices en el punto 4 que el tema de los apellidos es dudoso para confirmar a nadie como vasco. Hablas de cuernos y tal. Pero es que también están, como te digo, todos los vascos de tiempos inmemoriales que no tenían apellidos vascos, que quedan excluidos de la cuestión. Acuérdate de Gregorio Balparda, que ya salió aquí. Y también están todos los ejemplos que pone Vaca de Osma, en el libro que conocerás sobre Los vascos en la Historia de España.
3.- Dices que no les deje a los nacionalistas que definan lo que es lo vasco. Y rematas: “Los vascos nunca hemos sido nacionalistas. Son los apañoles los que una y otra vez admiten la potestad de los nacionalistas para definir lo vasco.” Y los vascos que no son nacionalistas, te pregunto yo, ¿qué han hecho para evitar que los nacionalistas definan lo que es vasco y lo que no?
Te recuerdo que los nacionalistas llevan gobernando el País Vasco sin interrupción desde 1980, año de concesión de la autonomía y de apertura del Parlamento Vasco. Y me vas a decir que todo es por culpa de los apañoles que les dan la razón a los vascos nacionalistas. O sea que los vascos nacionalistas están en el poder gracias a los apañoles que les votan.
Esto podría ser una razón, ojo, que yo no niego. Pero entonces lo que hay que hacer es concienciar a los apañoles en el poder que tienen para llevar este país por donde va. Los nacionalistas vascos entonces, qué hacen, ¿se dejan hacer por los apañoles?
¿No te parece un poco absurda la conclusión a la que nos podría llevar tu razonamiento?
Porque te recuerdo que todo empezó con Sabino y su exclusión de los maketos.
Y me quieres decir que de esa exclusión podemos llegar a una situación en la que los nacionalistas nos lleven a la independencia gracias al apoyo de los apañoles. Los nacionalistas entonces qué son: ¿una minoría de vascos? Y los vascos como tú, entonces, que sois la mayoría según este razonamiento, qué hacéis: ¿inhibiros porque todo lo que ocurre va en vuestra conveniencia o algo así? ¿Porque os viene muy bien ser vascos aquí y españoles allí? Pues si estás tan agusto con tu situación entonces no te quejes de lo que hagan los demás, porque lo que hacen los demás, entonces, redunda en tu propio beneficio y todos tan contentos. Si los apañoles fueran conscientes de su apañolía y reivindicaran una realidad para ellos aquí, en el País Vasco, a lo mejor tendrías que apretarte el cinturón y las cosas ya no te irían tan bien. ¿O también sabrías salir a flote si los apañoles mandaran en el País Vasco. Si Patxi López saliera Lehendakari, por ejemplo?
Los vascos que se consideran españoles son una minoría, en esto creo que podrás estar de acuerdo conmigo.
También es cierto que no han sido capaces de dar con una alternativa a lo vasco nacionalista en todo este tiempo.
Y también puedo estar de acuerdo contigo en que los apañoles conforman una masa de votantes enorme, ahí están las estadísticas de apellidos que ya te he ofrecido en otra ocasión. Y que sí estoy de acuerdo contigo con que son decisivos para que las cosas estén como están.
5. Dices que para solucionar el problema del nacionalismo vasco tu estrategia es mejor “solucionar el problema identitario de los apañoles de toda la península”. Pero esto espero que me lo concretes. Quiero saber más detalles. Lo que me dices de la identidad visigoda no me sirve de mucho. Me pilla muy lejos. Además los visigodos no son unos elementos muy ejemplarizantes, por lo que sabemos de historia. La masa del pueblo no era visigoda. Fueron una casta militar que conquistó el poder, pero el pueblo era hispanorromano mayoritariamente. España entonces tampoco era lo que hoy es. Incluía Portugal, por ejemplo. A no ser que me salgas con una nueva versión del iberismo republicano, que no digo yo que esté mal, pero bueno. Creo que no me vale. Me lo tendrías que envolver (explicar) mejor.
El caso de la mujer de Antonio Puerta, que ha puesto a su hijo Aitor, creo que va porque Aitor Ocio, el jugador ahora del Athletic, entonces jugador del Sevilla, era muy amigo de Puerta, creo. Así que el ejemplo no me sirve. Aunque reconozco que hay otros. Yo por mis familiares andaluces, conozco casos.
Pero aquí hay unas frases que no tienen desperdicio. Vuelves a tus veleidades “paternalistas”: “has de saber que si yo insulto al apañol lo hago con una intención clara, para que deje de apañolear y solucione sus problemas de identidad sin someterse a la ortopedia que el nacionalismo vasco ha fabricado para convertirlo en un esclavo. Yo insulto porque sé que es imposible sustraerte a la identidad que te atribuye alguien que te odia o desprecia (esta frase no la entiendo bien). Mira si esto es cierto que tú has escogido como nombre para tu propuesta identitaria un insulto.”
Vamos a ver, según parece tu insultas conscientemente de que sabes que puedes hacer daño, para que el apañol se de cuenta de que es un apañol que nunca podrá ser vasco por más intentos y más cabriolas que haga.
Pero aquí habría que decir:
A lo mejor, o mejor dicho, seguro que el apañol saca provecho de esta actitud, nadie hace las cosas, aun las más insospechadas, por tirarse piedras contra sí mismo. El apañol sabe que actuando así, primero salva el pellejo, lo cual no es poco, y segundo obtiene beneficios en forma de ser considerado perteneciente a un país por parte de los que manejan el poder en él, aunque sea como subordinado. No le dejan otra alternativa. El apañol se tendría que organizar para evitar esta posición de desventaja, pero lo tiene muy mal, Benjamin, sé un poco más ecuánime con la situación que vive: ¿quién le ofrece ninguna otra alternativa? Salvo que él mismo se organizara, como digo, ni por parte de la política vasca, donde ningún partido se hace cargo de su identidad, ni por parte de la política española, demasiado obnuvilada (esta sí que es obnuvilación) por su dialéctica centralismo-periferia, donde la periferia está controlada por el nacionalismo respectivo.
Por lo que respecta a la política vasca: los partidos nacionalistas priman la identidad vasca en todas sus formas (más apellidismo y menos euskera por parte de los nacionalistas rancios; más euskera y menos apellidismo por parte de los nacionalistas radicales, pero ambos sin distinción un antiespañolismo furibundo, al que el apañol se pliega porque esto aparentemente debe ser fácil, porque además el nacionalismo le da una alternativa: puedes mantenerte fiel a tu pueblo de procedencia con tal de que abomines de la realidad de España, entonces el apañol puede seguir considerándose gallego, castellano, leonés, andaluz o extremeño con tal de que no se considere español, es el primer paso para ser admitido en el seno del nacionalismo vasco por la puerta de atrás, pero admitido al fin y al cabo).
Por lo que respecta a la política española: lo vasco es lo vasco, lo que todo el mundo entendemos por vasco. Y en Madrid privilegian la opinión de Gabilondo sobre la de Pérez, aunque los dos lleven el mismo tiempo viviendo en San Sebastián, esto lo sabes de sobra, tú y yo y todos lo sabemos. Lo vasco es lo vasco, sobre todo en Madrid. Nadie en Madrid es consciente de que hay una identidad que es la vasca no nativa, o la maketa, o la inmigrada, o la apañola, o la visigoda del norte o como hostias la queramos llamar.
Y aquí está de nuevo el tema de los daños colaterales del nacionalismo vasco. Los vascos no nacionalistas siguen siendo considerados vascos en Madrid: Jáuregui Atondo, Eguiguren Imaz, por parte del PSE, o Guimon Ugartechea, Damborenea Basterrechea, por parte del PP, pero y qué decir de López Alvarez o Redondo Terreros, del PSE, o Barreda de los Ríos, Abascal Conde, del PP. A estos últimos quién los consideraría en Madrid como representantes de lo vasco. Ese es el problema que los maketos tenemos en Madrid, que no se sabe de nuestra existencia.
Mira, pasa lo mismo con los escritores, por ejemplo. Cuántos consideran a Raúl Guerra Garrido escritor vasco. Y es un señor que si conoces sus obras (que yo estoy ahora trabajando sobre ellas) verás que refleja el País Vasco de una manera increíblemente clarificadora. Lo de Ramiro Pinilla ya hablaremos, porque en lo sustancial estoy casi de acuerdo con todo lo que dices, y eso que no has leído su obra grande. Pues bien, sigue así, porque ese prejuicio que tienes sobre él creo que lo ibas a confirmar con la lectura de los tochos. Y este señor tampoco se merecería más ensañamiento, como bien dices. En cambio La higuera tiene otro toque que te gustaría, creo.
