viernes, 20 de abril de 2007

REALIDADES PARALELAS

En el viejo patio del monipodio, atrapados por un tiempo que siempre corre demasiado aprisa, unos nuevos vendedores de ilusiones huecas -malos comerciantes de casi todas las épocas- se afanan por contarnos las historias que no siempre son tan importantes como dicen. Son sus "realidades" y se convierten en las nuestras porque hoy sí que se pueden airear: esa es la diferencia entre los tiempos de antaño y los actuales.
¿Y cuáles son sus "realidades"?
Para empezar, las que no constituyen problemas -al menos en la medida de otros que sí lo son-. Por eso importa poco su solución, no pasa nada porque se perpetúen.
De esta clase de problemas hay ejemplos por montones. Basta con observar los principales titulares en los diversos medios de comunicación. Que cada uno encuentre su ejemplo.
Ocurre lo contrario con las otras realidades, las de verdad. Porque esas sí que son complicadas de arreglar y por eso no merece la pena situarlas en el debate público. No forman parte de la política, o se evocan sólo de tarde en tarde, a modo de ligera justificación, debida a que -en apariencia- todos somos democrátas e invocamos a la libertad de información, vieja diosa hoy largamente vejada.
Unas y otras son realidades paralelas, por lo que nunca podrán encontrarse. Las "realidades" que no lo son tanto habitan los medios de comunicación. Las otras piden pasar a la escena, pero siempre se quedan esperando entre las bambalinas.
Y mientras tanto el mundo sigue corriendo. En su carrera egoísta va dejando atrás a niños que mueren de hambre, o se les prostituye, o se les explota; y a sus padres que emigran a nuestras costas en cayucos miserables: son las "uvas de la ira" del siglo.
Y la carrera es loca también. Tres, cuatro generaciones por delante -¿quién lo sabe?- este mundo, tal y como lo conocemos, puede dejar de existir. Nosotros ya no estaremos. Quizás tampoco los nietos de nuestros nietos.
Eso sí es importante. Una de las principales funciones de todas las especies es la de su perpetuación. ¿A quién se le permite destruir el futuro de sus descendientes? Al hombre, está claro; lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo con sus congéneres. Que ahora amenace a sus propios descendientes -carne de su carne, sangre de su sangre: en una maldición bíblica de los tiempos por llegar- es sólo una vuelta de tuerca más en su consustancial vesanía.
Esa velocidad de vértigo nos impide preocuparnos de esas cosas, así que dedicamos nuestros esfuerzos a salir adelante y a no perder comba. Pero hay quien sabe lo que nos traemos entre manos. Y lo margina. Nos pretenden instalar en sus "realidades", que si ponemos los problemas en relación tiene mucha menor importancia.
Si nos pusieran frente a frente con las "otras" realidades, hasta el punto de colocarnos en evidencia, de violentarnos incluso con nuestra cómoda instalación en las "realidades" fáciles, ¿no tomaríamos las decisiones apropiadas?
Estoy convencido que sí. Pero me temo que interesa relativamente muy poco. Como hacen los malos gobiernos o las malas oposiciones, tanto da -que en su día fueron malos estudiantes- dejan toda la tarea a los que vengan detrás.
Lo malo es que estos últimos no lleguen o no tengan tiempo para resolve las realidades verdaderas, convertidas ya en problemas irresolubles.

No hay comentarios: