Y cuando en esa soleada mañana de sábado, en Madrid, repetíamos el viejo ritual de las manifestaciones, las pancartas y las personas que las portaban, había un cierto aire a "dejá vu", y la plaza de Atocha se transformaba, en el recuerdo, en la del Sagrado Corazón de Bilbao o los jardines de Alderdi Eder de San Sebastián -claro que con el mar y la playa de la Concha algo distantes-. Y es que, si Brassens había visto "nombrils de toutes les cathègories", yo he participado en muchas manifestaciones. Algunas de ellas han sido históricas. La mañana previa a la tarde en que culminaba el asesinato a cámara lenta de Miguel Angel Blanco, en expresión feliz -e infeliz- de Melchor Miralles, Bilbao era un clamor; lo fue tanto que hubo algún iluso que pensó que ETA le perdonaría la vida. Recuerdo también aquella otra tarde de sábado en San Sebastián, de un día lluvioso en que la noche se aliaba con el viento y el agua y que fuera la última vez que estuve con Fernando Buesa: era la primera de una serie de manifestaciones de la plataforma "¡Basta Ya!" O la de otro sábado, también en la capital guipuzcoana, donde el sol calentaba las banderas constitucionales que ondeaban por primera vez por aquellos pagos.
La vida política se anuda a las manifestaciones como las cuentas a las cuerdas que unen los collares. Y uno debe saber seleccionar a qué demostraciones de este tipo se suma y a cuáles no, siempre que se respete a sí mismo. El pepé inundaba las calles de Madrid con toda su militancia en la legislatura anterior como si la principal fuerza política de la oposición tuviera que llenar la vía pública antes de colmar las urnas de votos: gritaba en el Parlamento y en la calle y no llegaría a ganar en los colegios electorales, que es donde se pierde y se gana en democracia, o sea que se pasó, como en el juego de "la venganza de don Mendo": "El no llegar da dolor/Pues indica que mal tasas/Y eres del otro deudor/¡Mas ay de ti si te pasas!/Si te pasas es peor", hacía decir don Pedro Muñoz Seca a uno de los protagonistas. zdebo confesar que siempre alegaba razones personales para no tomar parte de aquella parafernalia.
Una digna manifestación recorría las calles de Madrid aquel 15 de noviembre. Queríamos solidarizarnos con la causa saharaui y lo hicimos desde la alefría de la convicción y la unidad pero desde la tristeza que constataba la deserción de nuestro país en su responsabilidad histórica. El viernes anterior el embajador de Marruecos en Madrid no nos quiso recibir y -según me contarían mis compañeros en el País Vasco- el cónsul honorario de ese mismo país en Bilbao les diría que el Polisario no tiene nada que hacer. Pero, parafraseando a Allais, los cubos de basura de la historia están repletos de ignominias conservadas para que en su lugar quedaran las ilusiones recuperadas. Y si lo piensas bien, los cantos de sirena más peligrosos nos los cantamos nosotros mismos. Y cuando son otros los que los cantan hay que hacer lo que hacían los marineros de antaño: oírlos al revés.
viernes, 28 de noviembre de 2008
jueves, 20 de noviembre de 2008
El espejismo del cambio
Éramos los que pretendíamos el cambio los que nos sentábamos en un comedor del hotel Ercilla de Bilbao, y la reunión tenía ya un aire de "viejos rockeros" que se niegan a entregar la cuchara de la reivindicación de las libertades hasta tanto que estas no se conviertan en realidad en el País Vasco. Estábamos Agustín Ibarrola, Nicolás Redondo, Teo -no Teodoro sino Eduardo- Uriarte, Emilio Guevara, Fede Berástegui, Juan Infante, José Antonio Maturana -"Matu"-... Era el Patronato de la Fundación para la Libertad.
Demócratas todos, tengo para mí que se está abriendo una brecha en el viejo grupo, la que podría definirse como la provocada por el espejismo del cambio. Y es que, a diferencia de las elecciones autonómicas del 2.001, cuando socialistas y populares creían -creíamos- que el nacionalismo había dejado de ser la solución y se había transformado en el problema (en expresión afortunada de Nicolás Redondo); hoy, cuando tantas expectativas se han venido abajo con el barullo con el que se desmorona un castillo de naipes, parece que basta con que el ocupante de Ajuria Enea no sea nacionalista -o no lo sea nominalmente- para que todos nos quedemos tan contentos.
