El homenaje que les ofrezco esta mañana es doble. Por un lado se dedica a Georges Brassens, a quien ya hemos visitado en otras ocasiones; por el otro, a Louis Aragon. Brassens pondría música a los versos desconsolados del también poeta francés, en una creación que -ya desde su propio nombre- nos produce una enorme tristeza.
Y es que la equiparación entre el amor y la felicidad sólo existe en las novelas y películas románticas, en las que de manera, poco menos que inevitable, la atracción entre los protagonistas se ve impedida por algún obstáculo que los personajes superan ampliamente, para regocijo del espectador.
Se parece más el amor -que no es lo mismo que el enamoramiento- al trabajo por construir espacios de entendimiento, a la entrega ante las dificultades que todos los días acosan a uno y otro, a que los éxitos y los fracasos no son exclusivos sino compartidos…
Louis Aragon (1897-1982), sirvió en el ejército de su país en la Primera Guerra Mundial. Tenia sólo 19 años. Más tarde, durante la invasión nacional-socialista, formaría parte de la Resistencia. Comunista y poeta, contribuiría al movimiento surrealista y dadaísta.
Escrito en 1943, en plena contienda, fue publicado tres años después. Y la contaminación de la guerra y de la Resistencia permea en todos los versos de “il n’y as pas d’amoir hereux”, hasta el punto de que hay quien se ha preguntado acerca de si pretendía poner el poeta el amor en el centro de su reflexión o, más bien, de los efectos que producen los escenarios bélicos sobre sus actores -soldados, resistentes…
El poema da comienzo en la consideración de los límites que tiene la acción humana. No hay nada adquirido para él, todo lo que le rodea es la impotencia y el sufrimiento. Cuando cree que abre sus brazos para abrazar, está creando la sombra de una cruz… en una de las imágenes más fascinantes y dolorosas que se han podido escribir.
Su construcción es negativa, también desde el principio (“nada, jamas, ni…) Y al compás de sus estrofas se encadenan metáforas que subrayan este vacío. El doloroso divorcio del hombre que es su vida. Tanto sus emociones, como sus deseos, también sus proyectos de futuro resultan ajenos a su control… de ahí surge esa idea terrible de la separación del hombre con su propia vida. Hasta las pequeñas alegrías que proporciona (un acorde de guitarra, una canción…) remiten al sufrimiento de su creación.
Soldados enviados a la batalla, su futuro pendiente de una bala enemiga. No saben muy bien por lo que luchan, ya que la patria -al igual que el objeto amado- es sólo una entelequia, un producto de la imaginación. No, no saben muy bien por lo que luchan, pero conocen muy bien que sus cuerpos pueden quedar tendidos más allá de las trincheras. Guerra o paz, ¿no tenemos también nosotros -amantes o no- esa misma condición?, parece preguntarse el poeta.
Y además, concluida la contienda, en el caso de haber sobrevivido, ¿dónde encuentra el soldado el sentido de las cosas?, ¿cómo suple el amante la pérdida de su amor?
Es preciso sufrir, por lo tanto, para experimentar el impacto del amor en nuestras vidas -algo así como el dolor del parto de la madre en el momento de dar a luz-. Y si un acorde de guitarra, si una canción nos exige un esfuerzo, existe también la satisfacción de haberlos conseguido. No, no hay un amor feliz, pero es amor en cualquier caso. Y aunque tampoco sea del todo nuestro, es lo único que merece la pena. Como decía otro de los poetas que visito con frecuencia, Leonard Cohen, “es el amor la única máquina de supervivencia”.
Como en otras ocasiones, presento la traducción y, a continuación m el poema en su versión original,
Nada lo ganará jamás el hombre, ni su fuerza,
Ni su debilidad, ni su corazón, y cuando cree
Abrir sus brazos, su sombra la de una una cruz será.
Su vida es un extraño y doloroso divorcio.
No existe el amor feliz.
Su vida, parece a esos soldados sin armas
A los que uniformaron para un destino diferente
¿De qué les sirve levantarse cada mañana
Si al anochecer se hallan, desarmados, inciertos?
Di estas palabras, vida mía, y contén tus lágrimas
No existe el amor feliz
Mi bello amor, mi amor querido, mi desgarro
Te llevo dentro de mí como un pájaro herido.
Y esos, que no saben, nos miran al pasar
Repiten tras de mí las palabras que enlacé
Y que por tus grandes ojos murieron enseguida.
No existe el amor feliz
El tiempo de aprender a vivir, es ya demasiado tarde
Que lloren en la noche nuestros corazones a la vez
Lo que hay que sentir para saldar un temblor
Lo que hay de desdicha para una simple canción
Lo que hay que llorar para un acorde de guitarra
No existe el amor feliz
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Rien n'est jamais acquis à l'homme, ni sa force
Ni sa faiblesse ni son cœur, et quand il croit
Ouvrir ses bras son ombre est celle d'une croix
Et quand il veut serrer son bonheur il le broie
Sa vie est un étrange et douloureux divorce
Il n'y a pas d'amour heureux
Sa vie elle ressemble à ces soldats sans armes
Qu'on avait habillés pour un autre destin
À quoi peut leur servir de se lever matin
Eux qu'on retrouve au soir, désarmés, incertains
Dites ces mots ma vie et retenez vos larmes
Il n'y a pas d'amour heureux
Mon bel amour, mon cher amour, ma déchirure
Je te porte dans moi comme un oiseau blessé
Et ceux-là sans savoir nous regardent passer
Répétant après moi les mots que j'ai tressés
Et qui pour tes grands yeux tout aussitôt moururent
Il n'y a pas d'amour heureux
Le temps d'apprendre à vivre il est déjà trop tard
Que pleurent dans la nuit nos cœurs à l'unisson
Ce qu'il faut de regrets pour payer un frisson
Ce qu'il faut de malheur pour la moindre chanson
Ce qu'il faut de sanglots pour un air de guitare
Il n'y a pas d'amour heureux