Y si te digo de Guerra Garrido, que todavía se mantiene, qué decir de Espido Freire, que me la encontraba yo cuando iba en el tren de Orduña a Bilbao, cuando lo cogía yo en Basauri, donde he vivido la mayor parte de mi vida, y ella iba o venía a Llodio, su lugar de nacimiento. Esta chica no ha considerado para nada su ubicación física aquí como condicionante identitario. Escribió, le hicieron caso y hala, todo lo demás a tomar por el culo. Y bien que hace. Y Juan Manuel de Prada, con todo su alambicamiento y su barroquismo que me parece que es muy pero que muy hueco. Este es de Baracaldo. Y así muchos. Gentes que están fuera de aquí pero que no son identificados para nada como de aquí. No cuentan en la identificación de lo vasco. No hacen expresión de su ubicación aquí. De su patria chica. Y esto para mí es un problema gordo.
6. Lo de que en Madrid hay inmigración y no hay nacionalismo. Bueno, hay nacionalismo español. Madrid es la capital de España y es una esponja de identidades diversas. Todas muy españolas. En Madrid, por lo que dicen testimonios varios de escritores y gentes independientes que a veces se pueden leer por ahí, hay más ostentación de banderas españolas por metro cuadrado que en toda España junta. Lo cual no me parece ni bien ni mal. Es el dato.
Lo de que el problema de aquí surge no con la industrialización sino cuando la industrialización se termina.
Bien. Creo que es un dato a tener en cuenta. Pero hay unos antecedentes. Lo que yo denomino identidad maketa surge con la industrialización, claro. Surge ahí. Son las masas proletarias desfavorecidas que no tienen más ubicación que la de su fábrica y la de su jornal y la del lugar donde han instalado la chabola primero, o el piso-colmena donde viven en el extrarradio después. Surge ahí.
Lo que es cierto es que con la crisis económica de los ochenta es donde sale todo a relucir, los barrios degradados, las industrias contaminantes que ya no producen, que son un estorbo, los parados, la aglomeración sin sentido que se había producido con la industrialización y que ahora hay que racionalizar. La Transición recoge todos esos escombros y ahí es donde pesca el nacionalismo. Estoy de acuerdo contigo en esa apreciación y ahí hay un estudio muy importante por hacer. Es cuando se produce lo que yo llamo la hiperinflación de lo vasco. Todo el mundo quiere entonces ser vasco. Coincide con la caída de la Dictadura y la emergencia de ETA. Se produce una mitificación enorme de lo vasco y se borra todo pasado anterior a la guerra civil, donde se gestó la sociedad vasca que tenemos ahora.
Es un tema apasionante y creo que falta mucho por hacer ahí.
Tampoco es cierto lo que dices de que castro el tema del pueblo de procedencia: “castras de tu emocionalidad tu propio pueblo en el que veraneabas”. Esto no es cierto. Dedico en mi libro todo un apartado a explicar que un componente esencial de la identidad del maketo es su recuerdo, su reminiscencia, su vuelta periódica, sus lazos inquebrantables con su pueblo. Esto es así para todo maketo que se precie. Quien reniega de su pueblo reniega de su identidad. Y lo que hacen los nacionalistas con el pueblo de los maketos ya lo he dicho antes: cuando no pueden evitar que el maketo vuelva al pueblo por vacaciones, lo que hacen es admitir la identidad del pueblo como identidad de segunda categoría respecto de la identidad vasca. Los gallegos saben mucho de esto. Pero los andaluces van por el mismo camino, me temo. Hace poco ha habido una celebración de la Asociación de Casas Regionales Andaluzas en Durango y los partidos nacionalistas van como las abejas a la miel a esas celebraciones. Acuérdate de Pujol visitando casetas en la Feria de Abril de Santa Coloma. O toda la plana mayor del PNV visitando la estatua de Castelao que creo que está en Bilbao. Son muy apetecibles porque España ha hecho dejación absoluta de los apañoles, Benjamin, tanto en el País Vasco como en Cataluña. Y los apañoles se tienen que buscar la vida. Esto es así, nos guste o no.
Y dejo para lo último lo de que me autodenomino con un insulto: maketo. Ya antes, en otros cruces dialécticos contigo ha salido el tema. Ya lo dije. Maketo es un insulto pero sólo aquí. No fuera de aquí. Los vascos nacionalistas saben muy bien que a los españoles de fuera de aquí les importa una higa que les llamen maketos. Maketos son sólo los españoles de dentro. Esto es así de claro. Y ya no lo dicen porque no les interesa. Aunque todo el mundo lo piensa, claro. Pero no les interesa. Saben que los maketos son muchos más que ellos y que si se organizaran ganarían por goleada. Prefieren embaucarles con el señuelo de lo vasco.