Es verdad que la brecha se está abriendo y que el espejismo del cambio va tomando cuerpo en los desfallecidos organismos que un día optamos por la libertad y contra las nuevas dictaduras que traían de la mano el terrorismo y el nacionalismo obligatorio. Un espejismo que se cierne sobre el constitucionalismo vasco como una sombra amenazadora. Otros "rockeros" de la libertad pretenden vendernos también la mercancía. Pero sería precisa una mayor honestidad intelectual: porque el cambio, por el sólo cambio, no significa nada. No es eso, lo importante son las políticas que se comprometan y, en un país en que las coaliciones post-electorales emiten el nauseabundo olor de los basureros, los compañeros de cama que les acompañen.
UPyD ha sido el producto del entendimiento entre los que quisimos hacer el cambio desde posiciones ideológicas diferentes, y a este proyecto se han unido personas que nunca tuvieron que ver con la política. Había UPyD -en proyecto- en el abrazo que se dieron en el Kursaal de San Sebastián Jaime Mayor y Nicolás Redondo, en presencia de Fernando Savater; lo había después de que no se ganaran esas elecciones autonómicas y la implacable cuchilla de la guillotina de Ferraz y su cohorte mediática se cernía sobre Nicolás. Porque nosotros seguimos pensando que el nacionalismo es el problema y que su solución empezará el día en que pierda el poder.
Por eso, a los bienpensantes de todos los partidos y sin-partidos, convendría pedirles que exijan garantías a las formaciones políticas mejor colocadas de que no van a practicar una desviación de su voto una vez que lo reciban, esto es, que no se coaligarán con los nacionalistas como hicieron antes, que no negociarán pactos de legislatura con ellos que desvirtúen sus objetivos programáticos, que no comprarán los votos de la investidura para guisar las lentejas del pesebre nacionalista y que esos compromisos figurarán en sus propuestas electorales. (Tengo para mí que, incluso en el supuesto de que esos compromisos se realicen, no queden desbaratados ante la sola ecentualidad del ejercicio del poder).
En la tierra del crimen y de la intolerancia, en la que se han escrito las páginas más negras e ignominiosas, pero también las más bellas de nuestra reciente historia; en el país de los asesinos de Miguel Angel Blanco que es también el país del civismo y de la dignidad de los componentes de los primeros Foros de Ermua y de ¡Basta Ya! deben caber la grandeza y la firmeza democráticas que exigen un compromiso en el cambio de rumbo, un verdadero pasar página, la alternativa que no la alternancia.
Y esos personajes cuyas largas sombras se dibujan sobre las dunas del desierto y que contemplan engañados el paisaje de los oasis inexistentes, deberían recapacitar antes de emprender campañas personales de estimulación a un determinado voto que tal vez puedan conducirles a una nueva frustración. Pensar, por ejemplo, que en esta ocasión no existe voto útil porque ningún sufragio es susceptible de perderse. Y que no hay nada más inútil que poner en evidencia todos los 1.460 días que tienen los 4 años que dura cada legislatura las vergüenzas de determinados partidos para acabar votando a los mismos en el triste día bisiesto de las elecciones.
Porque en esta ocasión habrá otra oportunidad de voto.
Demócratas todos, tengo para mí que se está abriendo una brecha en el viejo grupo, la que podría definirse como la provocada por el espejismo del cambio. Y es que, a diferencia de las elecciones autonómicas del 2.001, cuando socialistas y populares creían -creíamos- que el nacionalismo había dejado de ser la solución y se había transformado en el problema (en expresión afortunada de Nicolás Redondo); hoy, cuando tantas expectativas se han venido abajo con el barullo con el que se desmorona un castillo de naipes, parece que basta con que el ocupante de Ajuria Enea no sea nacionalista -o no lo sea nominalmente- para que todos nos quedemos tan contentos.
Es verdad que la brecha se está abriendo y que el espejismo del cambio va tomando cuerpo en los desfallecidos organismos que un día optamos por la libertad y contra las nuevas dictaduras que traían de la mano el terrorismo y el nacionalismo obligatorio. Un espejismo que se cierne sobre el constitucionalismo vasco como una sombra amenazadora. Otros "rockeros" de la libertad pretenden vendernos también la mercancía. Pero sería precisa una mayor honestidad intelectual: porque el cambio, por el sólo cambio, no significa nada. No es eso, lo importante son las políticas que se comprometan y, en un país en que las coaliciones post-electorales emiten el nauseabundo olor de los basureros, los compañeros de cama que les acompañen.
UPyD ha sido el producto del entendimiento entre los que quisimos hacer el cambio desde posiciones ideológicas diferentes, y a este proyecto se han unido personas que nunca tuvieron que ver con la política. Había UPyD -en proyecto- en el abrazo que se dieron en el Kursaal de San Sebastián Jaime Mayor y Nicolás Redondo, en presencia de Fernando Savater; lo había después de que no se ganaran esas elecciones autonómicas y la implacable cuchilla de la guillotina de Ferraz y su cohorte mediática se cernía sobre Nicolás. Porque nosotros seguimos pensando que el nacionalismo es el problema y que su solución empezará el día en que pierda el poder.
Por eso, a los bienpensantes de todos los partidos y sin-partidos, convendría pedirles que exijan garantías a las formaciones políticas mejor colocadas de que no van a practicar una desviación de su voto una vez que lo reciban, esto es, que no se coaligarán con los nacionalistas como hicieron antes, que no negociarán pactos de legislatura con ellos que desvirtúen sus objetivos programáticos, que no comprarán los votos de la investidura para guisar las lentejas del pesebre nacionalista y que esos compromisos figurarán en sus propuestas electorales. (Tengo para mí que, incluso en el supuesto de que esos compromisos se realicen, no queden desbaratados ante la sola ecentualidad del ejercicio del poder).
En la tierra del crimen y de la intolerancia, en la que se han escrito las páginas más negras e ignominiosas, pero también las más bellas de nuestra reciente historia; en el país de los asesinos de Miguel Angel Blanco que es también el país del civismo y de la dignidad de los componentes de los primeros Foros de Ermua y de ¡Basta Ya! deben caber la grandeza y la firmeza democráticas que exigen un compromiso en el cambio de rumbo, un verdadero pasar página, la alternativa que no la alternancia.
Y esos personajes cuyas largas sombras se dibujan sobre las dunas del desierto y que contemplan engañados el paisaje de los oasis inexistentes, deberían recapacitar antes de emprender campañas personales de estimulación a un determinado voto que tal vez puedan conducirles a una nueva frustración. Pensar, por ejemplo, que en esta ocasión no existe voto útil porque ningún sufragio es susceptible de perderse. Y que no hay nada más inútil que poner en evidencia todos los 1.460 días que tienen los 4 años que dura cada legislatura las vergüenzas de determinados partidos para acabar votando a los mismos en el triste día bisiesto de las elecciones.
Porque en esta ocasión habrá otra oportunidad de voto.
martes, 11 de noviembre de 2008
La reparación de una ignominia
La reunión que mantuvimos el lunes 27 de octubre con la representación del Frente Polisario en España se podría haber celebrado en una “jaima”, en pleno desierto del Sahara, si no fuera porque la dirección del movimiento nos recibía en el salón de un piso popular de Madrid, a dos pasos de la plaza de Antón Martín. Sobre la mesa, platos con pistachos, botellas de agua y latas de cerveza que a esa temprana hora del día –las 10’39- ninguno de los presentes probaría. Claro que, mediada la reunión, un dulce y denso té nos recomponía el organismo, incorporado al trabajo después de uno de esos extraños fines de semana que nos vienen deparando las instituciones europeas con sus recurrentes modificaciones de horario.
Había que realizar un esfuerzo de serenidad, que sin embargo la propia dignidad de nuestros interlocutores hacía relativamente fácil: nos encontrábamos ante la presencia viva de la consecuencia de una cobardía histórica, la de una dictadura que agonizaba junto con su dictador y que abandonaba a su suerte a un pueblo mirando hacia otro lado, incumpliendo las resoluciones de Naciones Unidas.
Bucharayu –corbata de listones marrones y blancos sobre camnisa blanca- es moreno, tiene la carta alargada y usa bigote. Es el jefe de la representación saharaui en España. Y no apela a los sentimientos humanitarios –“no hay quie ayudar al Sahara porque nuestros niños sean muy guapos”, dice-, se refiere a los intereses de España en la zona –“a ustedes les vendría muy bien la explotación de nuestros recursos naturales, saber que existe un aliado de su país en esos terirtorios, un Estado que hable español”.
Somos nosotros quienes nos referimos a la legalidad internacional conculcada, a la vergüenza de una potencia colonial que abandona con precipitación un territorio y que deja pasar 33 años de ignominia, tendiendo brazos y abrazando a una dictadura teocrática que ha ocupado el territorio donde vive –subsiste, eso sí con dignidad- este pueblo.
Y 33 años son una eternidad de generaciones nuevas que nacen en las “jaimas” de la ocupación, que se alimentan de la comida que les suministran las ONGs, que soportan esta situación con la ayuda que les presta la esperanza a que un día la oportunidad política se ponga del lado de la justicia.
¿Lo verán? No lo sé. Hay mucho escepticismo después de tantos años vividos en la estela que dejan los intereses creados, un rastro que huele mal, a basura podrtda. Pero UPyD está dispuesta a apoyar su causa y se lo decimos.
Muy cerca de su sede, de Atocha, el sábado 15, saldrá una manifestación que sólo pretende llamar la atención sobre este suceso lamentable que se prolonga día tras día con el silencio cómplice del gobierno español. Y también de exigir el compromiso de España con una gente que sucede a la gente que fue española antes de que España se pusiera a murar hacia otro lado, porque tenía que hacer su transición y pretendía para eso mantener tranquilas sus fronteras.
Los españoles de hoy debemos reconocer que hemos contraído una deuda con el pueblo saharaui, en la que incurrieron nuestros gobernantes de 1.975, una deuda vencida sobradamente ya y que ha venido acumulando intereses muy cuantiosos en términos del más lamentable de los oprobios.
Por eso, los hombres y mujeres dse UPyD estaremos allí, en Atocha, con la gente del Sahara, el próximo sábado.
Había que realizar un esfuerzo de serenidad, que sin embargo la propia dignidad de nuestros interlocutores hacía relativamente fácil: nos encontrábamos ante la presencia viva de la consecuencia de una cobardía histórica, la de una dictadura que agonizaba junto con su dictador y que abandonaba a su suerte a un pueblo mirando hacia otro lado, incumpliendo las resoluciones de Naciones Unidas.
Bucharayu –corbata de listones marrones y blancos sobre camnisa blanca- es moreno, tiene la carta alargada y usa bigote. Es el jefe de la representación saharaui en España. Y no apela a los sentimientos humanitarios –“no hay quie ayudar al Sahara porque nuestros niños sean muy guapos”, dice-, se refiere a los intereses de España en la zona –“a ustedes les vendría muy bien la explotación de nuestros recursos naturales, saber que existe un aliado de su país en esos terirtorios, un Estado que hable español”.
Somos nosotros quienes nos referimos a la legalidad internacional conculcada, a la vergüenza de una potencia colonial que abandona con precipitación un territorio y que deja pasar 33 años de ignominia, tendiendo brazos y abrazando a una dictadura teocrática que ha ocupado el territorio donde vive –subsiste, eso sí con dignidad- este pueblo.
Y 33 años son una eternidad de generaciones nuevas que nacen en las “jaimas” de la ocupación, que se alimentan de la comida que les suministran las ONGs, que soportan esta situación con la ayuda que les presta la esperanza a que un día la oportunidad política se ponga del lado de la justicia.
