
La reciente cumbre de la OTAN celebrada en La Haya ha verbalizado el esfuerzo de los socios de los Estados Unidos, en especial de los europeos, por establecer un nuevo paradigma en la estrategia de seguridad y defensa de los mismos. Como les ocurre a los jóvenes que están dispuestos a emanciparse de la tutela de sus padres, tomando en consecuencia las decisiones que afectan a su futuro por sí mismos, se han determinado esos países a asumir el gasto que exige su nueva manera de vivir y se han puesto en rumbo hacia un futuro que ni ellos mismos conocen adónde les llevará y de qué manera lo podrán arrostrar. Se adentran en un camino desconocido, conscientes de que apenas parten de unos criterios consensuados, que no todos comparten la misma visión de la democracia liberal, que la opinión de que las fronteras se benefician de una situación de intangibilidad ha dejado de ser pacífica en la práctica y de que alguno de los socios prefieren un mal acuerdo con Rusia que mantener las espadas levantadas en una guerra sin fin.
Pero, de igual forma a como ocurre con los adolescentes que pretenden haber madurado, saben los europeos que no será total su emancipación, que seguirán necesitando de la seguridad de un plato en la mesa de sus padres cuando lleguen los apuros, de la conservación de la que fuera su antigua habitación para el caso de que en algún momento no puedan pagar el alquiler de su modesto apartamento o que alguna molesta dolencia les convoque de nuevo a los amorosos cuidados de sus madres. Y, andando el tiempo, cuando adquieran ellos mismos la condición de padres, querrán echar mano de los abuelos, a quienes encajarán a sus hijos en cuanto tengan que realizar una mínima vida social en la que los niños no constituyen más que un estorbo.
No, la emancipación de Europa no equivale a su independencia. El mundo se ha complicado mucho para convertirse en players del mismo, cuando apenas sí pueden permitirse ser payers de alguna de las facturas que van venciendo, y ellos van siendo más conscientes de que la nueva ecuación sólo se va a resolver a base de más déficit y más financiación del mismo a través de deuda pública… hasta que la burbuja no pueda crecer más y estalle.
Así que Rutte regala los oídos de Trump, a quien poco le ha faltado lisonjear como si de un Gran Timonel de los destinos del mundo se tratara, y Macron emite alguna tímida protesta para rogar que no tome el presidente de los Estados Unidos medidas arancelarias en contra de los países europeos.

Entre la adulación, más propia del servilismo, y la contenida crítica de un descendiente de la grandeur gaullista -parámetros ambos que se antojan bastante poco útiles en los tiempos que corren- ha campado en casi todos los demás pagos una posición tranquila, consistente en favorecer el consenso, aceptando las cifra que, con carácter paradigmático, había escrito el presidente Trump en su particular pizarra.
Pero ha existido una excepción que ha pretendido construir el gobierno de Pedro Sánchez en la mencionada cumbre. El presidente ha establecido un itinerario basado en él falseamiento de los datos, tergiversando una carta del Secretario General de la OTAN que no decía lo que aquél pretendía. Un argumentario que ha llegado a afirmar que España no se comprometía a suscribir el objetivo del 5% del PIB en gasto militar (3,5 + 1,5) como el resto de los países miembros. Eso sí, suscribiendo como los demás el mismo documento sin apostillas ni excepciones
Quizás resulte conveniente echar una mirada hacia atrás y comprobar cómo España se ha encontrado en su historia del último siglo y cuarto desconectada del pulso internacional. Después de la pérdida de las colonias de Cuba, Filipinas y Puerto Rico en 1898, y con la excepción de la contienda en Marruecos que drenaría recursos del presupuesto y crearía no pocos quebraderos de cabeza al sistema político español, como ocurriría en Anual en 1921 (un desastre que a decir de algunos historiadores contribuyó al advenimiento de la Dictadura del general Primo de Rivera en 1923, que precipitaría a nuestro país hacia una República que no quiso ser de todos los españoles, y que, guerra civil mediante, nos llevaría a un régimen que tampoco, por decirlo suavemente, quiso ser de todos los españoles).
España no participó en la Primera Guerra mundial, optando por una neutralidad humanitaria, que ha sido reivindicada por el historiador Zorann Petrovici. Tampoco en la Segunda, pese a la colaboración más o menos indirecta del régimen franquista con las fuerzas del Eje. Y los 40 años de la dictadura personal del general apenas sí establecieron algo más que un acercamiento a los Estados Unidos, aceptando sus bases en territorio nacional, y una apertura económica que beneficiaría las transacciones comerciales con el resto del mundo. Mención aparte se debe al ministro Castiella, que con los escasos medios de que disponía, puso en marcha una política que pretendía una solución al contencioso histórico de Gibraltar, una oportunidad que vamos a perder ahora en la mejor ocasión histórica de que hemos dispuesto para encontrar alguna solución,
La reciente cumbre de la OTAN consiste una vez más en que el presidente del gobierno tapa sus problemas internos envolviéndose en pretendidas banderas que ni siquiera son necesariamente propias. El pacifismo, el antimilitarismo, la búsqueda de soluciones humanitarias… no se encuentran entre sus sensibilidades más queridas, porque se trata de un político atado a la ventaja circunstancial y alejado de las convicciones más o menos permanentes. Se diría que preside su actuación la resistencia a perder una posición política que él intuye ya como el último valladar del que dispone. Dimitir ahora, convocar elecciones para perderlas, dejar que sea otro el candidato… significa acercar aún más la rueda de los tribunales al entorno de su hermano, de su mujer y tal vez a él mismo. Se trata del poder como escudo proyector, no como instrumento para la reforma…
Por eso ha preferido Sánchez una orquestación comunicacional que le permita rodearse de los atributos impostados del buenismo, para dar la patada hacia delante, sabedor de que será otro gobierno el que haga frente a ese importantísimo gasto… y si se diera el caso de que el titular de ese gobierno sea el mismo Pedro Sánchez, ya existirá otro gazapo que pueda él y su troupede asesores sacar del sombrero.
España ha vivido en la endogamia de sus conflictos internos, distante de lo que ocurría en su entorno y no participaría tampoco en las dos guerras mundiales, pero eso no ocurrió por el interés espurio de sus gobernantes, sino por lo que entendían éstos que convenía a nuestro país. Un caso más en el que las particulares concepciones del presidente se nos imponen, en este supuesto, el que afecta a nuestra posición en el mundo y a nuestra imagen como país. Así vamos.