Y como al nacionalista vasco no le interesa ahora el tema del maketo, pues entonces voy yo y lo saco, para fastidiar. Pero está claro que no fastidio a nadie. En esto la sociedad vasca está muy baqueteada. Nadie se fía ya de soluciones mágicas. Y si esto no lo remedia nadie, vamos de cabeza hacia la autodeterminación. La historia de amores que a ti creo que tanto te inspira para machacar al maketo, con una amada absolutamente despreciativa con el ser que la ama y demás, creo que puede dar juego para exacerbar tu inquina contra el apañol pero poco más. Con la autodeterminación, mal que te pese, vascos nativos y apañoles se irán juntos y de la mano hacia un futuro de independencia y ambrosía, porque se necesitan mutuamente. Unos poniendo la imagen y otros dando la cara para que se la abofeteen, pero luego recibiendo el consabido azucarillo para seguir ejerciendo ese papel, que parece que les va, no lo niego, prefieren eso a no ser nada. Allá ellos, los Rubalkaba, Permach y sus manos ejecutoras, Kubati, De Juana y compañía. Forman una parte incuestionable de la realidad que padecemos, de psiquiátrico, de acuerdo, pero esos son los que nos van a llevar a todos a tomar por culo si no lo remediamos antes. Desde luego ni tú ni yo tenemos la posibilidad de cambiar esta deriva.
Yo lo veo así. Probablemente las próximas elecciones generales votaré por UPD, por desesperación, sí, pero por lo menos tengo en quién desahogarla.
Te agradezco las referencias literarias. El Intruso lo tengo, en la edición de El Tilo, pero siempre he pensado que Blasco Ibañez no iba a captar la cosa. ¿En serio que la capta?
Eso de que Carmen hablaba euskera me lo tienes que aclarar mejor.
Insisto, creo que con el tema de la Historia del Ridículo te cebas en demasía con los apañoles. Creo, por una parte, que no han hecho todo lo que debían para resarcirse de una condición subalterna y creo que yo he aportado sólo un grano de arena en sentido contrario (vendrán más por mi parte, pero no serán más que eso, granos de arena), pero también es cierto que las condiciones no han sido las más favorables para que hubiera sido de otra manera, y creo que esas condiciones son las que tú no quieres ver y ahí creo que eres injusto con ellos (conmigo incluido).
Cuidate tú también. Y deja de mirarte de malas maneras con ese maketo abertzalizado, a ver si un día te da un susto. Que son muy capaces, como sabes. Pero todo esto, que te quede claro, no lo empezaron ellos, los apañoles. Todo esto lo empezaron unos que son como tú y de los que parece que tú reniegas, pero que son más que tú, o por lo menos han conseguido más poder que tú o que quienes son como tú. Tendríais, como vascos no nacionalistas, que organizaros y reclamar la ayuda de los apañoles para esa empresa de liberación general que todos necesitamos aquí. ¿Cómo les convencerías tú a los apañoles para que dejaran de hacer el gilipollas disfrazándose de lo que no son y contribuyeran contigo y los que son como tú a hacer un País Vasco de todos y para todos?
En relación con que tú también tienes un blog, perfecto. Habría que ir pensando en un espacio alternativo a éste para seguir manteniendo nuestros debates. No sé por qué pero me temo que estamos abusando de la confianza de Fernando Maura.
Tarde, y probablemente ni lo leas.
“Son muy apetecibles porque España ha hecho dejación absoluta de los apañoles,” ¿Y si han sido los apañoles los que han hecho dejación absoluta de España? Reconozcámoslo, los apañoles nunca han tenido a España ni a ellos mismos en ninguna estima. Sólo así se explica El Ridículo que hacen en el País Vasco.