¿Lo verán? No lo sé. Hay mucho escepticismo después de tantos años vividos en la estela que dejan los intereses creados, un rastro que huele mal, a basura podrtda. Pero UPyD está dispuesta a apoyar su causa y se lo decimos.
Muy cerca de su sede, de Atocha, el sábado 15, saldrá una manifestación que sólo pretende llamar la atención sobre este suceso lamentable que se prolonga día tras día con el silencio cómplice del gobierno español. Y también de exigir el compromiso de España con una gente que sucede a la gente que fue española antes de que España se pusiera a murar hacia otro lado, porque tenía que hacer su transición y pretendía para eso mantener tranquilas sus fronteras.
Los españoles de hoy debemos reconocer que hemos contraído una deuda con el pueblo saharaui, en la que incurrieron nuestros gobernantes de 1.975, una deuda vencida sobradamente ya y que ha venido acumulando intereses muy cuantiosos en términos del más lamentable de los oprobios.
Por eso, los hombres y mujeres dse UPyD estaremos allí, en Atocha, con la gente del Sahara, el próximo sábado.
lunes, 3 de noviembre de 2008
Un debate en Galicia
El parador de Bayona acogía los pasados 18 y 19 de octubre a un grupo de expertos en Derecho Constitucional, reunidos por mi amigo, el profesor Eloy García, para opinar acerca de la reforma de la ley electoral. La Fundación para la Libertad asumía la organización del evento.
Existen pocas cosas tan influyentes en las democracias como las leyes que conforman sus procesos electorales. Esta puede parecer una afirmación de Pero Grullo, pero conviene repetirla: los ciudadanos existen antes que las leyes electorales, pero esas leyes condicionan su actuación. Así, en el caso español, un sistema pretendidamente proporcional se transforma en mayoritario en gran parte del país. La circunscripción provincial, el mínimo de 2 escaños por cada una -salvo Ceuta y Melilla- han producido un fenómeno del voto útil que salvo Madrid, Barcelona y Sevilla nos alejan de la sedicente proporcionalidad.
Esa situación -y el paso del tiempo- nos ha conducido al bipartidismo del voto útil, que es el voto a la contra -voto al pepé porque no le soporto a Zapatero, voto al PSOE porque no quiero a Rajoy-. Este estrechamiento del voto se ha llevado por delante el llamado modelo del bipartidismo imperfecto -UCD-PSOE más AP-PC- de la primera transición y el sistema de los 2 partidos más un tercero en el centro -el CDS.
A decir de los 2 magníficos co-ponentes del seminario -Antonio Torres y Alfonso Fernández-Miranda- quienes fabricaron la ley electoral abrigaban un doble propósito: asegurar la estabilidad política de un país asustado por una recurrente historia de golpismo y revoluciones, de un lado y garantizar la victoria electoral de un centro-derecha que se veía más fuerte en los distritos rurales, del otro. 30 años después podemos observar cómo la resultante ha sido un sistema de partidos cerrados sobre sí mismos y un suave desplazamiento del voto rural a un socialismo cada vez más conservador y del urbano a una derecha a veces más abierta.
El seminario a que me refiero profundizó bastante en la reflexión sistema mayoritario "versus" sistema proporcional. Lo hizo menos acerca de la conformación interna de la oferta electoral, esto es, de las listas cerradas y bloqueadas o las abiertas. En definitiva, sobre la extensión de la democracia en España y de su regeneración y del poder omnímodo de las estructuras de los partidos. Eloy García situó ese debate a la conclusión del seminario en una lúcida intervención a la que el profesor Fernández-Miranda objetaría, en lo que bien pudiera convertirse en una reedición del seminario para el próximo año.
Contaría también este seminario con la estimable participación del Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, quien bien debiera haber cerrado el debate. Sus palabras nos condujeron de hoz y coz al mundo de la realidad, como se sabe bastante distante del de los sueños: porque de reforma sustancial de la ley electoral, nada, todo lo más, algunos aspectos como el voto de los extranheros y, eso sí,la comprobación acerca de si el consenso básico entre los principales partidos sigue en vigor, que -de lo contrario- no se produciría modificación alguna. De modo y manera que todos los caminos de las ideas de renovar el sistema conducen a la Roma de la periclitación de una orgabización que por lo visto se pretende que continúe anquilosada. La intervención del responsable del Gobierno bien pudiera por lo tanto haber cerrado un seminario sobre un debate que está ya cerrado antes siquiera de haber comenzado.