1 - Básicamente no nos ponemos de acuerdo a la hora de repartir responsabilidades. Tú justificas el asimilacionismo del apañol como si éste hubiese sido inevitable y ninguneas la posición de los vascos no nacionalistas. ¿Qué han hecho los vascos no nacionalistas contra esta situación? te preguntas. Nada, te respondes. Pero los vascos no nacionalistas hemos hecho bastante. No nos hemos asimilado, no hemos obedecido a la falsa idiosincrasia impuesta, nos hemos pitorreado de ella, hemos renunciado a muchos de nuestros usos sociales para gritar al apañol, a nuestra manera, que no era obligatorio asimilarse. Pero el apañol en vez de unirse a nosotros y ser fiel a sí mismo y a sus usos sociales nos ha atacado, nos ha utilizado para ganarse el favor de los nacionalistas, que eran los que tenían el poder y los que le interesaban de verás. El apañol es un esbirro perfecto. Además piensas que el nacionalismo vasco lo han creado los vascos y no es completamente cierto. Sabino sin la ayuda del santanderino Sota y toda la oligarquía no habría pasado de ser un lunático más, más cercano a algún jarto daviniano que a un regionalista romántico.
El nacionalismo ha triunfado, es obvio, por eso ahora, al igual que cuando terminó la guerra civil, dilucidar las responsabilidades entre los perdedores es absurdo. Lo que hay que hacer es mirar hacia delante y decidir qué hacer para vencer al fascismo borono, qué comportamientos sociales intentar promover para romper la uniformidad sórdida actual. Yo estoy dispuesto a pasar por alto el comportamiento mezquino del apañol, aunque pienso seguir carcajeándome de sus “aitas” abyectos y oportunistas, y de su malsana predisposición a renegar de sí mismos. (Se pasan el día intentándose hacer perdonar el hecho de ser españoles, y este comportamiento es común en todos ellos, vivan o no en el País Vasco.)
2 - “¿Cómo les convencerías tú a los apañoles para que dejaran de hacer el gilipollas disfrazándose de lo que no son y contribuyeran contigo y los que son como tú a hacer un País Vasco de todos y para todos?”
Ya te lo he dicho, imposibilitándoles el acceso a la identidad vasca, atribuyéndoles una identidad de la que no se puedan escapar. La ibera, la célta, la visigoda… dependiendo de los apellidos de cada cual.
¡Que es ridículo? sí, pero la identidad vasca también es ridícula y mira la de páginas que llevamos. La fuerza de la identidad vasca actual está en su falta de consistencia. No existe ningún elemento objetivo que permita calificar a alguien como vasco. Esto es lo que le hace asemejarse a una religión. La identidad astrológica no es virulenta porque tiene consistencia, dependiendo de tu nacimiento en unas fechas tú tienes una identidad u otra, eres Tauro o Capricornio. Es un criterio objetivo, por eso nadie tiene que sobreactuar para demostrar la pertenencia a una identidad astrológica. Nadie mata por el horóscopo, aunque algún jarto sí que utiliza esta identidad para socializar, como siempre. Para integrarse plenamente en una identidad astral nadie tiene que cometer un acto irreversible de pertenencia, como los asesinatos del pobre De Juana. Las muertes rituales son demandadas por la propia inercia de la pertenencia. Las identidades más virulentas necesitan de este acto último de prueba, iniciático. Cuanto más inconsistente es la identidad más terrible ha de ser el acto irreversible de pertenencia que se demande. En el fondo la identidad no es más que una superchería moderna que resulta muy útil a algunos. Una moderna teocracia, o etnocracia. Un régimen basado en una liturgia
3 - “es imposible sustraerte a la identidad que te atribuye alguien que te odia o desprecia (esta frase no la entiendo bien)”
Estamos programados para reconocer el odio, porque el miedo es el motor principal del hombre. Si alguien te califica como judío en la Alemania del 33 no dudes que serás tomado como tal por mucho que reniegues. En aquella época había muchos judíos que no se reconocían como tales, querían asimilarse e iban de alemanes, algunos incluso nazis. ¿Te suena? Exactamente igual que el apañol. La identidad judía estaba desapareciendo diluyéndose en el patriotismo alemán. Pero llegó un hombre que con su odio, un odio instrumental, galvanizo una identidad que estaba desapareciendo. (Su Nosotros necesitaba un ellos. Hitler creó la identidad alemana, pero también la judía.) A los nazis la consideración del judío hacía sí mismo les importó un bledo. El judío insistía en que no era judío, despreciaba la judeidad, sus esfuerzos resultaron vanos, fueron asesinados. Nadie escapa a la identidad que te atribuye alguien que te odia. Yo no odio al apañol, odio el apañolismo, igual que no odio a los nacionalistas pero odio el nacionalismo. Si alguien te odia, esa es tu identidad, por eso imposto un poco cierto odio al apañol, para atribuirle una identidad irremisible, una identidad de la que no se pueda escapar, para que así deje de hacer el ridi. ¿Paternalismo, dices? Desahogo y espíritu de supervivencia.
4 - La batalla no es ideológica, sino identitaria, por eso yo votaré por el PP, porque es el que más les jode. Y eso que me considero ideológicamente de izquierda. Pero creo que hay que votar en defensa propia. También hay que reconocer el trabajo que en 30 años ha hecho el PP en absoluta soledad en el País Vasco y el vergonzoso asimilacionismo del PSOE. Los que tantas veces les hemos votado, por imbéciles, la única posibilidad de redimirnos que tenemos de nuestra propia estupidez es votar al PP. Sí, sé que socialmente es jodido reconocer que se vota al PP. Razón de más para hacerlo.
Admiro a Savater y a Rosa pero admiro más a los anónimos concejales del PP. También creo que Savater no le puedo votar por no asumir su error en esta legislatura, hasta que se ha caído del guindo. Es muy difícil enfrentarse a los tuyos, lo reconozco. A Savater le ha costado 3 años.
(Un País Vasco no, un mundo de todos y para todos. Una identidad ciudadana.)
Un saludo
*En El Intruso reconocerás al doctor Areilza en la figura de Aresti, y a Victor Chavarri en la del industrial Murueta. La figura del director espiritual, cercano siempre a los ricos de Neguri es un arquetipo importante en una realidad global llena de niños bomba y pederastas ideológicos. El Bilbao industrial fascinante, el mundo de Gallarta y La Arboleda. Y además no ocupa miles de páginas.
**Me gusta Guerra Garrido. “Tantos inocentes”. Sobre el crimen de Orozco. Metáfora perfecta de lo que aquí ocurre. He leído artículos preciosos de Espido Freire, y tengo en la recámara un libro suyo. Si estás trabajando el tema del apañolismo en la literatura, te contaré en cuanto la tenga escrita una experiencia muy ilustrativa que he tenido con dos libros de Jorge M. Reverte. Galvez en Euskadi y Gudari Galvez.
***No estamos abusando de Fernando Maura. Nadie nos lee, tampoco el señor Maura.
**** Podrías enriquecer los debates con tu punto de vista. Diario Vasco y Blog de Santiago González.
Hola Benjamin.
Creo que en tu última comunicación es el punto 3 el que resume mejor tu postura. Pero lo reo y releo y creo que en el fondo me estás dando la razón a mí. Me explico.
Dices, respecto de la ideología nazi: “Su Nosotros necesitaba un ellos. Hitler creó la identidad alemana, pero también la judía”. Exacto. Sabino creó la identidad vasca (lo que él entendía por identidad vasca) y al mismo tiempo creó la identidad maketa (lo que yo llamo identidad maketa: que son no ya los excluidos por su ideología de la condición de vascos, sino más exactamente los que él quería excluir).
Y me explico. A Sabino le sobraban los que él llamaba maketos, no podía soportar que el País Vasco se viera invadido por ellos. Pensaba, a lo mejor con razón, que iban a diluir las características de lo vasco, que eran otra cosa. Digo que a lo mejor con razón porque evidentemente las condiciones y características de los que venían a manta de otras partes de España no tenían nada que ver con lo de aquí. Otra cosa es que eso sea bueno o malo. Yo creo que no es ni bueno ni malo, simplemente es lo que las condiciones materiales del país y las carencias de los que venían estaban determinando. Aquí las condiciones materiales por ambas partes (necesidad de mano de obra en la minería y la industria y carencia de perspectivas en el campo) creo que fueron decisivas. No hay otra explicación. Lo que vino después para explicarlo todo fueron formas, más o menos variadas, de pintar la mona, pero lo que originó todo no fue más que pura necesidad material. En esto estamos con los materialistas y deterministas varios: las necesidades materiales como fondo del asunto. Las consecuencias del choque cultural que se produjo entonces aún las estamos padeciendo.