¿Les interesa saber cómo lo veo? Pues que quienes hace un año nos disponíamos al asalto democrático del sistema sabíamos que no era fácil. Serán los ciudadanos -si UPyD va ganando su confianza- quienes abran de verdad el sistema político, dando continuidad y extendiendo lo que ya hicieron el pasado mes de marzo. Nada hay que esperar de la benevolencia de los contrarios.
Existen pocas cosas tan influyentes en las democracias como las leyes que conforman sus procesos electorales. Esta puede parecer una afirmación de Pero Grullo, pero conviene repetirla: los ciudadanos existen antes que las leyes electorales, pero esas leyes condicionan su actuación. Así, en el caso español, un sistema pretendidamente proporcional se transforma en mayoritario en gran parte del país. La circunscripción provincial, el mínimo de 2 escaños por cada una -salvo Ceuta y Melilla- han producido un fenómeno del voto útil que salvo Madrid, Barcelona y Sevilla nos alejan de la sedicente proporcionalidad.
Esa situación -y el paso del tiempo- nos ha conducido al bipartidismo del voto útil, que es el voto a la contra -voto al pepé porque no le soporto a Zapatero, voto al PSOE porque no quiero a Rajoy-. Este estrechamiento del voto se ha llevado por delante el llamado modelo del bipartidismo imperfecto -UCD-PSOE más AP-PC- de la primera transición y el sistema de los 2 partidos más un tercero en el centro -el CDS.
A decir de los 2 magníficos co-ponentes del seminario -Antonio Torres y Alfonso Fernández-Miranda- quienes fabricaron la ley electoral abrigaban un doble propósito: asegurar la estabilidad política de un país asustado por una recurrente historia de golpismo y revoluciones, de un lado y garantizar la victoria electoral de un centro-derecha que se veía más fuerte en los distritos rurales, del otro. 30 años después podemos observar cómo la resultante ha sido un sistema de partidos cerrados sobre sí mismos y un suave desplazamiento del voto rural a un socialismo cada vez más conservador y del urbano a una derecha a veces más abierta.
El seminario a que me refiero profundizó bastante en la reflexión sistema mayoritario "versus" sistema proporcional. Lo hizo menos acerca de la conformación interna de la oferta electoral, esto es, de las listas cerradas y bloqueadas o las abiertas. En definitiva, sobre la extensión de la democracia en España y de su regeneración y del poder omnímodo de las estructuras de los partidos. Eloy García situó ese debate a la conclusión del seminario en una lúcida intervención a la que el profesor Fernández-Miranda objetaría, en lo que bien pudiera convertirse en una reedición del seminario para el próximo año.
Contaría también este seminario con la estimable participación del Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, quien bien debiera haber cerrado el debate. Sus palabras nos condujeron de hoz y coz al mundo de la realidad, como se sabe bastante distante del de los sueños: porque de reforma sustancial de la ley electoral, nada, todo lo más, algunos aspectos como el voto de los extranheros y, eso sí,la comprobación acerca de si el consenso básico entre los principales partidos sigue en vigor, que -de lo contrario- no se produciría modificación alguna. De modo y manera que todos los caminos de las ideas de renovar el sistema conducen a la Roma de la periclitación de una orgabización que por lo visto se pretende que continúe anquilosada. La intervención del responsable del Gobierno bien pudiera por lo tanto haber cerrado un seminario sobre un debate que está ya cerrado antes siquiera de haber comenzado.
¿Les interesa saber cómo lo veo? Pues que quienes hace un año nos disponíamos al asalto democrático del sistema sabíamos que no era fácil. Serán los ciudadanos -si UPyD va ganando su confianza- quienes abran de verdad el sistema político, dando continuidad y extendiendo lo que ya hicieron el pasado mes de marzo. Nada hay que esperar de la benevolencia de los contrarios.
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