Pero a lo que íbamos: Sabino creó su identidad vasca y de rebote nuestra identidad maketa. A mí me parece que con eso me hizo un favor, porque me dió una identidad que yo, o mis antecesores, por venir de otras partes de España, desarraigándonos de nuestros orígenes, necesitábamos, porque no teníamos. Sabino llamaba maketos a todos los españoles, pero el mote no afectaba a los que se quedaban en sus lugares de origen. La denominación maketo como insulto en el fondo y en la forma sólo afecta a los que vinieron aquí. Y con eso, repito, nos hizo un favor. Porque viniendo de Salamanca o de León o de Cáceres no podíamos seguir siendo salmantinos, leoneses o cacereños. Ahora, por vivir en el País Vasco y tener que convivir con los nativos, éramos otra cosa, necesariamente éramos ya, por haber emigrado, por convivir con los nativos, por vivir en el País Vasco, éramos ya, digo, otra cosa distinta de nuestros paisanos que se habían quedado en los pueblos que nosotros habíamos abandonado.
Los nacionalistas solventan la cuestión, los más lúcidos (¿?), como por ejemplo Ardanza (imagínate entonces qué pensarán, si es que piensan, sus demás conmilitones), cuando dice que aquí hay vascos que consideran que su patria es Euskadi, y vascos que consideran que su patria es España. Yo no sé a qué se refiere exactamente cuando dice vascos. Si se refiere a todos los que vivimos aquí, sea cual sea su origen, yo me temo que con eso no resuelve nada. El problema no es ideológico, como tú y yo bien sabemos, el problema es identitario. Justamente porque la ideología está basada en la identidad. ¿Por qué surge el nacionalismo vasco? ¿Es sólo ideología? ¿En qué se basa? Pues en que dice qué es ser vasco y para qué sirve. En esto sólo el PNV es coherente. Todos los demás partidos sólo hacen que marear la perdiz. Por eso el PNV es el partido más importante en el País Vasco y lo seguirá siendo. Porque es el que guarda el tarro de las esencias y todos los demás bailándole el agua. Nadie se atreve a decir que si el PNV postula una identidad para ser vasco, pues yo voy a postular otra. Nadie. Todos lo que hacen es jugar con otras cuestiones, dejándole al PNV la sartén por el mango. Haciéndolo así dan por supuesto que sólo el PNV tiene potestad para decidir qué es ser vasco y qué no. Si fuera sólo ideológico es que no sería problema.
Y volvemos a Sabino. El problema, gordo, de su definición de vasco vino de que necesitaba un elemento para hacerlo, un elemento discriminador que separara los nativos y los sobrevenidos. Podía haber elegido la religión, porque según él los sobrevenidos, a pesar de proceder de la católica España, eran todos unos descreídos, dominados luego por el socialismo. Pero no, prefirió elegir los apellidos como elemento discriminante. Haciéndolo, pensaba que todos los que venían no cumplirían con esa condición, y sin embargo todos los que estaban aquí, todos los nativos sí. Pero el desgraciado de Sabino y sus seguidores, aunque aparentemente podían comprobar que todos los que les rodeaban tenían todos los apellidos a satisfacción, no se daban cuenta que el censo general de Bizkaia decía otra cosa. Había muchísimas personas entonces, tan vascas como ellos, con muchas generaciones aquí, que no tenían apellidos vascos. No sé si se dieron cuenta entonces de esto, pero el caso es que el daño ya estaba hecho.
El año que viene parece ser que se van a poner a disposición de los investigadores los archivos parroquiales de las tres provincias vascas, todos digitalizados en el programa Irargi del Gobierno Vasco. Allí tendremos ocasión de comprobar, espero, los porcentajes de apellidos con denominación de origen euskaldun o con denominación de origen castellana que había a finales del XIX, previos a la primera gran invasión maketa. Y podremos llegar a algunas conclusiones interesantes.
De momento sabemos que finalizadas las dos grandes invasiones maketas, a la altura de 1998, el porcentaje de personas con los dos primeros apellidos vascos (imaginamos que entre ellos los habrá que detrás tendrán algún apellido foráneo, pero no lo vamos a tener en cuenta ahora) eran el 20 % del censo electoral. Pero sospechamos, y tenemos muchos indicios para sospecharlo, que cuando Sabino lanzó su mensaje, ni mucho menos todos los nativos cumplían el requisito de los apellidos. Gran daño colateral de su mensaje. Personas como Gregorio Balparda de las Herrerías, encartado de pedigrí, no entraban. Y como él tenemos que sospechar que muchos más. Estas personas nunca tuvieron por qué considerarse maketas, pero Sabino las hacía considerarse, cuando menos, menos vascas. Y el libro de José Antonio Vaca de Osma (Los vascos en la Historia de España) da cumplida cuenta de muchos vascos sin apellidos euskaldunes, durante toda la historia, oriundos de pueblos de todo el País Vasco, y que tuvieron papel destacado en la historia de España. Tampoco veo muchos más esfuerzos en este sentido y serían de agradecer. Sospecho que aquí hay un gran prejuicio, por parte de estos vascos, para no verse asimilados a los maketos sin más.
Y los vascos con pedigrí, con muchos apellidos, que no siguieron las consideraciones de Sabino, qué hicieron. Pues tomaron la postura más cómoda, Benjamin, tú dirás lo que quieras, dirás que hicieron mucho por evitar los efectos del mensaje sabiniano, pero nunca tuvieron el objetivo claro de integrar a los maketos. Yo no sé en qué se concreta eso de que hicisteis mucho por no asimilaros y por gritar al apañol que no lo hiciera. Me gustaría que me dieras datos concretos, no sé, posturas de individuos en particular, que hablaran de esto, que le dieran pautas a los maketos para no necesitar convertirse en vascos. Yo lo único que veo en los vascos nativos no nacionalistas es paternalismo hacia los maketos desde una postura de privilegio, que les hace ser considerados vascos en Madrid (entendiendo por Madrid los sitios en España donde se adoptan las decisiones y se tienen las ideas sobre lo que hay que hacer) y abanderados de los partidos no nacionalistas en el País Vasco: ya que todos estos partidos no nacionalistas necesitan imperiosamente los apellidos para ser considerados de aquí.
Benjamin, me tienes que decir por qué los vascos de apellidos y a la vez no nacionalistas no han emitido un mensaje claro de lo que significa ser vasco o de si ser vasco significa o no algo y de lo que proponen para el País Vasco-Maketo en el que vivimos y que no tenga en cuenta esta condición de los apellidos. Yo al menos no he leído ni conozco nada al respecto.
Esta es la cuestión en la que hay que centrar, pienso, nuestras reflexiones. Porque tú creo que lo tratas de resolver todo por elevación, y eso creo que no es más que rehuir el problema. Todos ciudadanos, no importa de dónde. En teoría muy bien. Pero el País Vasco, según tú, ¿existe o no? Porque no me negarás que hay una Comunidad Autonoma Vasca, ¿no? Entonces los que vivimos en el País Vasco qué somos. Y tu dices: ciudadanos que viven en el País Vasco. No creo que sea una pregunta absurda o estúpida, como muchas veces das a entender. Creo que es la clave del asunto. Hay que definir lo vasco, y hay que decir qué significa. Y si no nos ponemos de acuerdo, hay que buscar otros términos en los que estemos cómodos quienes nos denominemos con ellos. Y si hay que dejarles el término vasco en exclusiva a los nativos nacionalistas, yo encantado, con su pan que se lo coman. Ahora, eso sí, yo me quedo con maketo (mira, si puedes, lo que digo en mi blog Laidentidadmaketa.blogspot.com de los términos maketo y maqueto).
Es nominalismo puro. De acuerdo. Pero es que ahí está la clave. En las palabras con las que nos denominamos a nosotros mismos, que son las que nos permiten poder convivir juntos o estar todo el rato mirándonos de soslayo y deseándonos mutuamente lo peor, ahí es donde está toda la clave del asunto. Eso es lo que hay que resolver. Porque si no lo resolvemos y estamos todo el rato utilizando palabras y términos que para los que nos oyen significan cosas diferentes de para quien las enuncia, vamos a terminar todos esquizofrénicos perdidos.
Y así no se puede vivir.
Un saludo afectuoso.
· Me interesa mucho lo que leas en los Gálvez. Mantenme informado, por favor, del resultado de esas lecturas.
· Estoy en pleno trabajo sobre las obras de Raúl Guerra Garrido. Tengo previsto poder tener un encuentro con él. Creo que puede salir algo muy interesante. Me hablas de Tantos inocentes. Pero es que hay más: Cacereño, Lectura insólita de El Capital, La carta, La costumbre de morir, la última La soledad del ángel de la guarda. R.G.G. tiene muchas más novelas, pero sólo con estas que te cito creo que se puede configurar lo que yo llamo una identidad literaria. Y a falta de identidad política que nos represente a los maketos (o cacereños, como dice R.G.G.) una identidad literaria puede ser un muy buen ámbito donde sentirnos gratamente cobijados.
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